Durante meses el proceso de paz en Chiapas estuvo colgado de alfileres. La estrategia seguida por el gobierno mexicano desde la matanza de Acteal se los quitó. El país se precipita hacia la guerra.
La disolución de la Conai anuncia el fin de una etapa en el proceso de paz. La decisión gubernamental de buscar una negociación directa entre las partes, al margen de la mediación; su intención de no resolver las causas que originaron el conflicto; la ejecución unilateral de algunos acuerdos, y la sistemática campaña en contra de la mediación, muestran que el esquema de diálogo de San Andrés ha llegado a su fin.
La renuncia de Samuel Ruiz a la mediación no significa que deje de ser un actor político en la lucha por la paz. Por el contrario, el obispo de San Cristóbal podrá, a partir de ahora, desempeñarse sin las ataduras propias de un mediador, desplegando las iniciativas que considere adecuadas. Su arraigo y autoridad moral en la región, su conocimiento del mundo indígena y su peso político internacional lo convierten en una referencia obligada para el proceso de paz, con mediación o sin ella. A pesar de los exabruptos, la torpeza y las groserías gubernamentales en su contra, Samuel Ruiz seguirá siendo una figura imprescindible para la solución del conflicto.
Si bien es cierto que la disolución de la Conai se produce en medio de una feroz ofensiva en su contra, también lo es que ocurre cuando se había fortalecido significativamente. La acción gubernamental no ha podido erosionar la capacidad de convocatoria del obispo en la región. Hace apenas unos días, a raíz de las acusaciones presidenciales en contra de la ``teología de la violencia'', la jerarquía de la Iglesia católica le dio un apoyo relevante. Internacionalmente, Samuel Ruiz tiene más reconocimiento que nunca. La renuncia no es, pues, resultado de su debilidad.
La pretensión gubernamental de establecer negociaciones directas con el EZLN es un sueño guajiro producto de la incapacidad de sus estrategas por construir salidas constructivas al conflicto. La negociación requiere crear condiciones de seguridad, credibilidad y confianza entre las partes. Necesita, asimismo, avales que garanticen el cumplimiento de los acuerdos, y árbitros que señalen cuando las partes incumplan lo pactado. Todo esto es función de la mediación. El gobierno mexicano, por sí solo, no garantiza ni uno de estos requisitos. ¿Por qué se habrían de sentar a negociar los rebeldes con él a solas?
Las experiencias internacionales muestran que, ante conflictos de esta naturaleza, se requieren de mediadores. William Zartman, autor de una de las obras más relevantes sobre negociación de conflictos internos (Elusive Peace. Negotiating and End to Civil Wars), señala que éstos se caracterizan por una intensidad y compromiso que encierra a las partes en posiciones de hostilidad, de modo que entre ellos es difícil encontrar un cambio radical de percepción y una solución. En estas circunstancias, con las partes incomunicadas, sin posibilidades de concebir salidas laterales o incentivos para transformar un conflicto de suma cero en uno de suma positiva, los conflictos internos requieren de mediadores, a pesar de que ellos necesariamente interfieren en los asuntos internos del gobierno. Chiapas no es la excepción.
Sin la Conai y sin Samuel Ruiz en la mediación, ¿cómo pretende el gobierno establecer comunicación con el EZLN?, ¿a través de la prensa nacional o de Internet?, ¿con más visitas del presidente Zedillo a Chiapas? Por deficiente que fuera, la Conai servía de enlace entre los distintos actores del conflicto chiapaneco. Hoy ya no existe ese canal.
La disolución de la Conai cancela, en el corto plazo, la posibilidad de que las mediaciones nacionales desempeñen un papel activo en la solución de la rebelión. Ello acerca la posibilidad de que distintos actores internacionales protagonicen un papel cada vez más relevante en la construcción de una mediación alternativa. El gobierno podrá envolverse en la bandera nacional e invocar la defensa de la soberanía, pero por la vía que va, no está sino llamando a gritos a la acción internacional.
Los alfileres que separan la guerra de la paz en Chiapas son cada vez más escasos. La estrategia de guerra del gobierno avanza día con día. Si no se detiene hoy, mañana será muy tarde.