Los reportajes de Patricia Vega sobre el proyecto ``San Juan, Cultura Viva'' a propósito de la escenificación de estampas en movimiento de la vida tradicional de la comunidad maya de San Juan, localidad cercana a la zona arqueológica de Cobá, y que hacen referencia a leyendas y ceremonias ancestrales como la ofrenda de los sacerdotes al dios Chaac, me impulsó a escribir este texto acerca del cine que se ha creado sobre el mundo maya de ayer y hoy.
Acerquémonos pues, a aquellos narradores pro mayas recordando en un primer renglón a dos cineastas yucatecos: Manuel Cirerol Sansores y Carlos Martínez de Arredondo, cuya compañía productora Cirmar Films realizó inicialmente dos cortometrajes de contenido indigenista: En tiempos mayas (1914) que narra las tribulaciones que padece un guerrero de aquella etnia y La voz de su raza (1914) enfrentamiento entre un campesino y un hacendado que lucha por los favores y caricias de una mujer maya; y posteriormente Los libertadores de México (1916) que cuenta, dentro del contexto de la revolución de independencia, una historia de amor con tintes indigenistas.
Los siguientes trabajos de Cirmar Films se apartarían de aquellas preocupaciones para acercarse con El amor que triunfa al género menor de la zarzuela. Por cierto, El amor... estrenada en el Teatro Principal de Mérida, se proyectó posteriormente en el Salón Rojo de la ciudad de México en el verano de 1917. Meses más tarde, Cirerol y Martínez de Arredondo realizaron Venganza de bestia, película fraccionada en 10 episodios, que se anunció como la primera cinta ``serial'' concebida en la República mexicana. A partir de entonces Cirmar no volvió a intentar ningún otro filme importante, aunque Cirerol por su cuenta y riesgo continuó trabajando hasta 1925 articulando cortos de propaganda para el Partido Socialista de Yucatán. Durante la segunda década de nuestro siglo alentó también en la península otro camarógrafo, Santos Badía, autor de siete números del noticiario La revista yucateca que vino a recoger la problemática que ahora nos ocupa. Entre tanto terminábase Mi sueño, primer filme de dibujos animados hecho en nuestro país (¿existe en ella referencia al mundo maya?).
Ahora vayamos al encuentro de los cineastas de nuestros días, acercándonos a las imágenes de la famosa obra del director soviético S.M. Eisenstein; ¡Que viva México! (1931) mismas que fueron captadas por Eduardo Tissé y que muestran en el prólogo los rostros de carne y piedra de los hombres que pueblan y poblaron aquella legendaria cultura. Continuemos con La noche de los mayas (1939), de Chano Urueta, protagonizada por los yucatecos Arturo de Córdova y Daniel Chino Herrera y dialogada por el escritor emeritense Antonio Mediz Bolio; sigamos con Deseada (1950), de Roberto Gavaldón, otra vez Mediz Bolio en el guión, y los singularísimos paisajes de Yucatán encuadrados por Alex Philips, y con Raíces (1953), de Benito Alazraki, cuya penúltima historia, El tuerto, fue enmarcada en los henequenales y santuarios de la península (Izamal, Tizimin) e interpretada por dos tipos mayas (Miguel Angel Negrón y la nana Antonia Hernández).
Clausuremos este memorístico recorrido recordando Peregrina (1973), de Mario Hernández, que recoge en sus fotogramas el estrepitoso romance del célebre gobernador Felipe Carrillo Puerto y la periodista estadunidense Alma Reed, y La casta divina (1976), de Julián Pastor, que narra concordias y discordias entre los hacendados, el pueblo maya y el general Salvador Alvarado, representante de la revolución constitucionalista en aquellas tierras durante 1915 y 1918.
Hoy, Alberto y Francisco Bojórquez, director y fotógrafo respectivamente, Ofelia y Fernando Medina (actores-directores), Oscar Menéndez (documentalista) dan continuidad de varias maneras a las imágenes en movimiento de aquel siempre vivo espacio terrenal: el mundo maya.