Abelardo Avila Curiel
El derecho a la alimentación

El maestro Salvador Zubirán Anchondo nació en Cusihuiriachic, Chihuahua, el 23 de diciembre de 1898. Se graduó como médico cirujano en la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional, en 1923; cursó estudios de posgrado en el Hospital Brigham de la Universidad de Harvard, entre 1924 y 1925. En 1926 fue ayudante del doctor Gea González en el Departamento de Enfermedades Tropicales. Fue médico particular de Plutarco Elías Calles y de Lázaro Cárdenas; durante el periodo presidencial de este último fue miembro de la Comisión de Estudios de la Presidencia y encargado de despacho de la Secretaría de Asistencia Pública.

Durante el sexenio de Manuel Avila Camacho fue subsecretario de Asistencia Pública y dio comienzo a la que sería su obra más importante: el Instituto Nacional de la Nutrición (INN). De 1946 a 1948 fue rector de la UNAM, Premio Nacional de Ciencias 1968, miembro de numerosas asociaciones científicas nacionales e internacionales y autor de un número importante de artículos científicos.

Pionero, constructor, creador de proyectos que han trascendido al fin del milenio, el maestro Zubirán fue el primero en introducir la insulina en nuestro país; a él se debe en gran medida la modernización de la medicina y de los hospitales en México, así como la construcción de la Ciudad Universitaria.

Será difícil y doloroso para los miembros de su instituto acostumbramos a su ausencia física; sin embargo, su ausencia no será mayor: su espíritu desde hace mucho tiempo nos ha impregnado. De las múltiples facetas de su vida me quedo con el humanista nutrido en su larga amistad con Erich Fromm.

Formado en una época en la que estuvo de moda llamar a las alteraciones metabólicas ``enfermedades de la nutrición'', tuvo la sensibilidad, una vez pasada la moda, de conservar el nombre para el nuevo instituto creado en 1957 mediante la fusión del Hospital de Enfermedades de la Nutrición y el Instituto de Nutriología. El INN no sólo estaría dedicado a alcanzar la excelencia científica y el trato humano a los pacientes del hospital, sino que dedicaría una parte importante de su quehacer a investigar y proponer soluciones a los graves problemas de desnutrición en México.

Llegar a vivir 100 años fue uno de los pocos propósitos que no pudo satisfacer en su fructífera vida. Otro deseo incumplido fue el de erradicar la desnutrición infantil de México. En 1990, al comentar los resultados de la Encuesta Nacional de Alimentación, recordaba que en 1937 le había correspondido ``crear el Departamento Autónomo de Asistencia Social Infantil, para cumplir el deseo del presidente Cárdenas de dar atención adecuada a la niñez mexicana''.

Lamentaba, 50 años después, ``la agudización de la desnutrición en las áreas pobres y su repercusión en los niños, sobre todo en las zonas indígenas, seguramente la consecuencia más grave de la crisis económica''.

El maestro Salvador Zubirán propuso en 1986, y lo reiteró cuatro años después al recibir la medalla Belisario Domínguez, la elevación a categoría constitucional del derecho a la alimentación; insistía en que todos los mexicanos debían recibir las oportunidades y los recursos necesarios para una buena alimentación.

El mejor homenaje que podemos rendirle al maestro Salvador Zubirán es continuar su lucha para que se reconozca el derecho a la alimentación de los mexicanos (iniciativa congelada en la Cámara de Diputados desde hace más de cuatro años) y, sobre todo, lograr en un futuro inmediato la erradicación de la desnutrición que aún lacera a millones de niños en el país.