El doctor Salvador Zubirán no ha muerto, seguirá vivo en la memoria no sólo de los médicos que formó sino de los millares y millares de enfermos pobres que curaba prácticamente de forma gratuita a través del Instituto Nacional de Nutrición.
Zubirán fue desde 1944 hasta su muerte director de Nutrición, y de 1946 a 1948 rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro de su Junta de Gobierno de 1958 a 1962.
Yo recuerdo cuando un grupo de maleantes lo arrojó de la Universidad a escupitajos. Nada pude hacer por él. Me retenían unos atléticos bribones. La Universidad era un botín político y de esta manera expulsaron también al eminente doctor Ignacio Chávez, especialista del corazón y muy respetado mundialmente.
El doctor Zubirán, al cumplir los cien años, dijo: La vejez se anuncia con la pérdida de la vista, con la pérdida del oído y con la pérdida de la memoria. Yo estoy muy cerca de los noventa años y en efecto he perdido la vista, el oído y la memoria. La vejez es el precio que debemos pagar por haber vivido.
Sin embargo, para el doctor Zubirán la vejez no fue un tormento, sino un estímulo para redoblar su empeño, a sabiendas que la muerte estaba cercana.