Nuestras autoridades pretenden transformar en deuda pública los pasivos del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), que costará a los mexicanos poco más de 550 mil millones de pesos. Esto, de entrada, en caso de ser aceptado por los diputados, duplicará de inmediato la deuda pública mexicana. Es muy loable que el gobierno quiera proteger a los ahorradores, pero ¿cuándo se puso la camiseta para ayudar a los ahorradores, que éramos --o somos-- muchísimos más? Ahora resulta que el gobierno le pagará la deuda de usted, la mía y la de muchos mexicanos con dificultades de pago a los bancos; y los bancos nos seguirán ``apretando'' a nosotros para que les paguemos aunque sea vendiendo la camiseta.
No se vale. Si el gobierno absorbe la deuda, que será de todos, por lo menos, que proponga también fórmulas para que los deudores no se sientan ``con el agua al cuello''. Esto no son ganas de solapar flojos o trinqueteros, sino de entender que ninguno de los mexicanos deudores tuvo la culpa del famoso ``error de diciembre'', que hizo crecer sus deudas exponencialmente en unos cuantos meses. No se trata sólo de resolver el problema de los bancos, sino de resolver el problema de todos los mexicanos.
Es claro que, en el asunto del Fobaproa, parece no estarse midiendo a todos con la misma vara. No es posible, por ejemplo, dejar pasar una denuncia hecha por La Jornada. El diario informó que la banca comercial otorgó 604 créditos preferenciales por un monto de 92 mil 913 millones de pesos, de los cuales seis instituciones concentraron el 69 por ciento, con 64 mil 717 millones de pesos. Lo interesante y enfadoso, es que, al no ser cubiertos, los préstamos fueron a parar al Fobaproa de cuyo destino presentamos ya nuestros recelos. Según legisladores de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, existe la presunción de que los créditos se otorgaron a los principales socios de los bancos quebrantados.
Lo anterior podría significar que mientras se financiaban a sí mismos de manera ilegítima, los bancos hacían la vida imposible a quienes tocaron a sus puertas para solicitar préstamos pequeños. La historia sigue siendo la misma, los poderosos se despachan ``con cuchara grande'', si se equivocan o pierden, Papá Gobierno interviene y los salva. Si falla el mexicano pobre, el que vive al día, y se atrasa una mensualidad, caen sobre él los intereses, el IVA; los intereses sobre los intereses, los gastos de cobranza y el IVA correspondiente. El esquema es injusto, por supuesto, y llega el momento en que se quiebra. Entonces, se acude a los recursos fiscales, los que en teoría son de todos y se concibe un plan de salvamento. Pero sólo ayuda a las instituciones y no resuelve la situación de los deudores.
El tema inquieta y transluce la desigualdad, la injusticia y la impunidad que por desgracia campean en el país. Es importante desentrañar lo que hay detrás del Fobaproa, porque se presume que en algunos de los bancos privatizados hubo administraciones ineficientes e incluso manejos irregulares de los recursos del público ahorrador. Otro pendiente, es conocer a los destinatarios consentidos de los créditos, 550 beneficiarios (empresarios e instituciones) de préstamos mayores de 50 millones con una supuesta alta solvencia, que fueron rescatados a pesar de que contaban con los medios suficientes para pagar.
Es más, ya ni siquiera hay que pensar, estudiar o analizar nada. El caso de Angel Isidoro Rodríguez (El Divino) que ni siquiera pisó la cárcel al ser desempacado de España, dejó todo muy claro. Quien mejor lo expresó fue Eduardo Fernández, el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores: El Divino se autoprestó 400 millones de dólares y a través de Confía, Banpaís y Banco Unión benefició a sus familiares, ``pero debido a la forma en que se realizaron las transacciones, la ley no considera un delito no pagarlos... ese capital forma parte de los créditos que están en Fobaproa y, por tanto, esto forma parte de los recursos que tendrán que pagar todos los contribuyentes''. ¿Alguna duda?
Hay consenso en torno a la ejecución de las auditorías necesarias, a la apertura de la información en los términos legalmente permitidos y el castigo a los funcionarios o empresarios que incurrieron en malos manejos. Aunque esto último será muy difícil, dado que el marco legal mexicano ``es muy frágil'' como se observa en el caso de El Divino. En tales circunstancias, el problema del Fobaproa permanece con la imagen de ``bola de nieve'': no hay dinero que alcance; no hay pago de los créditos; la cartera vencida crece (a pesar de los rescates); y los bancos ya no pueden prestar. ¿Cómo detendrían el alud las autoridades? Y, sobre todo, ¿hacerlos deuda pública, será la solución justa para la gente y técnicamente viable para reencauzar la economía? Ojalá sepan cómo hacerlo.