La Jornada 13 de junio de 1998

Desdeñaron los Contemporáneos a López Velarde, recuerda Arreola

César Güemes, enviado/ II y última, Guadalajara, Jal. Ť Abre de este modo Juan José Arreola la polémica al inicio de su más reciente libro: ``José Luis Martínez tiene indudablemente razón al juzgar endeble y circunstancial la prosa política de Ramón López Velarde, que Elena Molina Ortega reunió por primera vez en un volumen en 1953, después de investigarla con laboriosa paciencia en archivos y hemerotecas. Pero aquí me importa otra cosa''. A fin de demostrar lo que de verdad le interesa, el autor invierte las 145 páginas siguientes que conforman el volumen Ramón López Velarde: el poeta, el revolucionario (Alfaguara). De manera anticipada al reconocimiento que recibirá la última semana de este mes en Zacatecas, por su dominio de la obra del jerezano, en su casa, a punto de comenzar una partida de ajedrez, concluye esta plática.

--Hable respecto de lo que ha sido su relación con el mundo religioso, que influye en usted y en López Velarde de manera muy similar.

--Para cuando yo era adolescente la mitad de la familia era casi hereje y la otra mitad católica. Sobre todo los hombres se fueron haciendo incrédulos, y las mujeres seguían al pie de la cruz. Teníamos una tía monja que fue en su género una maestra, durante más de 60 años dio clase de historia y literatura, María Arreola, hermana mayor de mi padre. Toma en cuenta que el mayor de mis tíos tendría ahora 125 de edad, Enrique. Entonces, en dos o tres generaciones nos remontamos al siglo XVIII, y se acarrean de viva voz las cosas. Por ejemplo, el mismo cura Hidalgo no era posible sin el pensamiento liberal. Y sin embargo, en la casa se les respetaba a estas personalidades como sabios, como críticos que tenían muchas habilidades. A Hidalgo le gustaba cultivar abejas y hacerle a la carpintería y a la mecánica. Esto a dos de mis tíos los seducía muchísimo, que el cura Hidalgo se diera tiempo para ser un artesano notable.

Crecer en una atmósfera rezandera

``En esa familia no es difícil que hayamos resultado algunos miembros picados de la araña, como mi hermana mayor que desgraciadamente murió muy joven, pero que estaba muy dotada para varias habilidades. En forma lamentable existía la influencia de mis tías que la metieron mucho al molde del catolicismo exacerbado. En cambio, la otra hermana, más liberal, siguió caminos distintos. Como mi madre, creyente pero sin ningún fanatismo. Se sabía, gracias a mis tíos los curas, chistes de beatas y cosas de esas. Entonces, ya había una especie de irrespetuosidad en la familia, siendo tan religiosa. Y yo era, dentro de este grupo, pues muy beatito. Una de mis tareas predilectas era decir misa. Tenía mis ornamentos, mis instrumentos del culto. Yo tenía eso y decía misa. Y hasta llegué a bautizar algunas muñecas. Vivíamos en esa atmósfera muy rezandera, de buenos rezos, rosarios con sus misterios y pascuas floridas.

``Y de pronto teníamos las brusquedades de los liberales, de don Gabino Barreda. Y luego el de aquí de Colima, que era un escándalo, Torres Quintero. No lo han estudiado nunca debidamente, pero es todo un personaje de la escuela de Barreda, y muy notablemente juarista. Lo respetaban mucho en Colima y aquí en Jalisco a pesar de que reconocían que era un librepensador. Eso de los librepensadores era tema de diaria conversación. Así que las sociedades eran muy compuestas y muy ricas, como en mi casa.''

--Ha hablado de la longevidad de los Arreola, y en sentido contrario a las cercanías que guarda usted con López Velarde, él muere muy joven, apenas con 33 años.

--La edad del Cristo en la cruz. La imagen eclesiástica, religiosa en general, es constante en Ramón: ``Dormir en paz se puede sobre sus castos senos/ de nieve, que beatos se hinchan como frutas/ en la heredad de Cristo, celeste jardinero;/ tiene propiedades hondas y los labios de azúcar,/ y por su grave porte se asemeja al excelso/ retrato de la Virgen pintado por San Lucas''. Después de eso se apreciará la influencia de uno de los poetas que más la tuvieron sobre Ramón, la de Leopoldo Lugones. Y también la de un colombiano, Luis Carlos López. Y la de un uruguayo, Julio Herrera y Reisig, que fueron maestros y ejemplos para la versificación nueva que se inaugura por entonces, como era de suponerse, con Rubén Darío.

--Aprende muy rápido López Velarde. Muere joven pero ya sabio.

--Tenía una facilidad enorme y una memoria espléndida. Todo se le quedaba. Y precisamente por eso hay cosas que de pronto nos han creado problemas. Por ejemplo, en la Suave Patria dice: ``Navegaré por las olas civiles/ con remos que no pesan porque van/ como los brazos del correo chuán/ que remaba la Mancha con fusiles''. Necesita uno meterse no nada más al diccionario y a la enciclopedia, sino al mundo de los chuanes, para saber que eran todo un movimiento, contrarrevolucionario y al mismo tiempo revolucionario. Los chuanes encontraron de pronto una veta económica salvándoles la vida y protegiendo a los ingleses que huían por el norte de Francia hacia Inglaterra. Esos eran los chuanes, a los que de pronto hace aparecer López Velarde. Seguramente fue algo que leyó en alguna novelita de esas que frecuentaba él. Todo se le quedaba y de todo hacía reminiscencia.

Dejar la escuela y aprender un oficio

--Pareciera que López Velarde está olvidado, aunque hay especialistas como usted. Es muy posible que en las escuelas primarias ya no se enseñe, siquiera, la Suave Patria. ¿Es un poeta en el olvido, don Juan José?

--Eso es algo curioso. Mi vida ya es larga y empezó temprano. Mi escolaridad casi no duró si la vemos formalmente. Pero mi otra escolaridad en años dispersos, interrumpidos, ya que nos cerraban la escuela, fue mucha. Decía Borges: ``Después de realizar sólidos estudios primarios...'' Yo en realidad sí tuve sólidos estudios de escuela primaria porque me eché tres veces el primer año, y tres o cuatro ocasiones el segundo. Mi hermano y yo éramos expertos en primero y segundo grados. Sobre todo practicábamos en los libros de lectura. En la casa teníamos cajones llenos de volúmenes escolares. Disponíamos de cantidades enormes de literatura, corrientona casi siempre pero a veces de primer orden. Ahí estaban desde luego Darío y Gutiérrez Nájera y Luis G. Urbina. Eran cajones del tesoro. Sacábamos uno o dos libros y nos pasábamos una semana dándole. Cuando llegamos a la escuela supimos desde el primer día leer de corrido y entonando las palabras, dándoles un sentido acústico. Por eso el maestro de turno se quedaba descontrolado. Todo eso se acabó en el cuarto de primaria. De ahí salimos a la calle, a trabajar, a aprender un oficio. Desde muy chico tuve que ganarme la vida.

``Mi hermano mayor fue más privilegiado porque mi padre lo necesitaba mucho para que le ayudara en las labores del campo, él montaba muy bien. Yo no cantaba mal las rancheras pero no fui un gran jinete. A cambio de la escuela, mi padre se preocupó porque aprendiéramos oficios. Nos llevaba a las herrerías a ver cómo se preparaba el material, ya fuera de una lima de acero o de un muelle de automóvil o un cuchillo. Mi padre tuvo la manía de escoger cuernitos transparentes para los mangos de sus cuchillos. También íbamos con los carpinteros, sobre todo con los que hacían muy buenos trompos. A uno de ellos le encargó mi tío Manuel unas churumbelas. Eramos los únicos muchachos que tenían churumbelas, aparte de los trompos. Son unos trompos pero de pie alto, y se lanzan con un instrumento especial, de madera.

``Pero déjame retomar lo de Ramón. Un hombre como don Justo Sierra no podía ser lopezvelardeano porque Ramón era muy escandaloso a sus ojos, y don Justo resultaba un tipo muy atenido a su nombre. Ya después, la racha dura contra López Velarde viene con los Contemporáneos, donde


anda Octavio de adolescente, arrimándose. Xavier Villaurrutia, que después es el primero en rendirle gran tributo, cuando estaba de muchacho sobre todo con el maricón de Novo, era un pavor. Ramón para ellos lo que significaba era el payo: ¿cómo ese payo, que anda vestido de cura, con zapatones boleados, va a venir a darnos clase de literatura? Lo choteaban mucho. Hay varios poemas publicados que son un choteo de la poesía de López Velarde. Le dijeron, por ejemplo, que era el poeta bendito de las criadas, y ese fue el mejor homenaje. Claro, como él no se bajaba de las azoteas, qué le iba a ofender eso.

``El mismo Octavio Barreda escribió los peores poemas de choteo para Ramón. Algunos tienen gracia, pero la mayoría son tontos porque se van nada más a la esdrújula y a los juegos más fáciles. López Velarde desde luego que ni los tomaba en cuenta. Pero Xavier se dio cuerda cuando era su profesor de preparatoria. El mismo Pellicer, a pesar de que le dedicó su primer libro, tenía su reconcomio contra Ramón. Lo reconoce como poeta, pero yo todavía tuve discusiones con Carlos al respecto. Y a mí me desesperaba. Y al mismo tiempo me daban risa las actitudes de Octavio Paz, moderadas por Rodolfo Usigli, que le tenía un gran afecto a López Velarde. Pero en ese momento Octavio estaba en la calle.''

--Era considerado, quizá, un poeta local.

--De plano de pueblo. Pero ese poeta de pueblo le da cinco veces la vuelta a Paz, a toda su obra completa. Yo quise mucho a Octavio, pero casi desde el día en que nos conocimos nos peleamos. Nos tratamos de a tiro al tú por tú. El no me pidió ninguna deferencia o atención o respeto. De todas maneras yo no se lo hubiera dado. Me trató al tú por tú, desde que nos conocimos, y antes de París en Nueva York.

Fanatismo insoportable

--¿En qué época fue eso, maestro?

--En 1945, cuando yo iba a tomar el barco a Nueva York para dirigirme a París. Ahí estaba Octavio de tercer secretario del consulado, con Juan de la Cabada, él nos presentó. Nos saludamos y entrevistamos por primera vez. Yo tenía que ir al consulado todos los días para que me informaran cuándo había sitio para mí en el barco. Te diría que en Nueva York nos caímos bien porque no hubo tiempo de caernos mal. Pero en París, ya con la intervención de Usigli, las cosas fueron distintas. A Octavio le desesperaba mucho que yo le tuviera tanto respeto a Rodolfo. Ellos se ponían a discutir siempre. Yo ya era un lopezvelardeano consumado y me la jugaba con todos. Por eso pude sostener amplios puntos de vista ante Paz y Usigli. A mí Octavio no me servía ni para el primer golpe de rayuela, si yo me sabía a Ramón de memoria.

``El caso es que Octavio moría por André Breton. Y tanto que yo no quise conocer ni a Artaud ni a Louis Aragon, ni a toda una serie de poetas nada más por su fanatismo. Era un fanatismo insoportable. Luego se le atenuó por la poesía inglesa. Se interesaba mucho por lo último de lo último. Pound, digamos. Pero que me vinieran a mí con que han leído a Ezra Pound, que se dedicó a tomarle el pelo a media humanidad. Hubo quien lo leyó en serio, porque Pound sí era hombre de talento pero ni él mismo se creía sus cosas. Yo a veces leía las notas de Eliot, que también era muy frecuentado por Octavio. Recuerdo una nota al pie: ``Aquí sigo pensando en la baraja española''. Y yo veía el pasaje y no aparecía la baraja por ningún lado. Entonces, que ese cabrón estuviera pensando en la baraja española, ¿qué chingados nos importaba? Pues nada. Era todo una broma tremenda.''

--Tenemos entendido que pronto estará en Zacatecas para recibir un reconocimiento como uno de los especialistas de López Velarde, honor que comparte con José Luis Martínez. ¿Qué le dice ir a la tierra del maestro?

--Me dice que ya es hora de poner en orden mis cosas. Hace poco, cuando se hablaba de la publicación de este libro mío sobre Ramón, me dijo José Luis: `Oye, Juan José, creo que ya va siendo hora de que te diga esto, tenemos que pensar en colgar la pluma'. Y yo le respondí: pues tienes mala memoria, porque yo te he dicho lo mismo tres veces. Pero eso no fue todo, le dije más: y aparte de colgar la pluma, lo que tú y yo debemos ya de ir meditando es en colgar los tenis. Se rió José Luis, claro. Pero es algo que sí pienso.