Guillermo Almeyra
Guerrillas: los fines y los medios

Fidel Castro ha declarado recientemente que la fase de las guerrillas está terminada y los ejemplos peruanos o colombianos parecen darle la razón, no sólo por la incapacidad de aquéllas de prender en la población sino, además, por los fuertes riesgos de degeneración y por la opor- tunidad que brindan, paradójicamente, a sus peores adversarios pues las tendencias más reaccionarias y dictatoriales utilizan el pretexto guerrillero para atacar los restos de los espacios democráticos anteriormente conquistados por vías pacíficas, legales o no.

Pero esa afirmación debe ser relativizada. Al respecto no pretendo remitirme a los padres de la Iglesia que ya hace muchos siglos teorizaron el ``legítimo derecho de resistencia a la opresión'' ni recordar tampoco que la palabra ``guerrillas'' es un aporte de nuestra lengua porque ellas son el recurso de una población campesina poco armada contra ejércitos profesionales (como el de Napoleón en España, el español en las guerras de independencia, el francés en Argelia o Indochina o el yanqui en Vietnam) para hacerles pagar altos costos y vencerlos, no con las armas, sino con el desgaste político.

Quiero, simplemente, recordar que, allí donde haya poblaciones rurales decididas a derribar un gobierno que consideran no sólo ilegítimo sino también injusto y donde el mismo recurra a la violencia al no tener consenso, podrán existir bases sociales, culturales, políticas para la guerrilla, al menos entre los sectores más desesperados de la población.

Lo que vale la pena discutir son las condiciones en que la guerrilla, como medio, puede servir a los fines declarados de liberación o de conquista de la democracia y las características esenciales que debe tener para poder encontrar un apoyo de masas sin el cual no podrán jamás derrotar al opresor.

En primer lugar, éste debe ser visto como tal por la mayoría de la población y no sólo por la minoría que decide hacer la guerrilla o que simpatiza con ella. Un opresor extranjero unirá a casi todos en una lucha de liberación nacional que puede transformarse también en una lucha por la liberación social (como en algunos lugares de la Europa ocupada por los nazis o en China e Indochina), pero en los países formalmente independientes el opresor nacional tendrá en cambio apoyos sociales propios y, además, contará con el instrumento de la dominación política y cultural que le granjearán la resignación o la pasividad de buena parte de los oprimidos.

Conquistar la hegemonía entre éstos, ganar sus mentes, convencerles de la posibilidad y viabilidad de un cambio político es, en este caso, la tarea esencial pues hay que erradicar de la cabeza de la mayoría de la gente la aceptación --por atraso, conservadurismo, temor o falta de esperanzas-- de una política antipopular y antinacional. Esta es una tarea política, programática, educativa, organizativa esencial que la guerrilla, por fuerza clandestina y unida por la disciplina militar, no puede realizar.

Para ella se necesita no sólo la elaboración de propuestas concretas alternativas creíbles y factibles sino también convertirlas en acciones multifacéticas y cotidianas, dar piernas y brazos a las ideas en los movimientos sociales de todo tipo, urbanos y rurales, construir conciencia y consensos, echar raíces en los medios populares. Se necesita, por lo tanto, un partido-movimiento, canalizador de la protesta, educador, intelectual colectivo capaz de aprender de los movimientos y de socializarlos y politizarlos.

Una guerrilla, a la peruana o centroamericana, que cree tener la verdad y llevar la luz a los desposeídos y explotados y sustituye el arma de la razón por la razón de las armas reproduce en su seno la visión centralista vertical del Estado que combate y no hace de la gente común un protagonista de su propia liberación. Una guerrilla tipo Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia enquistada sólo en la defensa de los campesinos de una zona y carente de propuestas generales en el plano económico y social, no es capaz de hacer política nacional, de romper el cerco político-ideológico que la limita.

En el origen de la transformación social del mundo está el verbo o sea, el programa, y está la acción política paciente, utilizando todos los espacios legales mientras ello sea posible. El fin, en efecto, no puede estar en contradicción con medios que, independientemente de la voluntad de quienes los utilizan, impiden razonar, convencer, organizar, conquistar la hegemonía cultural y política. El fórceps puede ser un medio eficiente para acelerar un parto difícil, pero si no hay embarazo o si el parto es aún prematuro, el fórceps puede provocar un aborto mortal.

[email protected]