Se tardó como podía esperarse, pero el momento del segundo acuerdo de reducción de producción petrolera llegó. La negociación era, es y será complicada. Eso lleva a que estos acuerdos tarden en concretarse. La negociación es complicada porque no sólo están de por medio los tres países que, en los dos casos, han iniciado y detonado el proceso. Los demás exportadores también tienen mucho que ver. Al no haber, como cuando las negociaciones se hacían en reuniones de la OPEP o bien entre los países de ésta y otros exportadores (como las reuniones de Londres de 1988 y 1989), un canal único de discusión y en un mismo lugar, las consultas y debates son demasiados y entre muchos actores, a menudo de dos en dos. Es más, el pleno alcance del acuerdo se irá viendo a medida que otros productores se sumen a él.
Aunque fuera difícil de lograr, había -como se ha dicho y escrito- una necesidad económica que llevaría al acuerdo como única salida posible a la situación que se había dado. Habíamos visto una recuperación a raíz del primer acuerdo de reducción de exportaciones, pero ese aumento era insuficiente. Los precios seguían siendo insostenibles para muchos de los exportadores, y el acuerdo era necesario. En el caso de México, la falsa salida de los recortes presupuestales sólo trajo de regreso situaciones más recesivas en nuestra economía e incluso redujo el ritmo de la inversión extranjera: indirectamente, contribuyó a dañar más nuestra balanza de divisas.
El acuerdo entre exportadores, en cambio, contribuye a recuperar esa balanza. Cualquier cálculo sobre lo que vamos a dejar de recibir por bajar el volumen de crudo exportado es superficial e incompleto. El efecto del aumento del precio de venta será claramente superior al de la reducción en el volumen de ventas, y nos quedará más petróleo que, no está de más recordarlo, es un recurso no renovable.
Otro efecto positivo de la reducción, que ya se apreció con la anterior limitación de nuestras exportaciones, es que se debe recurrir más a la refinación. Esta última, que andaba de capa caída y que en algunos meses incluso se había reducido, ahora recibe más atención: no se puede exportar más crudo, la forma de mejorar la balanza de pagos petrolera es sólo reduciendo importaciones de refinados, especialmente gaso- lina, y aumentando las exportaciones de los mismos.
Va a representar un cierto alivio para nuestra economía el papel del ingreso petrolero derivado de estos acuerdos y de los previsibles aumentos en el precio de exportación. La inversión extranjera, como dijimos, está mostrando cifras inferiores a las previstas oficialmente, sobre todo como resultado de los famosos recortes presupuestales. Esto significa que la balanza de divisas en el año será peor que la estimada, y que la economía es y será, digamos, menos saludable. El aumento en el precio del crudo exportado, entonces, va a contribuir a compensar esto en alguna medida.
No me queda muy claro de dónde pueda venir la versión de que no se descarta un nuevo recorte; de lo que sí estoy seguro es de que sería un grave error redundar en lo que ya mostró sus consecuencias negativas para la economía nacional. Lo que sí procede es fortalecer los proyectos de refinación, defender el precio del petróleo conjuntamente con los demás productores e incluso con los importadores con más visión, e impulsar de ésta y otras formas un desarrollo sostenido y sustentable.