Nadie se atreve a salir del pequeño café de chinos.
En la puerta, el joven guardia Alejandro Rosete intenta calmar a su perro doberman, que trata de morder todo lo que se acerca.
Los clientes están asustados. Nadie sale a pesar de que el muchacho -delgado, uniforme negro con un águila dorada en la espalda, tolete despintado y botas tipo militar- aleja unos metros al animal.
El episodio dura tres minutos. Luego, todo mundo respira.
El dueño del negocio, Juan Liu, dice que contrató al muchacho y su perro porque fueron lo más barato que encontró. Y por otra razón: sabe que el perro no se va a robar nada. ``Con los guardias siempre arriesgas, luego les sale lo ambicioso. Y además necesito cuidarme, porque ya me han asaltado varias veces''.
Por estas razones soporta a la pareja: un perro bravucón y escandaloso y un muchacho que trabaja por primera vez en algo semejante.
Los perros contra asaltos son cada vez más comunes en la ciudad de México. Desde hace cuatro años han crecido como una plaga y si antes se les veía sólo en unos cuantos negocios caros, hoy hasta pequeños cafés como el de Liu, en el rumbo de La Villa, cuenta con sus caninos servicios.
El perro de la casa
Nadie sabe cuántas personas o empresas se dedican a la vigilancia con perros. Las autoridades tampoco.
La Secretaría de Seguridad Pública tiene registradas 458 empresas de vigilancia privada de todo tipo, pero la Comisión de Seguridad de la Asamblea Legislativa calcula que tan sólo en el Distrito Federal existen 2 mil 700.
En las estadísticas no aparecen las dedicadas a la vigilancia con perros, aunque el Consejo Nacional de Seguridad Privada afirma que únicamente cinco se pueden considerar serias.
``Hay algunas cuyo domicilio es un apartado postal, o también se dan casos de empresas familiares, donde el papá es el entrenador, los hijos son guardias y la mamá es gerente y secretaria'', dice Juan Antonio Arámbula Martínez, director de la empresa Sistemas de Protección Canina.
-¿Y los perros?
-Muchas veces son los de su casa, o hasta los recogen de la calle. La ley establece que el registro es obligatorio, pero no tiene sanciones para quien incumple.
En estas condiciones, añade, cualquiera puede entrarle al negocio. Y con el crecimiento del índice delictivo, es seguro que encontrarán trabajo, porque la demanda es mucha.
El 11 de mayo pasado, en un diario capitalino aparecieron anuncios que ofrecían trabajo a mil 500 personas como guardias de seguridad. La experiencia, indicaba la publicidad, no era necesaria.
Las virtudes de Boris
``¡Aguas!'', grita Jorge Rodríguez Pérez, entrenador de Sistemas de Protección Canina.
Boris, un perro pastor alemán de dos años, se pone en alerta, y a la siguiente orden corre hacia el joven que hace de ladrón.
El perro se lanza hacia el talón derecho del sujeto que, pirueta de por medio, cae de espaldas. Trata de zafarse, pero Boris lanza la mordida a la entrepierna. Todo dura apenas unos segundos.
El presunto ladrón se queda quietecito. El perro lo soltará sólo cuando reciba la orden.
Después de seis meses, Boris está listo para salir a trabajar. Es único en su generación, porque según Arámbula Martínez no todos los perros sirven como vigilantes.
``Son como los seres humanos, cada uno tiene su vocación y el entrenamiento sirve para encontrarla'', dice.
Thomas Gottlieb, director del Criadero Von Gosslar, explica que de cada 400 animales sólo el 10% tiene vocación de vigilante. Y de éstos, ``nada más uno puede ser brillante'', es decir, fuerte, ágil, obediente, que se crezca al castigo.
Detectarlos es un trabajo especializado que cuesta mucho dinero. Alimentarlos y entrenarlos mucho más, sin contar el salario de los guardias.
En promedio, el servicio cuesta de 4 mil 500 y 5 mil 500 pesos por mancuerna (guardia y perro) al mes, pero en el DF existen empresas que cobran desde 800 pesos. ``El que los contrata está corriendo un riesgo, porque nadie puede creer que sean serios'', dice Arámbula Martínez.
Es el caso de Alejandro Rosete y su escandaloso perro doberman. Por cuidar la puerta del café de chinos recibe mil pesos al mes.
Debió ser el caso de un perro que mandó a una niña al hospital, hace unos meses, en el valle de México, porque la pequeña quiso jugar con él.
La capacidad de fuego y la mordida
``Un perro es un arma potencial que causa mucho más daño que una pistola'', dice Arámbula Martínez. ``Cuando disparas una pistola ya no puedes detener la bala, pero a los animales sí les puedes suspender la orden de ataque''.
Más virtudes: los animales están entrenados para detectar el peligro, por lo cual avisan cuando se acerca un sospechoso.
El director de Sistemas de Protección Canina cuenta que en un concierto de rock cinco jóvenes punks ``escandalizaban'' y un policía auxiliar quiso enfrentarlos. Los chavos le quitaron la pistola.
En cambio, cuando se enfrentaron con un guardia desarmado pero con su perro, la cosa cambió. ``Cualquiera se le pone al brinco a un policía, porque sabe que a lo mejor no va a dispararle. Pero con un perro no razonas, porque quieras o no, te va a morder''.
Finaliza la historia: los jóvenes ni se acercaron al perro.
``El ser humano puede tener una capacidad de fuego mayor a la del policía. Pero no tiene una capacidad de mordida mayor a la de un perro'', sentencia Arámbula.