La Jornada Semanal, 14 de junio de 1998
A fuerza de pensar en tus historias
Y evocando tristísimas memorias,
¿He interpretado tu pasión? Lo ignoro,
Sólo sé que, si tú lo encareces
y sentir con tu propio
sentimiento,
han venido a agolparse al pensamiento
rancios
recuerdos de perdidas glorias.
porque siempre lo ido es triste,
siento
amalgamar el oro de tu cuento
de mi viejo román con las
escorias.
que me apropio al narrar,
algunas veces,
el goce extraño y el ajeno lloro.
con tu ardiente pincel, serán de
oro
mis versos, y esplendor sus lobregueces.
¿Por qué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último
celaje
de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje,
árido y
triste, inmensamente triste.
Si vienes del dolor y en él nutriste
tu corazón, bien vengas al
salvaje
desierto, donde apenas un miraje
de lo que fue mi
juventud existe.
Mas si acaso no vienes de tan lejos
y en tu alma aún del placer
quedan los dejos,
puedes tornar a tu revuelto mundo.
Si no, ven a lavar tu ciprio manto
en el mar amarguísimo y
profundo
de un triste amor o de un inmenso llanto.
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad
arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por
horrendo tajo.
Bloques gigantes que arrancó de cuajo
el terremoto de la roca
viva;
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda, ni
un atajo.
Asoladora atmósfera candente
do se incrustan las águilas
serenas,
como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez, pavor tremendos
que viene sólo a interrumpir
apenas
el galope triunfal de los berrendos.
En la estepa maldita, bajo el peso
de sibilante grisa que
asesina,
irgues tu talla escultural y fina
como un relieve en el
confín impreso.
El viento entre los médanos opreso
canta como una música
divina,
y finge, bajo la húmeda neblina,
un infinito y solitario
beso.
Vibran en el crepúsculo tus ojos
un dardo negro de pasión y
enojos
que en mi carne y mi espíritu se clava;
y destacada contra el sol muriente,
como un airón, flotando
inmensamente,
tu bruna cabellera de india brava.
La llanada amarguísima y salobre,
enjuta cuenca de océano
muerto,
y en la gris lontananza, como puerto,
el peñascal,
desamparado y pobre.
Unta la tarde en mi semblante yerto
aterradora lobreguez, y
sobre
tu piel, tostada por el sol, el cobre
y el sepia de las
roscas del desierto.
Y en el regazo donde sombra eterna,
del peñascal bajo la enorme
arruga,
es para nuestro amor nido y caverna,
las lianas de tu cuerpo retorcidas
en el torso viril que te
subyuga
con una gran palpitación de vidas.
¡Qué enferma y dolorida lontananza!
¡Qué inexorable y hosca la
llanura!
Flota en todo el paisaje tal pavura
como si fuera un
campo de matanza.
Y la sombra que avanza, avanza, avanza,
parece, con su trágica
envoltura,
el alma ingente, plena de amargura,
de los que han de
morir sin esperanza.
Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las
pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo el sol ya muerto,
y en nuestros desgarrados
corazones
¡el desierto, el desierto... y el desierto!
¡Es mi adiós!... Allá vas, bruna y austera,
por las planicies que
el bochorno escalda,
al verberar tu ardiente cabellera,
como una
maldición, sobre tu espalda.
En mis desolaciones ¿qué me espera?...
-ya apenas veo tu
arrastrante falda-
una deshojazón de primavera
y una eterna
nostalgia de esmeralda.
El terremoto humano ha destruido
mi corazón, y todo en él
expira.
¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!
Aún te columbro y ya olvidé tu frente:
Sólo, ¡ay!, tu espalda miro,
cual se mira
lo que huye y se aleja eternamente.
Envío
En tus aras quemé mi último incienso
y deshojé mis postrimeras
rosas.
Do se alzaban los templos de mis diosas
ya sólo queda el
arenal inmenso.
Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso!
¡Qué andar por entre
ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me
duele el pensamiento cuando pienso!
¡Pasó...! ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En ti ni la
moral dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.
Y en mí, ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor
en la conciencia
y qué horrible disgusto de mí mismo!