La Jornada Semanal, 14 de junio de 1998



Rafael Montejano y Aguiñaga

crónica

El epistolario de Manuel José Othón

El sabio y cuidadoso Padre Montejano y Aguiñaga glosa este epistolario marcado por los entusiasmos y las caídas del ánimo. Lo enriquecen la forma de crónica usada por Montejano, los comentarios de Othón sobre sus breves estancias en la pecadora Babilonia mexicana, sus amores operísticos y sus proyectos casi siempre derrotados por la realidad más fuerte que su esperanza.

En cierto día -domingo quizá- del año de 1877, cuando el poeta Manuel José Othón, con sus dieciséis años sin cumplir a cuestas, iba o venía de asistir a misa en el templo de San Francisco, en San Luis Potosí, divisó en el desfile de muchachas a una -Josefa Jiménez- que, a la vista, le prendió el corazón. Se hizo amigo de la chica, unos meses menor que él. Tres años después, el 8 de abril, le confesó su amor en un breve billetito, escrito a lápiz. Josefa -o Esther, como la llamaba Othón- se hizo del rogar. No contestó al recado. A este siguieron otros -diez, por lo menos-, en los que el poeta suplicaba correspondencia, dando pruebas de amor y de indescriptibles sufrimientos. Dos meses después se rendía Pepita, poniendo su amor en las manos de Manuel José.

Declaraba en el primer billete, de 8 por 13 centímetros:

Pepa anotó más tarde en el mismo pedazo de papel: ``Martes 8 de abril de 1877.''

Los novios mantuvieron largas relaciones -junio de 1877 a febrero de 1883- que acabaron a los seis años en matrimonio formal. La madre de la novia no veía con buenos ojos al poeta. Incluso le corrió muchos desaires. Por consiguiente, las comunicaciones entre ellos fueron, unas veces, de palabra, en visitas furtivas a media noche; otras -no pocas-, por escrito. Así se cruzaron entre los novios muchas cartas. Después, ya casados, Othón emprendía frecuentes viajes que lo separaban de la esposa, y, en la ausencia, el telegrama, la tarjeta o la carta, eran frecuentes. Con todo este abundante material -cartas que iban y cartas que venían- se formó el Epistolario Othón-Jiménez.

Desgraciadamente, este Epistolario, tan importante para el estudio del hombre Othón, no está completo. Sabido es que al morir Pepita, de acuerdo con su voluntad muchas veces expresada a su sobrina la señorita Isabel Staines, su filial compañera de muchos años, ésta quemó cuanta carta tuvo a mano. Se creyó entonces que habían sido destruidas todas las epístolas que Manuel José envió a su esposa. No fue así. Pepita tuvo el feliz descuido de no haber conservado los papeles en un solo legajo. Cuando formábamos el inventario de los papeles de Othón, descubrimos sesenta y una cartas. Son las que adquirió la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Logramos convencer a la Srta. Staines del valor de los escritos que ella descubrió luego. Así salvamos otras cartas y tres telegramas. Pudimos reunir más de un centenar de misivas. Quedó en el misterio la cantidad y la calidad de las que fueron incineradas.

El Epistolario de Othón es indispensable para el conocimiento de la personalidad del poeta, de su vida y de su mismo entorno literario. Lo hemos dividido, tanto por el tema como por el estilo y los destinatarios, en dos partes: las cartas a la esposa y las cartas a los amigos, de las cuales don Jesús Zavala publicó cuarenta y dos. Estas últimas, especialmente las dirigidas a intelectuales, están limadas y son, por lo general, de interés crítico; en algunas da y pide pareceres. Las otras, a la esposa, escritas en aras de la intimidad, son descuidadas y desordenadas. Bajo el punto de vista artístico, son simples confidencias, sinceras y espontáneas. Manuel José, si era franco con los amigos, mucho más con la esposa, según lo que alguna vez escribió a don Juan B. Delgado:

En lo que se refiere al arte, las cartas a Pepita descubren datos importantísimos. Es el mismo poeta quien, en la intimidad de las confidencias a la mujer, comunica ingenuamente sus sueños, frustraciones, éxitos y vivencias en el mundillo intelectual. A través de esas confidencias alcanzamos a saber de algunas obras que Othón pensó escribir, de otras que inició o concluyó y aun de algunas que se encuentran perdidas. De una de éstas -hasta ahora no conocida más que por el nombre- podemos saber ya, cuando menos, cuál es su argumento. Tal es el caso de La sombra del hogar.

* * *

El interesantísimo ``epistolario conyugal'' comprende treinta años. Se inicia en 1877 y concluye con la muerte de Othón en 1906. Empieza -nada menos- con la transcrita declaración de amor de Manuel José a Josefa. En todo ese año -1877- no aparece para nada el arte. El tema dominante era muy corto. Hemos de esperar hasta el siguiente año para que asome la primer confidencia. El 7 de enero de 1878 escribía a Esther:

Aficionadísimo al teatro desde su juventud, ya sea como autor ya como espectador, habla aquí de tres piezas dramáticas, perdidas las tres. Más todavía, ni siquiera sabíamos que hubiese escrito -porque dice que concluyó Sendas de amor y Con el alma y con la espada. Con estas dos obras -cuya existencia se ignoraba-, con La sombra del hogar -cuyo argumento descubrimos luego- y con Herida en el corazón, llegan a cuatro las obras teatrales de Othón que se perdieron. La quinta obra dramática perdida era La cadena de flores, descubierta y publicada por el Lic. Zavala.

En carta que el poeta dirigió a Juan B. Delgado, el 22 de noviembre de 1901, no alude explícitamente a ninguna de estas obras, antes bien, parece que rectifica la carta anterior: ``...y por lo que toca a las dramáticas, no tengo publicadas más que dos dramas (Después de la muerte y Lo que hay detrás de la dicha) y un monólogo (Viniendo de Picos Pardos), pues las demás, varias que tengo, ni concluidas están''.

En mayo de 1876 -un año antes de declarársele a Pepita-, Othón, Colunga, Dávalos y otros fundaron en San Luis Potosí la ``Sociedad Alarcón'', integrada por los mejores escritores aficionados de entonces y que llenó su vida con magníficas tertulias. A esto se refiere el poeta en carta del 27 de febrero a la novia ausente:

Lola, a la cual se refiere aquí, es Dolores Jiménez, la inquieta hermana de Josefa, escritora a favor de Emiliano Zapata, que vivió aventuras y sufrimientos sin cuenta durante la revolución. Por 1919 ella le escribía a Pepita:

El anunciado periódico de la Sociedad Alarcón sí apareció, pero año y medio más tarde, el 7 de septiembre de 1879. La Esmeralda publicó en su primer número ``La Loca de las Olas''.

Hacia 1890, después de andar -``abogado de la legua'', decía él- por Cerritos, Guadalcázar y Tula, Tamps., Othón volvió a San Luis. Para entonces ya era un poeta y autor teatral de renombre. Incluso en la Metrópoli -en 1885 cuando María de Jesús Servín presentó Después de la Muerte- había recibido grandioso homenaje. El gobernador del estado D. Carlos Díez Gutiérrez le dio empleo y en 1892 lo llevó a la ciudad de México en calidad de secretario. Desde allá -en fino papel con membrete de ``Correspondencia Particular del Gobernador del Estado de San Luis Potosí''- le escribía a Pepita el 24 de mayo:

La capital, con las espléndidas recepciones que le tributaban, con sus tertulias, donde gozaba con la presencia de los amigos que lo querían bien y con las abundantes oportunidades para escribir, fascinaba a Othón. En ella, más que en ningún otro lado, se volvía verdad lo que de él afirmaba Urbina: ``Visitaba las urbes con atolondramiento de colegial en fiesta.''

En este mismo viaje, lo aguardaban más sorpresas. Todo se lo confía a Pepita. Le informa de lo que hace, de lo que le hacen y de lo que piensa hacer. El 1o. de junio le escribía: