Carlos H. Avila Bello

El drama de nuestros bosques

El mes pasado tuve la oportunidad de transportarme en avión a Chiapas. El espectáculo desde al aire resultó terrible: toda la zona hasta donde mi vista abarcaba y en la ruta del avión, que pasó por el DF, los estados de México, Puebla, Tlaxcala y una pequeña parte de Veracruz, ya que toda la zona Golfo se encontraba bajo la influencia de nortes, presenta altos grados de deforestación y erosión; literalmente no se ve un solo árbol, excepto en los volcanes, y aun éstos se encuentran amenazados por los incendios.

Posteriormente, gracias al financiamiento de la Conabio, pude comprobar en el Pico de Orizaba, sobre el terreno de los hechos, que el uso de nuestros recursos forestales lleva un camino equivocado. No es sólo la excepcional cantidad de incendios que se han presentado este año, sino también la forma como se han extraído los recursos. En ese lugar, los incendios se unen a la necesidad de la gente de contar con un ingreso económico extra, ya que la actividad principal es la agricultura, que les permita sortear la crisis.

Ese ingreso proviene de árboles; sin embargo, las condiciones que crean para que las demás especies (no sólo de plantas y animales, sino también de hongos, bacterias, actinomicetos del suelo) puedan encontrarse allí, se reproduzcan los ciclos del nitrógeno, carbono, azufre, fósforo y agua, están cambiando drásticamente, es decir, se está destruyendo el hábitat; además, se expulsa y condena a la miseria a los campesinos e indígenas de esas zonas.

Las comunidades que poseen esos recursos tienen un alto grado de marginación, no se destinan suficientes recursos económicos y materiales para que las instituciones encargadas puedan llevar a cabo investigación científica en esas áreas. A ello debemos aunar que la institución más importante del país, por su tamaño, el INIFAP, tiene como prioridades forestales al hule y la palma africana, ambas introducidas, es decir, no son nativas.

¿No significa nada que México sea el centro mundial de diversificación del género Pinus y que aquí se encuentren la mitad de sus especies? ¿No significa nada que el país sea el quinto en megadiversidad en el mundo?

De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la pérdida de bosques, suelo y agua en los países latinoamericanos se encuentra en niveles que van de importantes a críticos; además, se apunta también que esos fenómenos van en ascenso. ¿Soluciones? Me parece que las hay, algunas pueden ser:

1) Destinar más recursos económicos para la contratación de personal científico, especialmente jóvenes que inyecten entusiasmo y energía a esta actividad y puedan cubrir por lo menos las áreas que requieren más atención.

2) Redefinir las prioridades forestales del país en un foro abierto, en el que participen productores pobres y ricos, científicos y autoridades.

3) Mientras lo anterior se da, establecer, junto con los productores de cada región y de acuerdo con sus condiciones ecológicas, sistemas agroforestales en curvas de nivel, con especies frutales, así como para la leña y construcción; debe recordarse que el mayor consumo de madera en México y en el mundo se destina a energía (para calentarse, cocer alimentos o bañarse).

4) Capacitar a los productores para la producción, administración y autogestión forestal comunitaria. En este último aspecto puede argumentarse que el uso comunitario de los recursos naturales conduce a su deterioro inevitable, como lo propuso Harding (1968) en su trabajo La tragedia de los comunes, pero existen muchas experiencias, tanto en México como en el mundo, respecto a la utilización comunitaria exitosa de los recursos naturales, lo que contradice las dos vías que Harding proponía (uso privado o estatal).

Puede sonar contradictorio, pero inicialmente es importante que el Estado aporte los suficientes recursos económicos para atender esos aspectos. De acuerdo con el PNUMA, los recursos necesarios para educación ambiental, protección, restauración -y agregaría la investigación científica- no deben ser menores a 2 o 3 por ciento del PIB.

Eso es de la más alta prioridad, si no, en un futuro no muy lejano podremos decir: ``México era uno de los países con más diversidad de pinos y angiospermas, y uno de los de mayor megadiversidad en el mundo''.

¿Esperaremos a que eso pase o cambiaremos antes la visión que se aplica actualmente respecto al uso de nuestros recursos naturales y la capacidad que tienen los indígenas y campesinos de manejarlos autogestivamente?

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