Juan Soto Ramírez
Travesuras de la imprecisión: el caso del error
Para cometer un error no se necesita ser un inepto. A cualquiera le puede pasar. En cada situación y suceso cotidianos, nada garantiza que la certeza aparezca como un atributo de verdad; por ende, no se necesita contar con un doctorado en meteorología para saber que el verano será más cálido que el invierno, como tampoco haber leído un millar de volúmenes acerca de la afectividad para descubrir que uno es capaz de despertar breves pasiones en algunas personas.
En el caso de las relaciones afectivas, se da por sentado que las sonrisas resplandecientes, las miradas furtivas, la erubescencia y otras cosas, pueden ser el indicio de un bello romance y, por tal motivo, las predicciones que se realizan en torno al fenómeno también pueden ser orientadas de la misma manera como se hace en el caso del clima. Lo cierto es que, tanto en uno como en otro, se puede fallar.
Tanto el clima como el comportamiento son impredecibles al ciento por ciento y no responden a cuestiones de regularidad, ya sea porque la predicción no fue correcta o los sucesos que aparecieron después de su formulación cambiaron el sentido.
Los errores se encuentran en el dominio de las fuzzy informations, y por ello podemos decir que son como un ``conjunto de travesuras de la imprecisión''. El error no es una desviación de la verdad, sino una forma mental en contradicción con una verdad establecida históricamente, y también es construido socialmente. La falsa creencia de que el Universo giraba alrededor de la Tierra se apegaba más a una serie de condicionantes y situaciones de control y sumisión ideológicas que a la construcción de una verdad científica. Al hacerse insostenible aquel mito que por mucho tiempo sostuvo cierto cuerpo de creencias religiosas, el escenario que se había armado en torno a ello se vino abajo, provocando, bien que mal, el escándalo público y se tuvo que aceptar que tanto Copérnico como Galileo tenían razón: eppur si muove.
Los errores son como un contrasentido, y sólo pueden ser descubiertos hasta que el sentido en el cual se mueve la verdad encuentra resistencia y oposición. Al hablar de un sentido, para este caso en particular, se hace hincapié en el trasfondo hermenéutico del asunto: construcción, consumo y circulación de los símbolos y significados de la verdad. Pero no a la manera de la lógica tradicional, en la que todo parece estar hecho de premisas y el valor de verdad de la premisa final depende del valor de verdad de cada una de ellas.
El error no aparece en el hecho, pero tampoco en el enunciado, sino en el sentido de contradicción que se pueda generar cuando estos dos elementos no demuestran coincidencia. Un error es situacional en tanto que depende de muchos más elementos que los mecanismos del razonamiento lógico y los acontecimientos que lo circundan, pero como casi todo, no dura para siempre, aunque se escuche decir que alguien ha estado en el error toda su vida.
Los errores tienen tamaño, y los históricos son más grandes que los cotidianos; por ello, confundir la voz de alguien al teléfono no es un gran error, como lo es haber desarrollado un proyecto de modernización económica como el nuestro, generando niveles de pobreza extremos. Pero también los hay leves y graves, superficiales y profundos, por algo las situaciones tenebrosas y oscuras que tratan de ocultarse a toda costa llevan, dentro de sí, errores graves y profundos que, por deducción, deben ser muy grandes también.
Los sistemas de conocimientos altamente especializados no están libres de ellos en tanto que algunos recurren, para subsanarlos, al dogma o al axioma, a la ley o al postulado, a la objetividad y la experiencia, al autoritarismo y al adoctrinamiento, etc., esto para legitimarse y autorregularse, evitando que el sentido de contradicción haga una aparición subversiva e irreverente. Pero debe quedar claro que el error es diferente de una falsación porque no se remite a la recolección de evidencia suficiente para refutar una teoría, por ejemplo.
No obstante, cada cuerpo de conocimientos cuenta con un conjunto de verdades que deben darse por sentadas para acceder a ellos.
Ya para terminar, digamos sólo que el error se encuentra en el sentido contradictorio de una verdad socialmente construida; por ello posee un contrasentido situacional, de otra forma no podría ser descubierto. Un error susceptible de cometerse en una situación, no se comete en otra distinta aunque en esa otra suceda algo parecido, de otra manera no cabría la posibilidad de tropezar dos veces con la misma piedra que, en sentido estricto, ya no es la misma cuando uno vuelve a tropezar con ella.