Antonio Gershenson
Los síndromes y la violencia

Hace unos años se hizo común la expresión: ``síndrome de fin de sexenio''. En 1994 se dijo que era un mito pesimista, pues el fin del periodo no tendría devaluaciones ni crisis como había sucedido en 1976, 1982 y 1988. Los hechos mostraron que, en todo caso, se trataba de un mito optimista, ya que el mismo fenómeno se produjo en el principio y no hasta el final de este sexenio.

Ahora estamos por ver si se da un síndrome de mediados, no sólo del fin o del principio: por lo pronto, el dólar y los intereses suben; la bolsa y la inversión bajan.

En efecto, se están conjugando varios factores que afectan a la economía. La resistencia que hay en la Cámara de Diputados para aprobar parte de la legislación financiera -especialmente lo relacionado con el Fobaproa- fue seguida de una campaña y de presiones desde el sector financiero, buscando condicionar la salud financiera del país a la aprobación de las reformas legales en cuestión.

Aunque se han tomado medidas correctas y efectivas limitando las ventas petroleras junto con otros exportadores, éstas no causan efecto el mismo día, sobre todo porque entrarán en vigor el 1o. de julio y porque no está claro cuántos países se sumarán y con qué montos a reducir. Mientras, el efecto acumulado de los precios bajos pesa sobre la balanza de divisas del país.

Los anteriores recortes presupuestales han desalentado la inversión, nacional y extranjera, y han reaparecido síntomas recesivos en nuestra economía. Por si fuera poco, los hechos de violencia en Chiapas y en Guerrero proyectan una imagen de duda en muchos inversionistas sobre la capacidad del gobierno mexicano para arribar a una solución política a los conflictos. Esto también cuenta para frenar la inversión.

Recordemos la experiencia de la paz en Irlanda. Había un serio problema étnico-nacional, con vertientes religiosas. Luego de ser colonia inglesa, hace tres cuartos de siglo se constituyó la República de Irlanda. Sin embargo, en la votación interna sobre la independencia no se consideró un resultado global; en dos provincias del norte, con buena parte de la población perteneciente a la religión protestante (como en Inglaterra, a diferencia de la mayoría católica de Irlanda), e incluso en parte de origen inglés, la votación fue favorable a mantener la unión con Inglaterra. El problema nacional irlandés quedó resuelto sólo parcialmente. Tanto republicanos como unionistas tuvieron numerosos muertos a manos del otro bando, y su relación se polarizó al extremo. La intervención de las tropas inglesas agudizó tensiones y odios.

Ante esta situación, durante la pasada campaña electoral el Partido Laborista planteó la paz negociada sobre la base de una solución política. Ya en el gobierno, los laboristas cumplieron su promesa e iniciaron un proceso de diálogo, pero también de solución a algunas demandas de las partes involucradas. El hecho es que lograron sentar en la mesa a unionistas y republicanos, y llegar a un acuerdo. Irlanda del Norte va a elegir su parlamento en condiciones que garanticen la seguridad y los derechos de unos y otros. Grupos radicales de ambos bandos no participaron en el acuerdo, pero éste fue ratificado por un voto abrumador: más de 90 por ciento de los votantes de la República de Irlanda, y más de 70 por ciento del Ulster aprobaron los acuerdos. Contrasta, para citar otro caso, la falta de solución a la cuestión vasca, ante la línea de exterminio anunciada por el gobierno derechista español.

No sé si el gobierno mexicano se considere a sí mismo capaz de sentar en la misma mesa, por ejemplo, a chinchulines, zapatistas y grupos campesinos y populares no identificados con unos ni otros. Ignoro si considere posible que ese diálogo pueda llevar a una paz, abordando los problemas de fondo que abonaron el terreno para la violencia y la polarización. Pero resulta claro que los hechos recientes proyectan una imagen negativa ante tal disyuntiva, y ello contribuye al deterioro económico del que hablamos.

Deberemos observar qué tanto se deteriora nuestra economía, y si llega al nivel de los llamados síndromes. Un nuevo recorte puede dar la puntilla. Por lo pronto, es importante definir caminos reales para superar los problemas que contribuyen al deterioro.