PARABOLA Ť Emilio Lomas M.
Restructuración del sector eléctrico

Seguramente usted ya decidió acerca de qué compañía telefónica le proporcionará su servicio de larga distancia. También, muy seguramente, está esperando que un día de estos, al realizar una llamada de larga distancia en un teléfono público, le pregunten ¿qué compañía elige para hacer esa llamada?

Bueno, pues algo similar puede llegar a ocurrir en este país en el servicio eléctrico. ¿Qué opinaría usted de que un día lo visitaran a su casa para ofrecerle un servicio eléctrico con una compañía privada de electricidad, distinta a la Comisión Federal de Electricidad o a la de Luz y Fuerza del Centro? ¿Se atrevería a probar el nuevo servicio? Seguramente, pues aunque usted fuera partidario de la nacionalización de las industrias petrolera y eléctrica pensaría --con cierta razón-- que valdría la pena verificar si con esa nueva compañía su recibo pudiera ser más bajo; igualmente le gustaría explorar la posibilidad de un servicio de mejor calidad, es decir, con tiempos de conexión muy rápidos, con costos normales, sin variaciones en el voltaje que le dañaran sus equipos y aparatos, y sin interrupciones y apagones o, en caso de ocurrir esto, con restablecimiento rápido del servicio eléctrico. Incluso, es probable que pudiera pensar que al tener compañías privadas la suerte del sector eléctrico nacional pudiera ser mejor, pues ya no lo dirigirían políticos sino empresarios y técnicos especializados. Y, para pensar en algo más, se imaginaría que al llegar a la oficina de su nueva compañía de electricidad le atendieran con educación, cortesía y rapidez. Claro que también podría preguntarse si todas esas bondades se lograrían sin tener que privatizar la electricidad en México, pues --podría pensarlo usted--, si la CFE y la Compañía de Luz fueran como dicen que pudieran ser las privadas, no tendría caso privatizar la electricidad. ¿Cómo la ve? Bueno, pues esto se empieza a discutir de manera más intensa, y seguramente el gobierno actual quisiera llegar al término de su sexenio con algo más que la aceptación --por medio de vericuetos legales-- de la generación privada para servicio público, pequeña caricatura de mercado competitivo de electricidad, que es lo que, menos por ideas propias y más por copia de moldes de moda, muchos funcionarios actuales tratan de impulsar.

En México ha habido, prácticamente, un monopolio estatal. A través de la rendija de la Ley del Servicio Público de Electricidad se ha abierto la posibilidad de competencia con CFE y la Compañía de Luz en la generación, a través de productores independientes dispuestos a vender su producción a la CFE. Los casos de Mérida III, de Samalayuca y de Rosario dan muestra de ello. Se camina hacia una expansión prácticamente privada. Los datos más recientes de inversión en plantas muestran la casi total ausencia de fondos públicos, asunto que ha pasado desapercibido y que, al menos, exige mayor discusión. También mayor discusión exigen tanto el asunto de la apertura de las líneas de transmisión de muy alta y alta tensión en el país, todavía hoy de propiedad y control públicos, y la privatización de la distribución local de electricidad en ciudades y regiones del país, fenómeno que aún no existe pero que, seguramente, no tarda en plantearse.

En suma, hay que decir que en el mundo se discute muy severamente lo que pasa en la industria eléctrica de cada país; su destino próximo, su restructuración y reorganización. Y, desde luego --asunto nada fácil en México-- la forma de organización y el régimen laboral de los trabajadores electricistas. Por todo esto que está en juego, incluidos cambios radicales a la Constitución, ¿no cree usted que, efectivamente, antes de que termine el sexenio, pasarán a su casa a preguntarle por la compañía eléctrica de su preferencia? No obstante, el asunto exige mucha reflexión, mucho análisis y mucha discusión. Nadie está en contra de la mayor eficacia y calidad eléctricas. Absolutamente nadie. Pero... al tiempo.