José Blanco
Bajos fondos

Cuatro años después del levantamiento armado del EZLN, en Chiapas todo es mucho peor, excepto el cambio de la esperanza o de la fe ciega de algunas comunidades indias; un futuro cercano, sin PRI, abrirá el renacimiento: bien han aprendido que el PRI es el Maligno. Sólo es cuestión de seguir resistiendo y pagando su cuota mensual de sangre y de sufrimiento de animales despedazados por depredadores.

En los cuatro puntos cardinales del estado --aunque en Las Cañadas y en la selva todo se vuelve pesadilla--, campea la inseguridad, el asesinato, los enfrentamientos armados, los secuestros, las invasiones y los desalojos, la creación ilegal de municipios ``autónomos'' y la desarticulación violenta de algunos de ellos, las culpabilizaciones mutuas, la infernal guerra propagandística que resuena cada día peor que mil cañones desde todos los bandos, la impunidad tolerada o auspiciada por el gobierno, de grupos paramilitares (Desarrollo, Paz y Justicia; Tomás Munzer; ¿cuántos más?); la promiscuidad nauseabunda de todas las verdades y todas las mentiras.

Sume el absurdo intento de remunicipalización de una parte del estado, al margen del procedimiento constitucional chiapaneco, e impulsado, en un marco de absoluta ilegitimidad política, por el sustituto del sustituto del sustituto.

En los tres primeros años después del levantamiento se dice haber invertido en Chiapas más de 55 mil millones de pesos ¿ya está enterado el Congreso a dónde fue a parar este dineral, más allá de un par de carreteritas? La pobreza ancestral sigue, la insalubridad de siempre continúa, el analfabetismo es el mismo. Diputados, senadores y dirigentes políticos no paran de discutir y de emitir declaraciones tan espectaculares como inútiles, pero no han sido capaces de darnos datos; un informe. Apunte usted: ni lo vamos a recibir.

Un mar convulso, bárbaro, miope, alejado de la racionalidad y de la política propiamente dichas, regido por las entrañas y por la furia apenas contenida, gobierna los bajos fondos de la sociedad mexicana: la lucha de todos contra todos, por el poder político en el 2000. La lucha entre sí de los partidos políticos, que irá creciendo sin tregua hasta los comicios, si es que éstos logran ser gobernados por las reglas establecidas por los propios adversarios: el panorama político no da espacio alguno al optimismo; personajes tan evolucionados política y culturalmente como Fox, nos dan luces de lo que puede haber arriba de un ring de la edad de piedra. Pero también están las guerras sin cuartel al interior de los propios partidos, la mayor de ellas, sin duda, la interna del partido ``oficial''. Y no falta tampoco la hidra de mil cabezas autonombrada, como corresponde al subdesarrollo político que padecemos, ``sociedad civil'', que se piensa a sí misma como una doncella en posición de inminente violación.

Todo eso está ahí, en los bajos fondos, y se agita con desasosiego y ciegamente en la semioscuridad. El EZLN, no lo desechemos de la memoria por más grande que haya sido su despropósito, apareció en escena declarando la guerra al Estado y al Ejército mexicano, y exigiendo la renuncia del Presidente de la República. Este dislate fue real y fue un acto político militar. Luego, como tantos, halló la forma de meterse a los bajos fondos a conspirar. No fue tan difícil: el gobierno no cumplió los acuerdos de San Andrés, así que... ; en tanto, se negó sistemáticamente a discernir entre unos acuerdos políticos y una reforma legislativa.

Todo eso está allá, en los bajos fondos, pero nada de este revoltijo dice nada más que una parte sustantiva tiene en la mira al PRI y que gran parte de la feria de irracionalidad que cada día fatiga las páginas de los diarios, tiene ese muy preciso origen.

En su momento, sin haberse dado tregua para velar arma alguna, esa parte se lanzará con la furia de un huracán contra el partido ``oficial''. Pero también en ese momento el PRI hará exactamente lo mismo.

La patria quedará quebrantada, porque al final de una contienda que no tendrá ni pena ni gloria, todos se hallarán, como viejas caras conocidas, en el Palacio de San Lázaro. Tal vez con el tiempo, y el paso de una y otra y otra más de malhadadas legislaturas, los políticos descubran la política y empiecen a tomar acuerdos.