Después de la caída del franquismo los jóvenes artistas españoles se plantearon caminos a seguir. Desde luego que las figuras internacionales como Chillida, Tápies, Canogar, Millares, Saura, etcétera, no necesitaban hacerse este tipo de preguntas. Ya el equipo Crónica abría amplias veredas, tanto es así que el Centro Reina Sofía en la primera etapa de su fructífera existencia (todavía no era lo que es hoy) presentó una cumplida muestra que tuvo amplia repercusión. No obstante la vida de los grupos, como conocemos bien a México mediante los colectivos que tanta vigencia tuvieron a lo largo de los años setenta, suele estar sujeta a determinada periodicidad. Aquella época, que puede considerarse de transición (en mayor medida en las artes plásticas que en el cine) coincide con los múltiples textos teóricos que cuestionaron la validez de las vanguardias históricas o heroicas y por tanto con el concepto prototípico que tenemos de modernidad.
Carmen Calvo despuntó en 1973 y esto pudo observarse en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) por medio de una retrospectiva que tuvo lugar en 1990. Francisco Calvo Serraller, uno de los más distinguidos críticos españoles, enunció entonces: ``prefiero dar testimonio de su perseverancia artística en la inocencia. La forma artística de ser inocente que ha practicado tiene que ver con una forma generacional... consiste en que sigue en estado de transición, de búsqueda, de cambio''.
Desde mi punto de vista, Carmen Calvo es una pepenadora de recuerdos, como lo son o han sido otros artistas posconceptuales que han privilegiado la objetivización de sus memorias y procesos. Sólo 13 obras suyas, entre ellas la sugestiva instalación El silencio, se exponen a partir del pasado 4 de junio en la Sala Rivas Mercado del Museo de Arte Moderno (MAM).
El silencio tiene aire de panteón y me recuerda en gran formato algunas configuraciones que en dimensiones diminutas ha reiterado Manuel Marín, sin que ellos se hayan conocido ni de obra ni personalmente. Son cosas que flotan en el espirítu finimilenarista que a querer o no retoma rasgos del finisiglo pasado otorgando preponderancia a los lenguajes simbólicos. A veces éstos son crípticos y otras no tanto, porque el espectador puede identificarse con Carmen Calvo. Se diría que colecciona objetos o fragmentos de objetos, desde hojas de papel escritas hasta cepillos, guantes o prismas de acuerdo con su bagaje cultural. No está relacionada con el coleccionismo de la nostalgia, sino más bien con el del recuerdo personalizado. Muchas veces ese recuerdo tiene que ver con artistas a quienes ha admirado desde niña, al primer Miró, por ejemplo; tal vez al Kandisky geométrico, a Giorgio Morandi, a Klinger, a Van Gogh. Las huellas de ellos están codificadas mediante una presencia mínima, pero inductiva a la asociación inmediata.
En ella hay, no obstante, un sistema. Sería parecido al de Cornell en cuanto a estructura básica, pero no en relación con los contenidos. No la rige el azar, aunque algo de azaroso puede haber en sus concatenaciones. Parte de dibujos que pueden considerarse académicos y que le sirven como maquetas de sus construcciones. Lo que va viviendo le va disparando ideas para idear nuevas composiciones a partir de cierto tipo de material. Dice que la lectura de sus obras puede ser la misma que se hacía en los años setenta, ``pero siempre habrá variantes''. Lo que puede entenderse es que es fiel a sí misma y a los contenidos variables que van armando su arsenal actual, modificable día con día. Según sus palabras ``en el artista la búsqueda tiene que ser constante, aunque el hilo conductor sea siempre el mismo''.
Las 13 obras que ahora se exhiben en el MAM (dos de ellas pertenecen a colecciones mexicanas) ofrecen una visión desahogada de su quehacer actual. Pudieron haberse integrado al menos dos o tres obras más, cosa que no hubiese actuado en demérito de la elegancia austera que caracteriza el montaje.
Con el apoyo de la Generalitat de Valencia se ha tenido oportunidad de conocer a esta singular artista, como se tuvo meses ha la opción de contemplar una nutrida representación de Manolo Valdés en el Museo Tamayo. En el MUCA de la UNAM exhibe Jordi Teixidor y Miquel Navarro exhibirá próximamente en la galería Fernando Gamboa del MAM. Será interesante cotejar las constantes y las diferencias con Calvo.