Hay una temática que cruza diversos problemas por los que atraviesa el país, la cual puede no tener una conexión aparentemente. Temas como el del famoso Fobaproa, el gobierno de la ciudad de México, las razones de los votantes de los estados en donde se va a elegir gobernador próximamente, o la nueva composición de la Cámara de Diputados; sin embargo, todos ellos tienen que ver con la evaluación ciudadana del gobierno y con la capacidad y obligación de rendir cuentas que tienen hoy en México los gobierno y los gobernantes.
Durante mucho tiempo se ha hablado en México de una transición a la democracia; para unos ya estamos en ese proceso, para otros todavía nos falta el año 2000 para llegar, es decir, que la presidencia de la República sea ganada por un partido de oposición, y algunos más hablan de que ya estamos en un sistema democrático y lo que hace falta es consolidar los avances logrados. No discutiremos estas posiciones, simplemente asumimos que: hay avances sobre todo en el ámbito electoral, la forma de elegir a las autoridades en este país ha tenido cambios notables (elecciones más limpias, más libertad de información, mejores condiciones de competencia, entre otras) al grado de que tenemos prácticamente un régimen electoral distinto al que había hace unos cuantos años. Y como sucede con muchos otros países que han logrado estos cambios, también es cierto que nuestro sistema político está lleno de debilidades en cuanto a otros criterios que tienen países con democracias consolidadas. Tomo una idea de Guillermo O'Donnell sobre la consolidación (``Otra institucionalización''), quien plantea que después de buscar y revisar múltiples trabajos y análisis de casos, considera que la diferencia entre un sistema democrático consolidado y otro que no lo está, es la débil o la fuerte capacidad de rendición de cuentas horizontal de un sistema.
No basta rendir cuentas de forma vertical, el gobierno al pueblo, a la ciudadanía o a la sociedad civil; también se necesita tener controles y vigilancia entre las mismas agencias estatales; lo cual se podría traducir como una división de poderes efectiva, además de mecanismos de vigilancia y control. Es a partir de estos mecanismos como se le puede hacer frente al fenómeno del particularismo, es decir, a la falta de separación entre la vida pública y la vida privada, lo cual tiene múltiples expresiones, desde clientelismo, la corrupción, violación del estado de derecho, coerción sobre la ciudadanía, deficiencias y favoritismos en la impartición de la justicia.
Hay en el país una experiencia política que puede formar dos equipos, los que tienen un gobierno que surgió de un partido de oposición, regiones que tienen alternancia, y las que todavía no lo han experimentado. Sin caer en el simplismo de que los de la alternancia son los mejores, lo cual se tendría que evaluar, sí se puede ver que estas experiencias coinciden en general con otros criterios, como el mayor desarrollo económico, la más alta escolaridad, los controles corporativos más débiles y más altos niveles de libertad de expresión y organización. La rendición de cuentas es una característica de estas alternancias, se trata de gobiernos más acotados, que tienen fuertes contrapesos y donde las faltas por mezclar vida pública y privada son castigadas. En este sentido, los votantes que este año elegirán gobernador en diez estados, pueden pensar en este ángulo para decidir su voto, es decir, se trata de responder a la pregunta de ¿quién me asegura de mejor forma un gobierno que rinda cuentas, tanto de forma vertical, como horizontal?, ¿quién tendrá más capacidad de gobernar bajo la separación radical entre la vida privada y la pública? Y si de alternancia se trata, en estos días ha habido una evaluación impresionista y poco favorable del gobierno de la ciudad de México, la cual se tendría que replantear y comparar con la anterior administración que tenía una muy débil capacidad de rendir cuentas; en cambio el gobierno cardenista ha sufrido el impacto combinado de una serie de expectativas gigantescas con la expresión de una ciudad en la que casi cualquier cosa que se haga luce poco. Pero ciertamente este gobierno está mucho más acotado y tiene una obligación fuerte de rendir cuentas. El caso del Fobaproa se puede evaluar como un fenómeno del México donde la rendición horizontal de cuentas es muy débil. Hoy que la Cámara de Diputados no tiene mayoría, la rendición de cuentas tendrá que ser alta.
Con todo esto hay una hipótesis en juego: si no se logra fortalecer el espacio institucional de la rendición de cuentas, podremos tener elecciones limpias, pero difícilmente llegaremos a una consolidación democrática.