En la guerra civil desigual, entre soldados, cuerpos policiacos y paramilitares bien armados y pertrechados, y pueblo punto menos que inerme, pareciera que el más grave delito que el gobierno no les puede perdonar ni al subcomandante Marcos ni a los comandantes del EZLN, es que estén callados, que no digan nada, que permanezcan en silencio.
El silencio pareciera un arma terrible que golpea en la cara de quienes desde el gobierno federal y el gobierno estatal, quisieran un nuevo debate, una segunda oportunidad y volver a estar en las mesas de diálogo con los zapatistas, pero éstos ni aceptan tal propuesta, ni contestan siquiera las interrogantes que el sistema les manda por todos los flancos demostrando así su desconfianza y su rechazo a la anterior violación a lo ya acordado.
Cuando Marcos hablaba, y lo hacía muy bien, cuando argumentaba y lanzaba sus proclamas, sus catilinarias, sus metáforas, sus fábulas morales, sus tiras cómicas, sus poemas y sus fragmentos de autobiografía, el sistema se volcaba en improperios contra él y lo tildaba de protagonismo, de irrespetuoso y de exhibicionista.
Como decía si no mal recuerdo Don Manuel Navarrete: ``cuando con los linces'', ``juegas a ensartarla'', ``si la ensartas pierdes'' y ``si no,... perdiste''.
A Marcos no lo soportan ni hablando ni en silencio, porque es una especie de conciencia molesta, de ``Pepe Grillo'', zumbón e insistente, que pone siempre el dedo en la llaga, que inquieta conciencias, pero al mismo tiempo mueve voluntades y opiniones en su favor, que es el que habla, cuando habla, por millones que no tienen voz y si la tienen no son escuchados, y cuando se calla, también lo hace en nombre de muchos y su silencio es como una larga sombra que se extiende por todo el país y hace temblar a los que no tienen la conciencia tranquila.
Marcos nació, como decía Bulnes de sí mismo, para echar moscas en la champaña de los que gozan. Apareció el mismo día en que se iniciaba la vigencia del TLC, en la apoteosis del gobierno liberal de Salinas, cuando se iba a brindar por el triunfo del progreso, del desarrollo, de nuestra incursión en el mundo abierto de la globalización, mostró a todos cuál era la verdadera realidad de México, más allá de la farsa de los globalizadores de sus éxitos parciales y para su propio provecho.
En medio del salón de baile, lleno de luces y rebosante de sonrisas, enseñó la llaga horrible de la pobreza, del abandono, de la incuria; luego le ganó al gobierno todas las partidas de ajedrez político que el mismo gobierno aceptó jugar, logró acuerdos favorables para la causa de los pobres y triunfó en todos los debates y en todos los encuentros de inteligencia y de ingenio.
Por eso el gobierno, el sistema, los que se benefician con él, no pueden perdonarle nada y actúan como el iracundo jugador que va perdiendo una partida y arroja el tablero al suelo y golpea a su contrincante para después, en una doble y combinada sensación de arrepentimiento y de soberbia, pretender obligarlo a sentarse nuevamente a jugar.
Ante esta invitación Marcos y el EZLN se han quedado en silencio y al iracundo contrincante no le parece, lo desconcierta y saca de sus casillas. Estoy cierto de que tampoco le parecería que volviera a hablar; cuando con los linces juegas a ensartarla, si la ensartas pierdes y si no, perdiste.