Arnoldo Kraus
¿Cuándo?

¿Cuándo es cuándo? ¿Cuándo el tiempo se convierte en cifras, en números? Es decir, ¿cuándo es sinónimo de cuánto? O más bien, cuándo la pregunta deja de ser tiempo para transformarse en cantidad. Y, finalmente, ¿cuándo la inacción convierte en cómplice a quien ve y escucha?

La última semana el Señor Gobierno golpeó duro, muy duro. La habilidad de don Gobierno es fastuosa, digna de grandes bocas y empresas magistrales. En sus filas deben trabajar psicólogos avezados. Porque matar no es cosa fácil. Asesinar a un compatriota es aún más difícil. ¿Qué les han dicho a nuestros soldados?

Los miembros del Ejército que masacraron a eperretistas en las tierras de Cabañas y Figueroa y a los indígenas en Chiapas, son iguales que los ahora muertos. Tan sólo cambiaron de uniforme y adscripción. Sus historias, sus miserias, sus oportunidades cerradas, sus caras y apellidos, son similares. Quizá, incluso, sean los mismos. Por eso digo que los psicólogos militares son diestros: en México vivimos una guerra fratricida.

No hay nada que entristezca, duela y ciegue más que una lucha fratricida. Es peor incluso que cualquier forma de racismo o de intolerancia. El fratricidio que ahora nos señala es puerta de todo lo inimaginable en el siglo XX. Es antesala de muchos fines, todos lúgubres. La ceguera del gobierno es la responsable. Eso pensamos muchos mexicanos, eso se comenta en el extranjero.

La Organización de Naciones Unidas dice que hay ``serias violaciones'' a los derechos humanos de los indígenas chiapanecos. Por su lado, Amnistía Internacional advierte: el incremento de la violencia política durante el último mes en Chiapas y en Guerrero, podría degenerar en ``una catástrofe de derechos humanos''. Mientras tanto, la canciller Rosario Green asevera que es ``evidente la falta de información'' en Naciones Unidas. ¿A quién oír? O más bien, ¿a quién desoír?

Cuándo y cuántos, en estas tierras, son sinónimos. La fecha de los futuros genocidios no se sabe. El número de muertos tampoco. La cifra ``real'' de cadáveres menos: en Chiapas ``regresan uno de más'', y en El Charco faltan siete. Como si de algo importasen los muertos. El Sur y Guerrero son también homonimias precisamente por buscar lo mismo: justicia. Las masacres, aparentemente programadas por don Gobierno, contribuyen también a la sinonimia.

En una de las paredes silentes del Museo del Holocausto en Washington se encuentra inscrito un pensamiento atribuido a Martin Niemoller, sacerdote alemán antinazi. Leí y nunca dejaré de leer:

``Primero ellos vinieron por los socialistas/ y yo no hablé claro/ porque yo no era socialista./ Después ellos vinieron por los sindicalistas/ y yo no hablé claro/ porque yo no era sindicalista./ Entonces ellos vinieron por los judíos/ y yo no hablé claro/ porque yo no era judío./ Entonces ellos vinieron por mi/ y ya no quedaba nadie para que hablase por mi''.

Inscripciones similares, pienso, deberían ocupar las paredes de las ciudades de México. Sin duda en las de Acteal, de Unión Progreso y de El Charco han sido ya escritos textos parecidos. ¿Qué mejor juez y testigo que las paredes que cada día nos miran, que cada día nos califican? Esas paredes son testigos objetivos de la historia. Sólo habrá que saber leerlas. Han escuchado a nuestros presidentes, a los indígenas, al Ejército y a nosotros mismos. No es posible huir de sus juicios: han visto demasiados ``cadáveres vivos'' y han escuchado incontables discursos siempre muertos.

Es triste, pero evidente, la falta de compromiso de la sociedad civil. Quizá por eso considero que deberíamos pintar las paredes. El triunfo del equipo mexicano en el futbol es buen ejemplo de las diferentes conciencias que rigen nuestras vidas. Es también un triste hueco cuando urge investirnos de dignidad. El gol movilizó y estimuló a las masas. Los cadáveres se encuentran casi siempre solos.

¿Será necesario que afuera de nuestras casas amanezcan tanques, para comprender que las masacres de El Charco y El Bosque eran tan sólo un anuncio? ¿O habrá que esperar que se lleven al vecino para saber que el siguiente es uno mismo?