Luis Linares Zapata
Abanico perverso

Fobaproa y el conflicto chiapaneco son como dos complicadas caras de un abanico perverso que airea con crudeza la tensa actualidad del país. Entre ambos fenómenos se marca, con distintivo sello, el curveante e ineficaz accionar de la presente administración y sus onerosas consecuencias para los mexicanos.

En el caso de Chiapas, el gobierno ha llegado a un punto de inflexión. Si sigue por la ruta trazada continuará quebrando a las comunidades indias con su violencia febril y, con ellas, a un activo segmento de la población nacional al que se unirá el factor externo, ya bien contrariado por los recientes episodios sangrientos. Si no quiere cruzar esa línea, se verá en la necesidad de introducir un cambio radical y absorber errores. En cualquiera de esos dos escenarios, los prestigios personales de sus más altas y medianas figuras involucradas sufrirán las consecuencias, pero es un precio pagable.

Roto el esquema anterior de dos beligerantes (gobierno y EZLN) y dos cuerpos de intermediación (Cocopa y Conai), la misma estrategia oficial se ha ido desdibujando con el avance de su famosa ``recuperación de la iniciativa'' que tan orgullosamente proclamaban sin ton y sí con mucho son. La sociedad crítica ha ido desbalanceando el esfuerzo difusivo del poder hasta el grado en que, aquellos medios que han sido subyugados por la autoridad, van quedando aislados y reaniman el desprestigio sufrido en ocasiones anteriores. La realidad va decantando el doble discurso público con una tenacidad insuperable. Al tratar de sitiar al EZLN y a sus bases de apoyo por medio de acciones represivas, al tiempo que se lanzan llamados a la paz y la negociación, se ha caído en una comedia simplona que desafortunadamente es también trágica. Ya no más uso del Estado de derecho que pase sobre cadáveres y la humillación popular.

¿Cómo negociar cuando el Ejército construye fuertes sobre territorios amparados por una ley vigente? ¿Cómo creer testimonios de notarios (El Bosque) con tan conflictivos antecedentes de militar y funcionario de la tristemente famosa Dirección Federal de Seguridad? Quizá por su experiencia en estos menesteres auxilia en la operación represiva. ¿Cómo seguir aceptando la existencia de investigaciones creíbles del Ministerio Público que pasan inadvertidos cadáveres destrozados, prisioneros que después son ejecutados, y aceptan el saqueo y la recomposición de los lugares donde suceden los hechos?

La presencia del Presidente en Chiapas ya cayó en la rutina, y sus palabras se pierden en el vacío. Los programas sociales han topado con la carencia de recursos, y la voracidad de los lugareños se encargará de desaparecer el escaso remanente. Se escarbó un hoyo que succiona con voracidad lo que caiga en él.

Similar panorama presenta el Fobaproa. Al transparentar los recovecos del fondo, se van descubriendo los turbios manejos y las defectuosas decisiones que lo componen, al tiempo que revelan la magnitud de los errores que se cometieron contra los intereses de la nación. El afán desmesurado de lucro y los torpes enredos de hacendarios y banqueros, son el distintivo inescapable que se dibuja a medida que se avanza en las indagatorias y se conocen detalles. El costo electoral para el gobierno y su coalición de apoyo reluce y se va a prolongar. El desdoro en el respeto ciudadano por sus líderes circula con liberalidad por todos los rincones en estos consternados días.

Pero los grandes capitanes de la industria y las finanzas que se reunieron con los legisladores para ver si le daban el último tirón al Fobaproa, pusieron sobre el tapete la desesperación del Ejecutivo para darle rápido trámite a ese escándalo de ineficiencias, privilegios y trampas. Es grotesco tratar de situar la culpa de una fraguada crisis venidera en el Congreso o en los partidos, aun en el mismo PRI. Bien se sabe de la prisa de los dueños de los bancos por certificar, como deuda pública, sus avales y bonos. Sus bancos valdrían varias veces más de inmediato. Incrementar con prontitud sus inmensos capitales es lo que persiguen estos señores, y que el buen nombre de los funcionarios que les ayudan no sufra mayor trasiego. Pero a este otro hoyo ya no le pudieron echar la tierra de las aprobaciones instantáneas, calladas y dirigidas. Está ahí y no se sabe bien qué seguirá.