Emilio Pradilla Cobos
Balance prematuro

Transcurridos apenas seis meses desde la toma de posesión del gobierno del Distrito Federal, la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo los noticieros de televisión, han hecho un negativo balance de su gestión. Los partidos políticos de oposición han hecho lo mismo. No es extraño, pues han mantenido esta posición desde el primer día. Lo que preocupa no es la dureza del juicio, que es parte de la democracia y muestra que algo ha cambiado: ha desaparecido el control gubernamental sobre los medios, propios del pasado; lo que hay que evaluar es su objetividad. Para un juicio justo tenemos que responder, así sea sumariamente, algunas preguntas claves.

¿En que situación recibió la ciudad? El DF se encontraba (y aún se encuentra) en una situación de crisis multidimensional, causada por múltiples contradicciones estructurales (económicas, políticas, sociales, culturales, territoriales y ambientales) gestadas y no resueltas durante medio siglo de ausencia de políticas urbanas integrales y coherentes o, peor aún, de políticas equivocadas. La percepción de esta grave situación fue la que llevó al vuelco de los votantes hacia el candidato de oposición. Si ello es cierto, la respuesta es otra pregunta: ¿bastan seis meses para reconstruir esta gigantesca, deformada y conflictiva metrópoli, mal construida durante medio siglo?

¿Qué facultades y límites tiene? El gobierno del DF, de un partido opositor al que gobierna la Federación y el estado de México, sólo tiene jurisdicción sobre la mitad de la ciudad real, la cual es una unidad, con problemas comunes e interrelacionados. Se mantienen aún límites a la soberanía local y fuerte dependencia, sobre todo económicas y fiscales, del gobierno federal. Carece de facultades para enfrentar problemas cruciales como la política económica (inversión, industrialización, empleo, salarios, etcétera), fiscal, presupuestal y monetaria. Comparte con el gobierno federal, sin la adecuada convergencia, integración y coordinación, muchos campos de intervención como la inversión en infraestructura y servicios, el manejo de la educación y la salud pública, la conducción de la seguridad pública y la lucha contra la violencia, la política ambiental, etcétera. Sólo gobierna parcialmente la ciudad.

¿De qué recursos dispone? El presupuesto del DF es inferior, en términos reales, al de 1994; las participaciones federales siguen disminuyendo a pesar de su enorme aporte a la tributación nacional y ha sufrido grandes recortes a raíz de la caída de los precios del petróleo. ¿Qué administración recibió? Una estructura burocratizada, autoritaria, ineficiente, construida sobre el clientelismo político, penetrada por la corrupción pequeña y grande, con privilegios y controles sindicales contrarios a la ley y a los intereses de los trabajadores, operando en el marco de una normatividad envejecida, contradictoria, fragmentaria, discrecional y, en ocasiones, paralizante.

¿Qué hemos hecho los ciudadanos? El ``adelgazamiento'' neoliberal del Estado puso en manos de la iniciativa privada muchos ámbitos de la anterior acción del gobierno distrital; sin embargo, no la vemos asumiendo sus responsabilidades colectivas y sociales en los campos que se le transfirieron o han manejado siempre. Gran parte de los problemas urbanos dependen de las acciones cotidianas de los ciudadanos, que siguen siendo las mismas del pasado, que crearon los problemas cuya solución exigimos ahora.

La crítica es un instrumento fundamental de la democracia, pero debe basarse en la objetividad, tiene que dirigirse hacia todos los actores de los procesos sociales, empezando por quienes la llevan a cabo. Todos los capitalinos esperamos más del gobierno, porque los desafíos son muy grandes, pero lo que ha hecho hay que reconocerlo. Puesto que instituciones, empresas, organizaciones y ciudadanos somos responsables de muchos de los problemas de la ciudad, un gobierno democrático no puede resolverlos si no cuenta con la participación ciudadana organizada y movida por el interés colectivo.