El tonto del pueblo Ť Jaime Avilés

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Viernes 5 de junio, una de la tarde en la Bolsa de Valores de Nueva York, siete de la noche en Dublín: mister Carlos Salinas de Gortari, después de largos meses de receso político --interrumpido tan sólo por la aparición de un panegírico para loarse a sí mismo en El País--, vuelve a la carga: a la hora en que, habitualmente, los grandes tiburones de la ruleta especulativa salen a cazar incautos, Telmex pone a la venta, en Wall Street, un gran paquete accionario.

Los representantes del ``gobierno'' de México en el principal mercado de papeles del mundo, no pasan por alto el riesgo que la jugada implica: no falta mucho para el cierre de operaciones del día y la pausa del fin de semana, y si el paquete de Telmex no encuentra a nadie que lo adquiera de inmediato, sus acciones empezarán a bajar y arrastrarán a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Por lo tanto...

Nacional Financiera se queda con el paquete, gastando para ello un importante volumen de dólares. El movimiento de este dinero, sin embargo, repercute en México: de pronto salen tantos dólares del país que el precio de la moneda verde empieza a crecer en relación con el peso, y los analistas financieros se previenen. Si Telmex, concluyen, está escapando de Wall Street, y el peso mexicano se debilita, los inversionistas que juegan en la BMV deben tomar providencias para el lunes a primera hora...

El propio 5 de junio, por la noche, el oscuro diagnóstico es admitido como válido por los ``expertos'' del régimen, con un agravante: durante el mes de mayo, de la BMV huyeron cientos de millones de dólares, procedentes de la especulación internacional, y la tendencia no sólo se mantiene sino que puede empeorar. Por lo tanto...

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Lunes 8 de junio, en horas de la mañana. Mientras la BMV se desploma tal como estaba previamente calculado, los diarios matutinos informan en primera página acerca de un supuesto ``enfrentamiento'' en el ejido El Charco, estado de Guerrero, entre un destacamento del Ejército Mexicano y un grupo del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), que aparece como una escisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR).

La versión oficial de los hechos explica con sangre (ahora ya) fría: el retroceso de la Bolsa obedeció a que los ``inversionistas'' reaccionaron con nerviosismo ante el ``resurgimiento'' de la guerrilla en el sur del país. Y los intelectuales del régimen, de buena o de mala fe, proceden a ``lamentar'' los rezagos sociales que orillan a la gente más desprotegida a emprender el camino de la desesperación, etcétera, etcétera.

Pero, en los hechos, todos los testimonios confiables coinciden, con escándalo, en que la matanza de El Charco fue llevada a cabo con la premeditación y alevosía de las fuerzas gubernamentales y evidente desventaja de las víctimas. En la escuela Caritino Maldonado de El Charco, a la media noche del sábado 6, había 42 campesinos durmiendo luego de participar en una asamblea informativa del ERPI, cuando un altavoz militar avisó que el lugar estaba sitiado por tropas del régimen.

Tras la primera advertencia, cayeron sobre la escuela una nube de gases lacrimógenos y una andanada de balas. Los campesinos respondieron que estaban inermes, pero sus atacantes no los oyeron. Durante 20 minutos, algunos tiradores se divirtieron haciendo disparos esporádicos para romper los vidrios de las ventanas. Después, según el relato de Alvaro Delgado y Gloria Díaz en Proceso (número 1128), desde el exterior ``se produjeron varias ráfagas; las paredes de los salones del plantel quedaron llenas de hoyos... Amanecía cuando unos 30 civiles desarmados salieron de uno de los salones; los soldados los rodearon de inmediato y les ordenaron que se tendieran sobre la cancha de basquetbol. Según los testimonios obtenidos por los reporteros, dos fueron asesinados a mansalva''.

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Para el martes 9 de junio por la tarde, cuando en todos los medios informativos de México y del mundo constaba ya que las tropas gubernamentales habían dado muerte a 11 campesinos indefensos en Guerrero, los ``expertos'' del régimen en materia de finanzas recibieron un informe, éste sí, para ellos, ``aterrador'': la fuga de capitales extranjeros de la BMV no sólo no se había detenido sino que se estaba agudizando y amenazaba con aumentar.

El Indice de Precios y Cotizaciones (IPC), que durante el primer trimestre del año se había mantenido por arriba de los 4 mil 500 puntos, se estaba acercando peligrosamente a los 4 mil 100, mientras el dólar valía ya más de 9 pesos. Si el IPC, dijeron los ``expertos'', cae a menos de 4 mil puntos, el dólar se irá a 10 pesos, todo ello en medio de una crisis financiera mundial que, sin embargo, no bastaba para explicar el desastre del mercado de valores mexicano. Por lo tanto...

El miércoles 10 junio, con el pretexto de ``desmantelar'' (en un lugar donde nadie tiene manteles) el municipio autónomo de San Juan de La Libertad, mil elementos del Ejército Mexicano y de la policía estatal asaltan brutalmente las comunidades de Chavajeval, Unión Progreso y El Bosque, en los Altos de Chiapas, dando muerte a tres campesinos, hiriendo a muchos más y arrestando a 56, de los cuales seis habrán de ser ejecutados, con tiro de gracia, en el camino a San Cristóbal.

Pero el golpe, diseñado por el equipo de Francisco Labastida Ochoa, secretario de Gobernación (priísta muy distinguido por cierto), y ejecutado por su no menos distinguido compañero de partido Roberto Albores Guillén, resultará desastroso para el PRI en el lugar de los hechos: de los nueve campesinos tan repugnantemente asesinados, uno, Antonio Gómez, de 45 años de edad, era también priísta; mientras que de los 56 detenidos, 24 militaban asimismo en el partido del régimen y eran, por lo tanto, correligionarios de sus inmorales verdugos.

Lo cuenta Hermann Bellinghausen en su crónica del 14 de los corrientes: ``Ironías de la vida. Prácticamente todos los detenidos aquí (Chavajeval) el día 10, con lujo de violencia, son priístas. Y uno de los muertos durante el operativo, también. O sea, en su persecución de autónomos y zapatistas, el gobierno priísta de Tuxtla Gutiérrez se llevó de esta comunidad puros militantes del partido oficial'' (La Jornada, 15/VI/98).

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¿Por qué mató el ``gobierno'' a seis de los indígenas detenidos, triplicando así el número de víctimas fatales? Evidentemente, porque la semana pasada, en medio de su infinita desesperación, los tecnócratas necesitaban una cifra más o menos espectacular para seguir justificando la caída de la Bolsa y la devaluación del peso, en medio de una orgía sangrienta, excitada por el streptease del Fobaproa.

Los tecnócratas que a través del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) perpetraron el mayor fraude jamás cometido en perjuicio de la nación, obsequiando 67 mil millones de dólares a 300 banqueros ineptos, todavía no saben, quizá (o lo saben ya de sobra), que su audacia marca el fin de una etapa histórica del autoritarismo en México (y anuncia, tal vez, el principio de una mucho peor).

Las matanzas de Guerrero y Chiapas no son el reinicio de la guerra, como ahora se oye decir por todas partes. La guerra abierta contra las comunidades rebeldes (y no sólo contra ellas sino contra todo el país), tampoco estalló el 10 de marzo --como en su momento lo dijo aquí el tonto del pueblo--, cuando la Secretaría de Gobernación puso en marcha su ``plan de pacificación'', inaugurando los vuelos masivos de aviones militares sobre las aldeas indígenas y atacando el prestigio internacional de La Realidad, al dejar caer sobre la escuela de ese sitio a la estruendosa Bombita de la Vega.

La guerra descarnada y descarada contra todo lo que amenace en el futuro la impunidad que hoy beneficia a quienes roban y matan sin que les tiemble la mano, comenzó el 22 de diciembre en Acteal, entre las hipócritas disculpas de sus autores. Y no se ha detenido desde entonces. Acteal sirvió no sólo para mostrar el verdadero rostro de quienes se burlaron de los indios en la mesa de San Andrés, sino también para colocar estratégicamente nuevas dotaciones de tropas en la región de los Altos.

Los vuelos rasantes de marzo no sirvieron sólo para minar la resistencia sicológica de las comunidades, sino también para ganar tiempo, mientras el ``gobierno'' local de Chiapas armaba su ``acuerdo estatal para la reconciliación'' y se munía de una coartada política para golpear a los pueblos. El ataque al ejido Taniperla, el 10 de abril, sirvió no sólo para foguear a los mandos militares en acciones incruentas, sino también para detener al profesor Sergio Valdez y al estudiante Luis Menéndez y enviar, a través de ellos, la primera advertencia a la sociedad civil. El ataque al ejido Amparo Aguatinta, el 1o. de mayo, sirvió no sólo para foguear a otros mandos, sino para que Albores Guillén se proclamara ``libertador de Chiapas''. Y por último, la expulsión de los observadores italianos, el 10 de mayo, sirvió no sólo para que el ``gobierno'' de México ajustara cuentas con la Unión Europea, sino también para que algunos fuuncionarios de Gobernación demostraran, ante los duros del régimen, que estaban dispuestos a ser cómplices de los crímenes de lesa humanidad que ahora han sido ejecutados en El Charco y El Bosque.

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Pero a toda acción corresponde una reacción en sentido contrario y, por ello, el pasado fin de semana en Milán, unas 70 personas, pertenecientes a los colectivos de solidaridad con el EZLN en Italia, Francia, Suiza, España, Alemania y Grecia, se reunieron en el centro social Leoncavallo para discutir la situación de los muchos y cada vez más numerosos expulsados europeos, víctimas externas de la intolerancia de las ``autoridades'' mexicanas, según informa --ya era hora-- desde el país en forma de bota federica, el tonto del pueblo, único responsable de esta página.

A nombre de las redes multitudinarias que trabajan en el viejo continente a favor de la verdadera paz en Chiapas, agrega el reporte, los congregados acordaron declarar un estado de emergencia internacional para México, ``provocado por el acoso militar y económico a las comunidades rebeldes, la sequía, los más de 17 mil desplazados internos, el riesgo de que desaparezca Chiapas de la atención mundial por las vacaciones de verano y el Mundial de Francia 98, las nuevas normas del gobierno mexicano para evitar la presencia de observadores extranjeros, y el peligro que pesa sobre las organizaciones civiles mexicanas que trabajan en Chiapas y en todo el país''.

Por todo lo anterior, la reunión concluyó con un acuerdo unánime: ``Es evidente la necesidad de que vaya más gente a Chiapas; es imprescindible mejorar la preparación de los observadores, porque enfrentarán condiciones cada vez más difíciles en México; el envío de gente es indispensable tanto para denunciar lo que sucede como para establecer escudos de paz entre los indígenas y los soldados''.

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Marco Rascón ha contado en este diario el chiste no sólo de la semana sino del semestre: ``El día que Cuauhtémoc Cárdenas caminó sobre el agua, la prensa mexicana publicó a la mañana siguiente: ¡Cárdenas no sabe nadar!''.

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