José Antonio Rojas Nieto
La violenta especulación petrolera

Resultaba muy difícil prever que el lunes y el viernes pasados los precios diarios del petróleo registraran de nueva cuenta los niveles más bajos de los últimos 12 años, incluso inferiores a los de esos difíciles días de mediados de marzo y de mediados de mayo. Igualmente difícil era asegurar que el martes y el miércoles se lograría una recuperación que en el caso del West Texas Intermediate alcanzó ya un dólar, que en este momento sabe a gloria. Esta semana habrá una reunión de la OPEP. No hay que esperar mucho, pero algo se puede esperar, al menos que no se refuercen las tendencias disgregadoras que fomenta la violenta especulación actual. Si eso se logra, dado el contexto actual, no será poco. La altísima volatilidad actual del precio del petróleo se vincula de manera genérica a esa violenta especulación, expresada en una verdadera guerra de precios, producción e inventarios, y que se libra en el contexto de una demanda severamente deprimida, tanto estacional como anualmente.

La crisis asiática y sus repercusiones mundiales han implicado una retracción económica que si bien se ha mostrado de manera diferenciada, de inmediato se tradujo en un freno al crecimiento del consumo de crudo en el mundo. Con datos mensuales, trimestrales y anuales consistentes es posible afirmar que en 1996 la demanda creció un millón 800 mil barriles al día; un millón 900 mil en 1997; y, según estimaciones que sugieren una recuperación leve del dinamismo económico mundial en el último trimestre de este año, se podría registrar un incremento de sólo 700 mil barriles en 1998. En el caso de la demanda de la zona Asia-Pacífico (cerca de 20 millones de barriles al día consumidos por Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Japón, Nueva Zelanda, Tailandia y algunos otros países de la zona) el incremento en estos mismos años fue de cerca de 600 mil barriles al día en 1996; de 700 mil en 1997, y se espera una caída de 280 mil barriles en 1998, lo que representa un descenso absoluto de casi un millón de barriles diarios considerando el incremento de 1997.

Sirva este enredo de números para decir que la baja del crecimiento de la demanda ha sido muy importante y que ha generado un ambiente altamente propicio para la especulación, que se agudiza en ciertos momentos --días y semanas en particular-- con el movimiento de las reservas de petróleo y refinados que tienen los países industrializados en sus inventarios. Si analizamos la tendencia de éstos en los grandes consumidores industrializados, podremos concluir que tienen almacenados más de 900 millones de barriles de crudo, es decir, para 22 o 23 días de consumo, uno de los niveles más altos de una historia reciente en la que, en promedio, se han acumulado inventarios para 17 o 18 días. Si, además, reconocemos que ni en el seno de la OPEP ni fuera de ella se han respetado plenamente los recortes de exportación propuestos, caeremos en la cuenta de la violenta especulación.

Si reflexionamos detenidamente sobre la complejidad de esta situación, se comprenderá que no es fácil señalar las características del futuro próximo de este delicado mercado y que, acaso por esa complejidad, no sólo es altamente irresponsable amenazar con nuevos recortes por el sólo comportamiento del mercado en uno o varios días, sino incluso no empezar a formular alternativas para que en el mediano y largo plazos se realice una reforma fiscal a fondo que haga menos dependiente del petróleo los ingresos gubernamentales, lo que se justifica plenamente si, por lo demás, se sabe que descontados estos ingresos, en México se registra una de las tasas fiscales más bajas del mundo.