La Jornada 23 de junio de 1998

Obsesiona a Las Abejas retornar a Acteal; zapatistas: ``hay que esperar''

Blanche Petrich, enviada /II, Los Altos, Chiapas Ť Tarde o temprano el retorno pasa a formar parte de las obsesiones de los refugiados. A los fieles católicos desplazados en Acteal, agrupados en la organización Las Abejas y que se llaman ``sociedad civil'' para distinguirse de las bases de apoyo zapatista, la idea de regresar a sus parajes de origen, principalmente Ybeljoj y Los Chorros, les da vuelta en la cabeza desde hace algún tiempo.

En cambio, para los desplazados identificados como bases zapatistas ``el momento no ha llegado''. Con frecuencia, al cobijo de la noche, caminan por el monte hasta sus aldeas y parcelas y constatan que los priístas que los expulsaron de sus comunidades ya habitan sus casas y trabajan sus tierras. Y están armados y protegidos por el Ejército. Uno de ellos cuenta que llegó a plena luz del día a La Esperanza, su comunidad. ``No me dejaron ni entrar. Como si ya no fuera de ahí''.

Acteal, medio año después

Los que hablan del retorno son justamente los que pertenecen a Las Abejas, el núcleo que fue agredido en Acteal. Los galerones que ahora son sus casas se erigen justo en torno a la tumba colectiva de los 45 asesinados el 22 de diciembre. La vieja ermita, que fue el blanco del ataque de los paramilitares, hoy es una capilla en obra negra. Pronto será un templo en toda forma, la única construcción sólida del lugar.

Aquí hay 530 desplazados de Quextic, Tzajalucum, La Esperanza y de algunos barrios del mismo Acteal. Ahí vive Zenaida, la pequeña de cinco años que quedó ciega por una lesión de bala en la cabeza. Y su hermanito, que quedó horas bajo el cadáver de su madre. Ambos, ya huérfanos, viven con la abuelita que llora todos los días. Y también Efraín, ya de dos años, que además de perder a su madre perdió una parte de la quijada por otra bala.

Pocos días antes de la matanza en El Bosque (10 de junio), la comunidad votó en asamblea a favor del retorno a Ybeljoj. Fijaron fecha: 25 de junio. Confiados en que son abejas, en que no son base zapatista y en apego a su credo --``dicen los Corintios:` apártate de la obscuridad'. Y esta obscuridad son las armas'', nos dice Agustín Vázquez Ruiz, de la mesa directiva de Las Abejas-- se plantean regresar ``porque ya no sabemos nada del conflicto''.

El deseo y la prudencia

El mismo, acompañado por la Cruz Roja, fue en misión a Ybeljoj para explorar las condiciones del retorno. ``Me recibió el agente municipal priísta. El es hermano presbiteriano. Me dijo: retornen, hermanos. Nos equivocamos. Yo le dije: ``sí retornamos pero no porque tú lo dices ni te vamos a decir cuándo, no regresamos humillados, ustedes saquearon nuestras casas, robaron nuestra cosecha de café, lo sabemos. Pedro Mariano Arias Pérez, el presidente municipal interino de Chenalhó, está olvidando la culpa priísta. Luego me fui a visitar la ermita de católicos y me encuentro ahí rezando a otras abejas. Ya ni me acordaba de estas personas. Ellos quedaron ahí escondidos cuando vinieron las matanzas. Después que se calmó volvieron a organizarse en la palabra de Dios. Ahí sí me abracé a ellos y lloré. Son 21 familias, 101 personas de nosotros que quedaron.

``Por eso las abejas de Ybeljoj, nosotros desplazados aquí en Acteal y las 88 familias que están en X«oyep, decidimos regresar. Pero sabemos que quedan cinco paramilitares armados. Tienen órdenes de aprehensión y están ahí tranquilos porque saben que Pedro Mariano no deja entrar a la PGR para que los detenga''.

A pesar del apoliticismo que esgrimen --``el gobierno está en contra de los autónomos; nosotros no somos autónomos, solo somos gente neutral que estamos en contra del PRI''--, en el centro de su inquietud por retornar están las elecciones municipales de octubre. Noticias de una gran reunión de priístas realizada en San Pedro, la cabecera, y otra igualmente grande de cardenistas en Yabteclúm, en la que se propuso lanzar bajo el escudo del PRI a ``un candidato de los paramilitares'' para la elección municipal, acicatea sus ánimos de retornar.

``Al gobierno le gusta mucho que estemos desplazados para cuando lleguen las elecciones porque sólo va a haber priístas para llenar las boletas''. Como en muchas otras comunidades de Chenalhó, en los comicios pasados el PRI sufrió una debacle. En Ybeljoj todo lo ganó el PRD, salvo 24 votos del PRI. ``Quisiéramos estar ahí para que el candidato paramilitar no llegue a la presidencia''.

Pero después del 10 de junio a este deseo lo frena la cautela. ``Pedimos que nos acompañe la Cruz Roja Internacional, de la red Todos los Derechos para Todos y de otros grupos; vengan con nosotros para que vean cómo actúan los paramilitares. Pero a veces pensamos también en nuestros pobres hermanos muertos y cambiamos nuestro pensamiento. No sé, no sé...''

``Todavía no es la hora''

Aunque el consejo de pasados (ancianos) no es una autoridad formal en el concejo autónomo, sus opiniones son escuchadas para la toma de decisiones. ``No es tiempo todavía, no lo hemos pensado de regresar porque soldados y paramilitares nos dan miedo. Esta tierra donde estamos desplazados no es nuestra pero si nos siguen mandando alimentos aquí nos vamos a quedar tranquilos'', expresa uno de los ancianos en el campamento de Poconichim. Otros dos ancianos asienten. Ninguno de los pasados habla castilla. Ninguno se ha puesto jamás un pantalón. Sus trajes tradicionales, de manta tejida en telar de cintura, dejan al descubierto sus muslos correosos y ya débiles.

``No nos sentimos muy refugiados --complementa Luciano, el vocero-- porque sabemos bien que algún día vamos a regresar a nuestras tierras. Los zapatistas son cada vez más y los paramilitares cada vez más pocos. Sabemos muy bien que estamos desplazados por culpa del gobierno pero aunque a fuerza el gobierno va a tener que reconocer que somos zapatistas y autónomos y dueños de nuestras tierras. Y si no, ahí está el más grave problema''.

La justicia que le tocó a María Gómez

Un día, no hace mucho, el hambre no dejaba dormir a María Gómez Pérez, en su refugio de Poconichim. Se acordaba de la mata de chayotes que había sembrado en su solar, en Yashjemel. Le gusta mucho la hoja de chayote. Se levantó, despertó a su hija mayor y sin decirle nada a nadie caminaron varias horas por el monte hasta llegar a su casa.

María es base zapatista. Para contar su historia saca de su casita dos sillas y se sienta, aunque muchos hombres se queden de pie. Hace tiempo un agente del concejo autónomo le habló y la convenció de que la lucha del EZLN ``es una lucha verdadera''. Ella trató de persuadir a su esposo pero él ``era sordo, esperaba que le dieran su Procampo. No quería darse cuenta que no lo respetaban. Me dijo: `si quieres lánzate. Yo me quedo en el PRI''.

Vinieron días de malos presentimientos. Muchos jóvenes de Yajshemel empezaban a recibir armas y entrenamiento de grupos paramilitares. Dos de los zapatistas más activos fueron asesinados. Su vecina, la mujer de Cristóbal, quedó viuda con cinco niños. Hasta que llegó la hora de las balaceras y la base zapatista tuvo que desplazarse. El marido de María razonó: ``Vete tú. Yo soy priísta, no tengo culpa''. Y se quedó.

Pues esa noche que María regresó a su casa encontró la mata de chayote con sus hojas ``bien galanas''. Las cortó. Después empezó a cortar algunas cañas y fue entonces cuando se dio cuenta que del cañaveral salían unas moscas grandes, extrañas. Miró bien y se percató que salían de la casa y que la puerta no tenía echado el candado. Se asomó. Envuelto en una cobija estaba el cuerpo de su esposo.

Desesperada salió y vio que por la vereda bajaban el agente municipal Jacinto Pérez Pérez y el síndico. La agarraron y le dijeron que ella había matado a su esposo. Se la llevaron amarrada a la cabecera en San Pedro Chenalhó, pero en el camino los agentes se detuvieron a tomar cervezas en Yabteclum, un cruce de carretera. Ya bolos la maltrataron y como llegaron tan tarde no estaba el juez para levantar el acta. La mantuvieron encerrada en una celda, sin agua ni comida tres días. A la cuarta noche oyó que la iban a sacar para llevarla al río y matarla ahí. Pero en eso llegó ``la sociedad civil''. Se armó un jaloneo y finalmente fue liberada. Ahí apareció el juez, Antonio Pérez Santis, originario de Bajoveltik. Su sentencia fue: ``Averígualo quien mató a tu esposo y si no lo averiguas no te vas a salvar''. Y se cerró el caso.