La Jornada miércoles 24 de junio de 1998

Bernardo Bátiz Vázquez
Fobaproa: sus causas y soluciones

Si en algo están de acuerdo la oposición y el gobierno es en que con el nombre de Fobaproa, que es el de un fondo para el rescate bancario, que se creó cuando los bancos estaban bajo el control del Estado y cuyas operaciones más sospechosas y onerosas se dieron cuando la banca ya había sido entregada a sus nuevos titulares de la iniciativa privada, se designa a un verdadero desastre cambiario y por tanto desastre en el fondo de la economía nacional.

Están de acuerdo también, oposición y gobierno, en que se requiere una operación de fondo para salir del atolladero, y que los riesgos y costos, sea quien sea el que los tome, repercutirán necesariamente en el bolsillo de todos los mexicanos. Lo que se discute más bien es quién pagará los costos políticos y cómo se puede hacer para recuperar lo que se pueda de lo que parece perdido y de qué manera se sanciona o castiga a los autores del desaguisado que no es pequeño.

Saber qué es lo que se puede recuperar de los créditos mal otorgados, mal garantizados o francamente fraudulentos que en muchos casos se dieron, es importante porque si se logra recuperar parte de esa cartera que está en manos, según se ha dicho insistentemente, de unos pocos vivales que aprovecharon la situación para obtener financiamientos muy altos, que no han pagado porque sus empresas están quebradas aun cuando ellos en lo personal estén boyantes, es muy importante porque en justicia nadie puede beneficiarse a costa de todos los demás y porque será menor el costo político si se obliga a muchos a devolver lo mal habido.

Es también importante sancionar penal o políticamente a quienes propiciaron, autorizaron o fueron reos de lenidad en estos asuntos, que son las autoridades hacendarias y, en general, las encargadas de vigilar el funcionamiento de la banca; quienes obligaron al gobierno federal sin autorización del Congreso y quienes recibieron a cambio de esas obligaciones papel prácticamente sin valor, no pueden seguir tan campantes como si nada hubieran hecho. Pero quizá lo más importante radica en que todo este asunto puede ser una lección que debemos aprender si somos cuidadosos en el análisis de las causas que ahora convergen en el efecto Fobaproa.

La expropiación de la banca en 1982, ya se ha dicho, es el inicio de la pendiente en la que han caído las instituciones de crédito de este país, unas más aprisa por tener funcionarios inexpertos, otras más lentamente porque han tenido la suerte de contar con directivos experimentados y más cautos que sus colegas, o quizá menos ambiciosos.

Lo cierto es que antes de la expropiación, el público en general tenía confianza en los bancos y no la tenía en el gobierno, que ya había pagado los ahorros en dólares con los llamados ``mexidólares'' con un valor inferior al de los ahorros de los confiados mexicanos; durante la época en que los bancos estuvieron expropiados, algunos mantuvieron su nivel de credibilidad y su seriedad, pero otros no pudieron por no contar con el nivel de profesionalismo ni de honradez indispensable en una institución de crédito.

Cuando la banca se devolvió a los particulares, se cometió un error muy grave; se cumplió con el capricho del presidente Salinas de borrar simplemente de la Constitución el monopolio bancario del Estado, sin incluir en la reforma algunas reglas mínimas de descentralización y de democratización de la banca; se abrió el camino para una banca excesivamente centralizada puesta en manos de grupos muy pequeños de accionistas, sin acceso alguno, como sí lo había anteriormente, de participación accionaria de los mismos empleados bancarios y del público en general; se descuidó la banca popular, que en muchos casos ha dado un excelente resultado, como es el de las uniones de crédito y el de las cooperativas y caja de ahorro y préstamo que, bien manejadas y vigiladas, sustituyen a una banca muy voraz y poco eficiente.

Lo que está pasando es resultado de una serie de errores de cálculo, de deshonestidades e ineficacias y de una política que tomó lo peor del sistema intervencionista expropiando la banca indiscriminadamente y sin el mínimo análisis previo de consecuencias, y luego tomó lo peor del sistema neoliberal dejándola en manos de los especuladores de los mercados de valores.

Por ello, la ocasión debe aprovecharse para hacer una revisión a fondo del papel del Banco de México, de la Comisión Nacional Bancaria y en general del sistema crediticio en el país, lo que requerirá que quienes lo han llevado a la situación en que está se hagan a un lado y permitan la participación amplia tanto del Congreso como de la opinión pública, incluidos dentro de ella los deudores de la banca.