Fernando Benítez
Los guatemaltecos
Rica y diversa ha sido la lista de guatemaltecos que han viajado, han estudiado o se han establecido en forma definitiva en México. Algunos orillados por circunstancias políticas y otros motivados por intereses propios, muchos de ellos han destacado en las artes y en las ciencias, o se han incorporado al desarrollo cultural de México.
Entre estos exiliados (que en algunos casos México tiene derecho a reclamarlos como suyos porque aquí se publicaron sus obras más significativas), están el gran poeta Carlos Illescas, que por desgracia acaba de morir; Augusto Monterroso, cuentista y fabulista de renombre mundial, maestro de la sátira; Luis Cardoza y Aragón, poseedor de una enorme riqueza verbal, y a quien casi nadie recuerda no obstante haber escrito La nube y el reloj, uno de los mejores libros sobre el arte moderno en México.
Illescas nació el 9 de mayo de 1918 en la ciudad de Guatemala. Durante la infancia, envuelto en un ambiente de poesía maternal y religiosa, Carlos descubrió su vocación poética. Años más tarde fundó la revista Acento al lado de Augusto Monterroso y otros escritores conocidos posteriormente como ``La generación del 40''.
Illescas colaboró en la revista hasta que ocurrió el golpe de Estado de Jacobo Arbenz. En 1954, salió con un grupo de intelectuales hacia México para solicitar asilo político y se incorporó muy pronto a la vida cultural mexicana.
Como su compatriota, Luis Cardoza y Aragón, radicado en México desde 1952, Illescas desplegó una intensa actividad a favor de su patria y en apoyo de las corrientes progresistas.
Ya cercano a su muerte, el autor de Friso de otoño y Réquiem del obsceno, fue galardonado en su país, el pasado mes de mayo, con la condecoración ``Miguel Angel Asturias'', además de haber sido acreedor de otros reconocimientos anteriormente, entre los que destaca el ``Premio Xavier Villaurrutia 1993'', por su poemario Usted es la culpable.
La muerte de Illescas es una pérdida lamentable para México, pues desde su llegada a nuestro país se dedicó de lleno a lo que estaba llamado: la poesía. Adiós a Carlos, el amigo que amó a México y su cultura leal y profundamente.