En Polhó esperan un ataque militar en cualquier momento
Blanche Petrich, enviada /III, Los Altos, Chis. Ť Siete destacamentos militares, puestos de servicio social del Ejército y bases de operaciones cercan los campamentos de desplazados del muncipio San Pedro Chenalhó, donde viven desarraigados la mitad de los pedranos procedentes de 38 de sus 52 comunidades.
La comandancia de operaciones para la región de los Altos, antes en Rancho Nuevo, San Cristóbal de las Casas, se ubica ahora en la comunidad de Majomut, centro natural de la región. Por eso en los años 70 esta localidad jugó un papel clave en el desarrollo de la Unión de Ejidos y Comunidades de Cafeticultores, y como sede de su beneficio cafetalero.
En el periodo abril-mayo se reportó la llegada de una unidad numerosa de soldadas a la nueva base de Majomut, justo donde el 22 de diciembre se acantonaron los policías de la Seguridad Pública estatal mientras esperaban que se acallara el sonido de la balacera en Acteal.
Se conjetura que los ocho camiones de mujeres militares, según el recuento de la gente del lugar, estarían destinados a romper cinturones de mujeres civiles como los que se desplegaron en meses pasados en X'oyep para frenar el avance militar.
Se reporta, además, que de los cuarteles salen unidades de soldados a tomar posiciones de montaña, en alineaciones visibles desde los cafetales.
``Es por eso que la gente de Polhó dice que espera el ataque militar de un momento a otro -señala Víctor Perezgrovas Garza, asesor de la Unión Majomut-. Es una situación de lo más delicada. En caso de un operativo, allí sí se puede esperar una reacción desesperada de la gente desplazada. Ellos ya no tienen nada que perder. Ya los sacaron de sus casas, ya les mataron a sus familias, no tienen dónde huir, no les queda más que un nylon y una tortilla. La única salida que les han dejado es jugársela o morir.''
Perezgrovas conoce de nombre y apellido a la mayoría de los cafetaleros desplazados. ``Gente luchona'', dice. Hasta hace pocos meses era su compañero de viaje en la construcción de una región productora de aromático de calidad. Un proyecto que prometía y ahora tendrá que esperar. ``La matanza de Acteal -analiza- fue un clímax. Pero después de Acteal hemos visto la preparación sistemática de la guerra. Es una visión catastrofista que quiséramos no tener. Pero no vemos otra''.
Sus vecinos, los soldados
Ningún otro campamento de desplazados tiene la peligrosa característica de Poconichim. La barda de troncos encalados de la base militar Takiukum colinda con los solares donde levantaron su morada varios de los refugiados de Yajshemel. Es una vecindad que genera roces y tragedias.
-Qué vergüenza tener que decir esto -dice un vocero. Luego de algunos ro- deos se dispone a contar la historia.
La mínima barraca de un señor desplazado, padre de dos hijas jóvenes, queda pegada a la entrada del destacamento militar. Un día los soldados ``se jalaron a las dos muchachas'' al interior de las instalaciones. La madre fue a preguntar por ellas y ``también se la jalaron''. Allí las retuvieron un día entero. Cuando salieron, las tres mujeres ``ya estaban jodidas''.
Con una violación como ésa, entendida como estigma, no como una agresión sufrida por las víctimas, el padre de familia golpea a sus hijas y a su mujer todos los días desde esa fecha. Y el resto de la comunidad ``tiene vergüenza''.
-¿Por qué las castigan a ellas si fueron víctimas de los soldados, no culpables? ¿Porqué no los denuncian a ellos?
El responsable del concejo autónomo municipal de Chenalhó, con sede en Polhó, no acierta a explicarlo. ``Es que el señor no quiere. Ya hablamos con él pero... no quiere''.
Mejor callar. Mejor que las mujeres caminen el triple dando un enorme rodeo para evitar la puerta del cuartel, vivir escabulléndose aun en su último refugio. Y ni así. Cuando la tropa federal va corriendo, ejercitándose por la carretera, y ve pasar a algún indio, lo ``jalan'' para que corra con ellos. Los refugiados, que son base zapatista, se resisten. Entonces los sacan de la carretera a patadas y empellones.
También ha ocurrido que los vigías del destacamento llaman a alguno de los zapatistas desplazados cuando va pasando, instándolo a que se acerque ``a platicar''. Y como no quieren los apedrean. ``¿A quién le contamos eso? ¿Quién nos va a hacer caso si somos desplazados?''
Chenalhó se puso el paliacate
Chenalhó, entre San Andrés Larráinzar y El Bosque, tiene una ubicación privilegiada: conecta a Cancuc (dentro de la región autónoma Tzotz Choj), que es la entrada a la zona de las Cañadas, con el norte tzotzil del estado. Y el norte tzotzil, a su vez, conecta con el norte chol. De ahí la importancia de una región autonómica fuerte en los Altos para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que desde antes del levantamiento tuvo dos de sus bastiones más importantes en ambos extremos. Y de ahí el papel clave de Oventic, municipio de San Andrés, o Sak'amchén de los Pobres, como bisagra en este corredor.
De ahí, también, la importancia que tuvo para el Ejército, en su estrategia contrainsurgente, aplicar un operativo de ``limpieza antizapatista'' en este municipio, que antes de 94 era ciento por ciento priísta y que se volvió rebelde de manera silenciosa y repentina.
``Ocurrió bajo las narices de la Seguridad Pública. Y es que los caxclanes (blancos) no nos damos cuenta de nada de lo que ocurre en el mundo indígena si ellos se proponen que no nos demos cuenta'', explica Perezgrovas.
A principios de 1994 hubo asamblea de delegados de la Unión Majomut. Los pedranos manifestaban estupor por el levantamiento del primero de enero, admiración por los ``compañeros de la Selva'' y esperanza. Tímidamente enviaron un delegado a la Convención Nacional Democrática. ``Fue impactante ver el cambio de la gente. Empezamos a perccibir una revalorización de su condición indígena, una conciencia de sí mismos. Nunca lo supimos, pero bajo las narices del gobierno el EZLN desplegó un trabajo muy serio de crecimiento. Quién sabe en qué momento se constituyeron en base social zapatista. Pero cuando ocurrieron los primeros diálogos de San Andrés, Chenalhó entero se abrió al volcarse en los cinturones civiles''.
Naturalmente sobrevino la debacle priísta en los comicios de 95, con 80 por ciento del voto a favor del PRD, el intento de fraude y en consecuencia la constitución del concejo autónomo electo por mayoría. Este abandona voluntariamente la sede del municipio en San Pedro cuando llegan noticias de un plan de desalojo, y se instala ``en el exilio'' en Polhó.
``Por eso es importante para la contrainsurgencia el desmantelamiento de este municipio autónomo. Han logrado en parte su limpieza antizapatista, manteniendo a pesar de las débiles pesquisas de la PGR e íntegros los bastiones paramilitares en Los Chorros, Puebla, Yajshemel y Pechiquil. Es una pinza. Los paramilitares por un lado y los militares -en X'oyep, Tijera de Pom, Majomut, La Libertad, Poconichim, Yajshemel y Puebla- por otro'', continúa su análisis Perezgrovas.
``¿Paramilitares? ¿Cuáles?''
En Cerro Hueco hay presos 94 presuntos miembros del grupo paramilitar que atacó a ``las abejas'' en Acteal. Pero según versiones de las comunidades, la mayoría de ellos ``no son'' y en cambio muchos de los que sí son han ocupado las tierras y casas donde ellos salieron desplazados. Quedan además cerca de 150 órdenes de aprehensión pendientes de ejecutar.
Uno de los cabecillas más visibles de los paramilitares, Hilario Guzmán Pérez, vive tranquilamente en Pechequil. Recientemente llegó a ese pueblo una patrulla de la Policía Judicial Federal con una lista de paramilitares arrestables.
El primero era el propio Hilario. Un hombre salió a recibir a los judiciales. Le presentaron la lista, la leyó: ``No, pues éstos ya no viven aquí. Ya se fueron''. Los guió hasta varias casas destruidas y abandonadas. ``¿Ven? Ya no están''. Conformes, los judiciales se retiraron. Hilario Guzmán Pérez, el guía, se carcajeaba.