La Jornada 24 de junio de 1998

DIOS ES REDONDO Ť Juan Villoro
El príncipe Biyik

Franois Oman Biyik es el único sobreviviente de la selección de Camerún que dio brillo al sombrío Mundial de Italia 90. Su historia se escribe como un continuo desafío a su mala estrella. Hace un par de años jugaba en una apartada Siberia del futbol, los Venados de Yucatán. Su estancia en México combinó las glorias rápidas con una dilatada injusticia. Llegó al América de Leo Beenhakker, inventó toda clase de goles y los aficionados aceptamos una verdad con sabor a aceite de ricino: el equipo más impopular del futbol mexicano jugaba de maravilla. Pero las Aguilas pertenecen a Televisa, ese vivero de las telenovelas. Biyik había viajado a México con sentimientos tan revueltos como su equipaje, en busca de médicos para una severa enfermedad de su mujer y una escuela para el hijo que adoptó luego de una tragedia familiar. Este calvario apenas es el planteamiento del culebrón televisivo. Cuando el América estaba en la cima, la directiva recordó que su negocio es hacer llorar al auditorio y despidió al entrenador holandés y a los mejores de su clan.

Biyik fue rechazado por equipos que hablaron con desprecio de su edad y de una incurable lesión en la rodilla. No tuvo otra salida que ir a Mérida a lograr los mejores lances de la localidad desde el juego de pelota maya. Artista de la supervivencia, encomendó sus meniscos a los dioses y luchó para volver a la primera división. A los 32 años milita en el Sampdoria de Italia y es dueño de un juego ágil y preciso; en comparación con Hagi parece un novato (después de cada descolgada, el vetusto rumano tiene que pedir un taxi para volver al medio campo).

Camerún alterna las cadencias elegantes con las patadas terroristas y Biyik no hizo mucho en los primeros dos partidos de su tercer Mundial. Su presencia en la cancha servía para recordar que ocho años atrás entró al Estadio San Siro como el scirocco, el viento cargado de arenas africanas, y remató de cabeza para doblegar al portero argentino Neri Pumpido y poner a un continente en el mapa del futbol.

Ayer fue decisivo en el fiero empate que Camerún le arrebató a Chile. La afición esperaba que Salas y Zamorano lograran la anhelada victoria de una selección amiga de la taquicardia que recibe igualadas de último minuto. Después del golazo de Sierra, Chile tenía el partido en el bolsillo. Pero los Leones Indomables detestan la lógica. En Italia 90 ganaron un juego perdido contra Colombia y perdieron un juego ganado contra Inglaterra. Cuando el árbitro los dejó con diez hombres ante Chile, la derrota parecía segura, es decir, imposible. Camerún logró la igualada y estuvo a punto de ganar. El capitán Biyik anotó dos goles de bandera que fueron anulados y dejó un par de trallazos en los guantes de Tapia. Acaso por última vez, pisó una cancha mundialista. Que otros celebren a los ganadores. Nosotros rendimos culto al placer del juego y al augusto sufrimiento de un príncipe africano, Franois Oman Biyik.

César en las Galias

Austria volvió a conseguir una obra maestra del tedio. Con extrema cortesía para la gente dormida en las tribunas, salió del Mundial sin hacer ruido. La selección narcótica se plantó en la cancha como si los italianos estuvieran dispuestos a llevarles pizzas. El resultado de 2 a 1 fue menos interesante que una pancarta en las tribunas: ``César, reconquista las Galias''. Cesare Maldini, entrenador de Italia, ha pasado a la siguiente ronda. Es cierto que cruzó el Rubicón como su imperial tocayo. También, que se encuentra en la patria de Asterix. La suerte está echada.