Rodolfo F. Peña
Ojos sobre el Fobaproa

Digamos que ante el caos económico y financiero que se perfiló en l994, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) fue, en teoría, un instrumento consecuente, necesario y eficaz para proteger el sistema financiero y evitar descalabros económicos todavía mayores. En casos similares de economía centralizada, es como ordena proceder la ortodoxia económica que se aprende en las grandes universidades estadunidenses, y así, mutatis mutandis, han procedido otros países. Y quizá el costo de la operación del Fobaproa no hubiera sido tan escandalosamente alto si se hubieran respetado los principios de derecho, honestidad administrativa e interés público. Pero, en cambio, se actuó a puerta cerrada, con criterios patrimonialistas y en una densa atmósfera de corrupción.

Así, el Fobaproa se dio a la tarea de intervenir bancos quebrados, apoyar su capitalización y comprarles cartera vencida. Pero evidentemente era tal la prisa por reconstituir el sistema financiero que preocupó poco o nada establecer las causas de la quiebra y descapitalización de los bancos. En muchos casos se ha sabido inconcusamente que una y otra eran fraudulentas, determinadas por préstamos que los banqueros, como particulares, se hacían a sí mismos para apoyar empresas propias (que en ocasiones, para colmo, tenían una existencia fantasmal).

Respecto de la cartera vencida, las auditorías determinarán, esperémoslo así, qué se hizo con las reservas preventivas para riesgos crediticios que los bancos están obligados a formar de acuerdo con la ley, y si hubo o no apego a los Acuerdos de Basilea, en cuyo Comité participa México, en cuanto a reglas o criterios prudenciales. En general, sería interesante, muy interesante, que los diputados y senadores (y naturalmente los auditores) exigieran conocer íntegro el instrumento jurídico con el que se creó el Fobaproa, para estar en condiciones de comparar sus diferentes acciones con la normatividad constitutiva del fideicomiso.

Todo eso es indispensable porque, entre otras razones, el traslado de la deuda a Fobaproa podría revertirse, en gran medida, a quienes realmente la generaron, y si algunos bancos quebraran por esa causa, el deber del gobierno sería proteger realmente a los ahorradores y a los deudores reales, no a los banqueros, como se ha hecho. Si a fin de cuentas nos quedamos con muy pocos bancos, pero fuertes y manejados con la honestidad y confiabilidad que se atribuye a los banqueros tradicionales (no a divinidades como Isidoro Rodríguez y Cabal Peniche), no será muy importante si se piensa en la escasa o nula capacidad de ahorro de muchos millones de mexicanos y de miles de empresas pequeñas y medianas, agobiados todos por la crisis.

Ciertamente, a los banqueros y a los responsables directos de la operación del Fobaproa les vendría de perillas que todo se redujera a la conversión del adeudo del fondo en deuda interna, a cargo de varias generaciones de mexicanos que ya ahora mismo, en las generaciones vivas, están siendo golpeados por el desempleo, la incertidumbre y la desatención pública, ya ahora dependientes, para preservar su salud, para educarse y alojarse en una vivienda, de un gasto social que se vería más gravemente quebrantado aún si se le impone el pago del rescate bancario.

Borrar y empezar la cuenta, que es lo que pretende el Ejecutivo, es una medida fácil. Por eso quiso pasar furtivamente al Congreso el asunto del Fobaproa, como algo de trámite normal y expeditivo. Ya no será posible. Independientemente de las auditorías, el fondo ha sido sometido a una indagación tan profunda como se puede y que tomará el tiempo que necesite. Seguramente se fincarán responsabilidades a muchos banqueros, empresarios y funcionarios públicos, sin importar su tamaño.

Y si los presuntos responsables resultan miembros, prominentes o no, de algún partido político, a ese partido más le vale deslindarse a buena hora, porque el costo electoral será elevado. Lo que no puede hacerse es desaprovechar la oportunidad de depurar al sistema bancario y a la parte del gobierno que se relaciona con él, y luego de legislar y crear controles de forma que verdaderamente no nos vuelvan a saquear, porque esto ya se está pareciendo demasiado a una rutina sexenal.