Penderecki: los compositores, sin rumbo; hoy reina la música McDonald's
Pablo Espinosa Ť El maestro Krzysztof Penderecki, en entrevista:
``Vivimos la era del pensamiento unísono, el nuestro es el tiempo de la decadencia. En el campo de la creación sonora, por ejemplo, los compositores han perdido el rumbo; tenemos, en cambio, la era de los Tres Tenores, que hace 20 años hubiera resultado ridícula, pero hoy aparece como la distinción cultural por excelencia: llenar estadios con música de fácil digestión. Las personas no quieren pensar, se evaden con música muy digerible. Hoy impera la Música McDonalds.''
El registro va directo a los anales de la música en México: esta noche Penderecki dirige a la Orquesta Sinfónica de Xalapa, en la capital veracruzana, para estrenar en nuestro país su Segundo Concierto para violín y orquesta. En la segunda parte, el compositor polaco dirige la Sinfonía Novena de su amigo Dmitri Shostakovich. El concierto se repetirá mañana por la noche en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, en la ciudad de México.
El imperio del pensamiento unísono
--Si en su Primer Concierto para violín y orquesta tomó como referencia el de Alban Berg, ¿cuál es la estructura del Segundo, que hoy estrena en México?
--Fue un encargo de la Orquesta de la Radio de Leipzig. Si el primero, de cuya escritura transcurrieron ya 20 años, lo escribí para el violinista Isaac Stern, este segundo lo concebí para Anne Marie Mutter. Hay que recordar que yo mismo fui violinista. En el primer concierto estaba yo muy interesado en el sonido que produce Stern: un estilo muy del Este de Europa. Desde luego que el caso de Mutter, a quien elegí para mi nueva partitura, es muy distinto: ella posee una técnica fantástica, de pensamiento muy directo, nítido y una capacidad ilimitada: puede tocar prácticamente cualquier nota. Ella y yo no habíamos cruzado una palabra acerca de la música; nos conocimos cuando le entregué la partitura, diez días antes del estreno y la tocó a primera vista sin ningún problema. Es fantástica.
--¿Tiene predilección por las obras de encargo, es decir, escribir bajo presión?
--En el pasado, todos los compositores, quiero decir los compositores importantes, escribían por encargo. Mozart lo hacía a veces por nada, para ocasiones especiales. La diferencia es que en la época de Mozart las obras se tocaban una sola vez: las personas tenían curiosidad por escuchar la nueva obra y ya; hoy, en cambio, las obras se repiten, incluso se graban en disco. La verdad es que yo necesito la dead line (tiempo límite de entrega; cierre de edición, en el argot periodístico), como me imagino usted como periodista también necesita la dead line. Lo he hecho así durante 40 años. De hecho tengo calendarizadas obras que debo entregar hasta antes del año 2011. Espero vivir todavía para entonces. Lo que hago es poner esos encargos en mi calendario y eso me hace trabajar a diario. Incluso en este momento en Jalapa estoy terminando una obra: Credo, que voy a estrenar dentro de dos semanas en el Festival Bach de Oregon, en Estados Unidos. Ellos ya tienen la mayor parte de la partitura, pero las últimas páginas las tengo conmigo aquí, en proceso de orquestación.
--¿Cuál es la razón por la cual usa usted colores en su caligrafía?
--Siempre hago varias versiones de una obra: antes de escribir la partitura intento varios bocetos y para distinguir las diferentes versiones, cada una la escribo con un color diferente. Resulta una partitura colorida, pero es simplemente una cuestión de orden práctico, no tiene que ver con la música.
--¿Qué contiene el libro que escribió y que presentará el próximo 10 de julio?
--En los últimos seis años recibí grados honorarios de varias universidades (Georgetown, Glasgow, Cracovia, entre otras) y escribí discursos, para los cuales decidí recurrir a un mismo tema: la muerte del siglo, la idea del futuro del desarrollo del arte, la decadencia de nuestro tiempo. El título del libro es El laberinto en el tiempo, que fue el título de uno de los discursos. Son cinco textos diferentes acerca del mismo tema.
--¿Por qué ``era de decadencia''?
--El tiempo de fin de siglo es cíclico. Es cuando la vanguardia cambia. Hablo de vanguardia refiriéndome a las décadas de los años cincuenta y sesenta, porque al menos en música ya no hubo más vanguardia en este siglo, sólo repeticiones de lo que se hizo en aquel par de decenios. Los compositores han perdido el rumbo (they lost their tracks, es la expresión que usa Penderecki), no muestran claridad en las ideas que se cirnieron en tiempos recientes ni están haciendo la música que supondría un desarrollo musical que se esperaba. Los compositores importantes de este siglo ya murieron: Bartok, Stravinski, Shostakovich, Messiaen y no hay ahora ningún compositor a ese nivel, a la altura de aquellos. Vivimos, en cambio, la era de los Tres Tenores, lo cual hace 20 años hubiera resultado ridículo, pero hoy aparece como la distinción cultural por excelencia: llenar estadios con música de fácil digestión. Las personas no quieren pensar, se evaden con música muy digerible. Hoy impera la Música McDonalds. Vivimos la era del pensamiento unísono.
Shostakovich, gran sinfonista del siglo
--¿Han perdido el rumbo los compositores merced a eclecticismo, lo que algunos llaman posmodernismo?
--No lo creo. Los compositores de hoy son meros seguidores de lo que fue algún día vanguardia. Debería de haber reacción, una reacción saludable a la vanguardia. Ya pasaron 25 años sin que haya sucedido nada importante en música.
--¿Y de los compositores, como Arvo Part, que practican formas tendentes a un cierto misticismo?
--Son facilismos, música de easy going. Una manera de escapar de los retos actuales. No creo que radique en eso el futuro de nuestra música para el siguiente siglo.
--Su paisano Gorecki gusta también de los temas religiosos, ¿alguna liga?
--No hay relación estética entre ambos. Gorecki se va también por el camino fácil, el de Arvo Part, el de Philip Glass. Aunque se trate de música diferente la que escriben ellos, son aproximaciones similares a la experiencia sonora. A final de cuentas, la estética se repite entre ellos. Mi música es en cambio muy compleja. Yo no manejo los elementos que ellos estilan. Mis intereses se dirigen más hacia la música sinfónica, hacia los universos sonoros que han estado abandonados en nuestro siglo, pues después de Mahler sólo Shostakovich fue realmente un gran sinfonista. Se trata de una tradición que se ha perdido un poco; lo que estoy tratando entonces con mi música es de recuperar, de continuar la gran tradición de la música sinfónica.
--¿Sigue usted interesado en crear un sentimiento espacial y duraciones épicas?
--Así es. Siempre he lidiado con los grandes formatos. Al escribir música religiosa no estoy escribiendo para las salas de concierto sino para las iglesias, es decir para espacios acústicos diferentes a los convencionales. Incluso el Credo que estoy terminando de escribir aquí en México está concebido para una catedral, aunque se va a estrenar en una sala de conciertos, pero la intención estética crea un efecto diferente, pues se trata de una obra concebida para una acústica diversa.
--¿Le molesta ser considerado un compositor religioso?
--Ciertamente he escrito bastante música religiosa; he compuesto, por ejemplo, unos siete u ocho oratorios, algunos de ellos de gran aliento, gran formato, pero también he escrito mucha música de cámara. Mi meta es más bien cultivar mi vocación sinfónica. En realidad, entonces, soy un sinfonista, más que un compositor de música religiosa.
--¿Qué le significa para su calendarización creativa cumplir 65 años?
--Empezar a entender cosas. Me parece que logro cada día un nivel superior en mi trabajo. Mi música es día con día mejor, por eso escribo a diario, por eso nunca paro de trabajar. Salvo algunos meses durante los años setentas los últimos 20 años he estado escribiendo a diario, sin parar. Cuando uno llega a los 60 años empieza a entender cosas. Estoy seguro que mi música es cada vez mejor.
--¿Qué ha empezado a entender, por ejemplo?
--La experiencia, sencillamente el significado de lo que es experiencia. Vivir. Eso incluye mi experiencia como director de orquesta, porque intento aprender todo lo posible que uno pueda aprender acerca de lo que significa ser un director de orquesta, no sólo dominar, por ejemplo, el repertorio del siglo XX, sino todo el repertorio.
--¿Tiene alguna razón especial en dirigir, junto a sus obras, las partituras de Dmitri Shostakovich?
--Varias razones: porque lo conocí y fuimos grandes amigos, porque me gusta mucho su música, porque a él le gustaba mucho mi música, porque su música y la mía van muy bien juntas, en una sesión sinfónica. Para mí, Shostakovich es el más grande sinfonista de nuestro siglo, indudablemente. Además, dirigir sus sinfonías, especialmente en Rusia. Tiene sentido del humor, claridad de pensamiento y reciedumbre formal. Su Sinfonía Novena, por otra parte, es un tanto diferente del resto de su producción para orquesta: tiene un muy especial sentido del humor y, además, no tiene tanta tensión dramática como sus otras sinfonías. Es, también, una obra gentil del más grande sinfonista de este siglo.