La Jornada martes 30 de junio de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Los resultados electorales de Baja California, favorables al PAN en los principales municipios, virtualmente empatados con el PRI en el Congreso local, no ofrecen augurios favorables al tricolor para las tres elecciones de gobernador que se realizarán el domingo próximo.

Una lectura rápida de lo sucedido en el estado fronterizo pareciese indicar que aun por encima de dificultades, tropiezos y pifias cometidas por quienes han llegado al gobierno en contra del PRI, los votantes siguen prefiriendo las opciones opositoras al partido tricolor.

En ese sentido, se fortalecen las expectativas panistas en Chihuahua y en Durango y, en un contexto distinto, se ensanchan las previsiones adversas al PRI en Zacatecas.

Chihuahua: el zigzagueo de Barrio en busca del 2000

En Chihuahua se inauguró la etapa priísta de las elecciones primarias para sacarse de encima el peso corporativo de uno de los aspirantes, el senador Artemio Iglesias, amo y señor de los directorios corporativos, de las militancias cautivas y de las tretas electorales.

De haber optado por el sistema tradicional del dedazo, la decisión central (siempre favorable al diputado federal Patricio Martínez, un priísta light, de buena presencia entre la sociedad y sin la carga negativa del priísmo clásico) se hubiese topado con graves problemas de operación, pues la estructura del tricolor estaba principalmente bajo el control de Iglesias.

Llevado a campo abierto y con las manos amarradas, el senador Iglesias sucumbió ante un Patricio Martínez en cuyo favor votaron hasta panistas. En Los Pinos hubo un suspiro de descanso y en el Palacio de Gobierno de Chihuahua hubo un gobernador, panista, que creyó posible mostrarse como ejemplo nacional de democracia alentando la alternancia en el poder y, al mismo tiempo, evitando que su adversario al interior del PAN, Ramón Galindo, ganase la gubernatura.

Tomados de la mano en una luna de miel triangular (y vistos con una sonrisa embelesada desde Los Pinos), los dos principales candidatos a gobernador, Martínez y Galindo, y el gobernador Francisco Barrio Terrazas recorrieron los primeros tramos de la campaña electoral chihuahuense hasta que, recientemente, la música de vals fue sustituida por los tambores de guerra: Barrio y los panistas se lanzaron contra el priísta Martínez que, a su vez, reviró contra los blanquiazules.

Sea o no la razón real del súbito cambio de música, los directivos panistas, proclives a la candidatura presidencial que Barrio Terrazas se esmera en buscar con el mecanismo sencillo de decir permanentemente que no la quiere, encontraron que sería mal visto entre los convencionistas que decidirán la postulación panista del 2000 el que el eventual candidato hubiese perdido la elección de su propio estado. En ese contexto, por una candidatura presidencial bien vale la pena apoyar al antes mal visto adversario Galindo.

Como producto de esos embates, la popularidad del priísta Martínez ha descendido. La divulgación del alto número de propiedades inmobiliarias de la familia Martínez, y la utilización de los bienes patrimoniales, y su origen, como mecanismo de desacreditación, les ha funcionado a los panistas.

Si el fenómeno de Baja California pudiese utilizarse como parámetro (gobiernos fronterizos en cuyas elecciones se está juzgando el ejercicio panista), podría suponerse que Barrio Terrazas tiene inclusive mejores condiciones para preservar el voto blanquiazul que su colega Héctor Terán Terán, acusado éste no de mesianismos ni ambiciones superiores sino de grisura y desapego.

La telenovela de Durango

Tierra de locaciones (cinematográficas), Durango vive hoy entre la panista Rosario Castro Lozano, que promete darle a esta entidad una Mirada de mujer desde el poder, hasta el priísmo de Angel Sergio Guerrero Mier, que en algunos episodios hace recordar escenas de Nada personal. A un ladito, sabiendo que no le corresponde ningún papel estelar, el PT de Alejandro González (Gonzalo) Yáñez, resiste las Tentaciones de negociar y aliarse para ayudar al tricolor.

Validos de la trilogía de la productora Argos, que dirige Epigmenio Ibarra, es posible entender lo que hoy sucede en aquella tierra de rumores que pican como alacranes. La ex presidenta municipal de Ciudad Lerdo, y hermana del afamado jurista y actual senador panista de nombre Juan de Dios, Rosario Castro Lozano, ha ido avanzando de manera sostenida. Le ha ayudado, y explota las posibilidades de esa línea, el hecho de ser mujer, pero eso no es todo: la señora Castro Lozano hizo un buen papel como alcaldesa y, ahora, frente a la campaña avejentada del candidato priísta, y el hartazgo de los ciudadanos por los abusos y corruptelas del gobierno saliente, encabezado por el próspero líder campesino Maximiliano Silerio Esparza, ha ido ganando puntos en las encuestas electorales.

Una de las circunstancias que permitieron que en Durango se aplicara el dedazo, y no se ensayara alguna forma de elección democrática del candidato priísta, fue la dispersión del voto opositor.

En Durango hay dos opciones claras contra el PRI: el PAN, que tuvo en Rodolfo Elizondo a su personaje más importante, y el PT, con Gonzalo Yáñez y su grupo proveniente del Comité de Defensa Popular, que ya ha ocupado dos veces la alcaldía de la capital del estado y ahora, ante la polarización PRI-PAN, ha preferido refugiarse en esa zona capitalina y dejar de lado los sueños de expansión estatal. El PRD, endosado a Máximo Gámiz Parral, tiene una vida tan precaria que por allá dicen que el mejor resultado de la campaña perredista será allanarle el camino al partido de Manuel Camacho Solís, que fue el anterior jefe político de don Máximo.

Zacatecas, o cómo complicarse la vida

Es posible que el Cerro de la Bufa sea recordado en adelante como el Waterloo del dedazo imperial mexicano. Allí, en una apacible campiña en la que sólo los chicharrones del PRI tronaban, se tomó una decisión terriblemente equivocada: se desdeñó al candidato natural a la gubernatura y, en su lugar, para resolver problemas de grupos en pugna, se postuló a alguien que en otras circunstancias hubiese sido un candidato bien visto y ganador.

Así, José Olvera Acevedo pareciese condenado a recibir un castigo que no le pertenece pero que las peculiaridades de la política le están asignando. En cualquier otro momento hubiese sido un candidato sin problemas, agradable y con buenas intenciones. Pero su postulación fue producto de un enorme error del sistema y, por ello, el priísta que debió ser candidato para preservar cuando menos otros seis años a Zacatecas como paraíso tricolor, Ricardo Monreal, inició un movimiento social que aparece enfilado hacia la victoria electoral o, cuando menos, a la recomposición clara de la geografía electoral zacatecana, donde ya ha quedado implantado el sentido opositor (que antes casi no existía, más que algunos barruntos heroicos del panismo) y en particular el perredismo.

Monreal, contra el que, ciertamente, se han desatado todas las furias del sistema (sobre todo las del mapachismo), por cuanto su decisión ridiculizó los mecanismos del dedazo y reforzó en otros priístas la percepción de que los caminos de la institucionalidad no son los únicos viables.

Astillas: El sueño (futbolístico) ha terminado. Y cuando el árbitro pitó el final, México y sus problemas seguían (empeorados) allí...

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