Cuando una de las mejores noticias en años son los triunfos de la selección nacional en el Mundial de Francia 98, es que algo anda mal en el país. Cada vez queda más claro que este sexenio tiene una dinámica circular de conflictos, y todo indica que lo terminaremos peor de como lo iniciamos. Estamos ante una nueva fase de la crisis económica y el gobierno se dispone a anunciar el tercer recorte al presupuesto; el caso de Chiapas va de mal en peor y el endurecimiento y la militarización de la región presagian vientos de mayor tragedia; los asesinatos políticos siguen como expedientes abiertos sin avanzar un milímetro; la ola de la corrupción ha cobrado dimensiones gigantescas que se concentran en el caso del Fobaproa. Y mientras las inercias y rutinas de este cuadro nacional tienen con el agua al cuello al país, varias regiones están a punto de celebrar comicios. El próximo 5 de julio, Chi- huahua, Durango y Zacatecas renovarán sus poderes locales en dinámicas de fuerte competencia. Podemos plantear dos hipótesis a prueba para el próximo domingo, una será observar si en México ya existe el vínculo entre el desempeño gubernamental y el voto, y la otra es que a pesar de las diferencias entre estos estados, en los tres hay condiciones para que el PRI pueda perder los comicios.
La heterogeneidad entre las regiones se va cerrando y las diferencias son cada vez menores, la competencia electoral crece y homogeniza una parte importante del sistema político. Los rasgos de este proceso son: el avance de los partidos de oposición; la creciente volatilidad del voto que define los triunfos; la caída del voto priísta; la generalización de instrumentos políticos en las campañas como las encuestas, los debates entre candidatos, las peleas sucias y el uso de los medios masivos.
En Zacatecas el PRI tenía uno de sus bastiones más seguros, pero la imposición de una candidatura dividió a las bases y el reacomodo del liderazgo abrió la posibilidad de que el partido del sol azteca gane su segunda gubernatura, después de la capital del país. Se trata de un buen ejemplo de la personalización de la política. Según encuestas hay prácticamente un empate técnico entre el PRI y el PRD (Reforma, 26/VI/98). Zacatecas tiene la posibilidad de remover al PRI y entrar a formar parte de los territorios de alternancia. En este caso pasa algo similar a lo que sucedió en 1997 con estados que tenían un predominio priísta como en Sonora, cuya votación se dividió en tres partes, y en Colima que volvió bipartidista.
En Durango se trata de un caso diferente, existen tres fuerzas, PAN, PRI y PT, y esa fragmentación le da al partido tricolor una cierta ventaja. En Durango hay una especie de círculo vicioso que se puede describir bajo el esquema de ``más vale malo por conocido''. Los últimos gobernadores han acumulado historias de corrupción y de saqueo; llegan del centro, pasan seis años en el estado y después de exprimirlo llega el siguiente que repite el ciclo. Durango se ha rezagado de forma importante en su desarrollo económico y el actual esquema priísta no presagia cambios. Una alternancia le podría abrir cauces nuevos y otros aires para que este rico estado del norte deje de estar atrapado en una situación de atraso político y económico.
En Chihuahua se juega la alternativa entre consolidar los cambios que hizo el gobierno panista, o regresar a los esquemas de un gobierno priísta, un regreso al pasado. Las preferencias se han cerrado y prácticamente hay un empate técnico entre el PAN y el PRI, según datos de una encuesta reciente (Reforma, 26/VI/98). Además, en ese estado se debaten métodos y expectativas que tienen el significado de vislumbrar escenarios para el año 2000, por eso es importante lo que suceda con esta elección.
Los resultados electorales de estos tres estados serán importantes para enfrentar la circularidad trágica de este sexenio. Ahora que Alemania nos quitó el gusto de seguir en la ilusión futbolera, el país tendrá que regresar a las viejas historias de todos los días y quizá los electores de Chihuahua, Durango y Zacatecas podrán votar por la opción que mejor les garantice un buen gobierno, es decir, democrático, honesto y eficiente.