Francisco Vidargas
Bóvedas fracturadas

Un caso de relevancia que afecta directamente al patrimonio cultural es el referente al estado actual de la parroquia de Santa Prisca, en Taxco, cuya estructura se encuentra severamente lesionada. Esta situación se dio a conocer durante los recientes trabajos de recuperación del templo, promovidos por la Sociedad de Amigos de Santa Prisca y encargados, con la asesoría del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a la empresa Ars Hábitat.

Entre 1988 y 1990 Santa Prisca fue restaurada por encomienda del gobernador José Francisco Ruiz Massieu, pero a consecuencia de cambios políticos en el estado y falta de dinero, la intervención quedó inconclusa. El arquitecto Ricardo Prado desarrolló un ambicioso proyecto integral de rescate que incluyó tanto el aspecto estructural del edificio como los bienes muebles que alberga en su interior.

La cubierta de la iglesia la conforman bóvedas de medio cañón con lunetos, una cúpula principal de media naranja --sobre el crucero-- con ocho gajos y una linternilla coronada por un capulín, otra menor de planta elíptica y linternilla octagonal que cubre la capilla del Padre Jesús y una más sobre la escalera del coro, junto a dos linternillas en el bautisterio y el cuadrante. El informe publicado por Prado, en el libro Santa Prisca restaurada (1990), señala que las bóvedas habían sido terminadas originalmente con el procedimiento tradicional ``de bruñido de cal y arena'', que se encontraban intervenidas con resanes de cemento y pastas asfálticas y que la capa impermeable había perdido su trabajo mecánico, además de que la superficie interior (o intradós) presentaba humedades.

Para el nuevo recubrimiento se siguieron diversos procedimientos: retiro de elementos ajenos en toda la azotea y de resabios de cemento en hendiduras y grietas; limpieza general de basura; erradicación de vegetales, musgos y líquenes mediante inyecciones de herbicida y colocación de biocidas; exterminio de flora y fauna nocivas como insectos y semillas de ortiga; aplicación de pasta de cal y arena junto con un agente químico de adherencia, y finalmente una impermeabilización tradicional, aplicándose jabón y alumbre disueltos en agua caliente.

Sin embargo en años posteriores, por la ausencia de un programa permanente de mantenimiento, volvieron a aparecer nuevas lesiones estructurales. El estado actual de la bóveda y muro testero sobre el retablo mayor (o del Patrocinio) y del crucero norte (de la virgen de Guadalupe) es grave, presentando fracturas cercanas a los 10 centímetros de ancho. Recientemente visitó las obras el arquitecto Salvador Aceves, coordinador de Monumentos Históricos del INAH, quien dictaminó que ``las fisuras en el acabado del extradós (superficie exterior) de la bóveda corresponde a grietas que pasan de lado a lado, por donde entra humedad a la parte alta de los retablos con grave riesgo para su integridad''. Y concluyó diciendo que es ``urgente el retiro de toda la membrana de la nave para consolidar las mamposterías y reponer el acabado superficial''.

Los trabajos de conservación prosiguen con fortuna, como la consolidación del tambor ochavado y de las bóvedas. Algunos pueden cuestionarse, como el repintado de la cantera y el de los gajos interiores de la cúpula principal, cubriendo las muestras pictóricas barrocas (guirnaldas y grecas) y las alusiones eucarísticas neoclásicas aparecidas durante su intervención. Pero las decisiones han sido tomadas con apego a las indicaciones del INAH.

Concluida en escasos ocho años (1751-1758) por los arquitectos Cayetano de Sigüenza e Isidoro Vicente de Balbás, Santa Prisca representa --como lo escribió el historiador inglés René Taylor-- ``uno de los puntos culminantes del barroco hispánico del siglo XVIII''. Ahora, gracias a la activa intervención de la Sociedad de Amigos, poco a poco se recobra su esplendor, aunque siempre con apremios económicos. Vale la pena apoyar el esfuerzo que hacen.