Octavio Rodríguez Araujo
Zedillo, a la zaga del Banco Mundial
El Banco Mundial (BM), y por cierto no por primera vez, reconoce que la pobreza y la desigualdad social en México han alcanzado grados alarmantes. El BM ha reconocido también, y el pronunciamiento es muy importante, que los estados del sur del país ``no están totalmente incluidos en el desarrollo económico nacional'' (La Jornada, 29/06/98).
Este reconocimiento de la pobreza en México se da en los medios gubernamentales mexicanos, pero la diferencia es que mientras en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el BM hay preocupación por su significado y posibles consecuencias, en el gobierno existe la terca sensación de que todo está muy bien, de que el país va hacia delante y de que el problema se reduce a una expresión: ``querer es poder''. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo han reconocido desde hace dos años que los niveles de desigualdad social en México, con la excepción de Brasil, no se dan en ninguna parte del mundo, pero el gobierno mexicano sigue pensando que la prioridad nacional es el crecimiento económico, independientemente de cómo se distribuya la riqueza que se produce. Esto es, el gobierno de Zedillo --como los de sus antecesores, también neoliberales-- no ha querido entender que el crecimiento económico sin distribución y equidad favorece únicamente a unos cuantos y aumenta la pobreza, no sólo la de los desempleados o de quienes no pueden sacarle frutos a la tierra para la alimentación, sino incluso de quienes tienen trabajo (el ingreso real de los trabajadores ha caído 84.6 por ciento de 1976 a la fecha, El Financiero, 28/06/98).
Un reconocimiento del BM que podría ser calificado de relativamente novedoso es el referido a los estados del sur del país que ``no están totalmente incluidos en el desarrollo económico nacional''. Este diagnóstico no encierra ningún misterio, pues lo conoce todo México por lo menos desde principios de 1994, cuando los indios de Chiapas dijeron ``ya basta'' y los mexicanos de Nuevo León o de Baja California descubrieron que no todo el país era como su entorno norteño. Pero lo importante es que el BM --como el FMI--, que antes defendía a capa y espada el neoliberalismo con su carácter excluyente, ahora esté preocupado por la exclusión de regiones enteras del desarrollo económico del país. En otros términos, el carácter de la mundialización económica basada en la exclusión de quienes son prescindibles para el mercado (como productores y/o como consumidores) ha sufrido un cambio en sentido contrario, pues ahora la exclusión, además de inmoral desde el punto de vista humano, es un problema para realizar en el mercado la gigantesca producción mundial de los últimos años (se ha producido más de lo que se puede vender, y mercancía que no entra en el comercio no es mercancía).
La preocupación del BM sobre regiones excluidas del desarrollo económico nacional (y no sólo en México) ya estaba en la agenda del BID desde el año pasado, pero también es parte de la polémica intelectual en el mundo desarrollado, como lo demuestra la aparición, en octubre de 1997, del libro de Franois Chesnais La mondialisation du capital (París, Syros), en donde el autor critica a Paul Hirst y a Grahame Thompson (Globalization in Question, Cambridge, Polity Press, 1996) en este punto. Tal polémica debiera darse en México, al menos entre los sectores intelectuales y universitarios. Quizá logremos, junto con el BM y el BID (ironías del presente), convencer al economista y presidente Zedillo de que su política puede y debe cambiar a favor del desarrollo económico (crecimiento con distribución) y de la integración de los estados del sur a la economía nacional en una lógica de justicia social y de ampliación del mercado interno.
La conclusión obvia es que el Presidente de México pareciera no haberse dado cuenta de que su política económica nacional se quedó en el pasado, está a la zaga de los cambios de orientación del BM y de quienes fueron defensores del neoliberalismo y buscan ahora opciones imaginativas para enderezar la economía mundial, poner un freno a la catástrofe del planeta y evitar que mil 300 millones de seres humanos mueran de hambre.