El discurso de Ernesto Zedillo, antier en Chiapas, expresa la amenaza de los hechos. Todo lo que planea el Presidente en su mensaje es la reiteración de lo que el gobierno ha venido haciendo.
El jefe del Ejecutivo acusa al EZLN de haber roto el diálogo y rechaza la acusación de éste en el sentido de que el gobierno desconoció los acuerdos de San Andrés. Sin embargo, Zedillo afirma que existe ``disposición'' oficial para cumplir tales acuerdos, pero --eso sí--, en el marco de la Constitución, ocultando que el contenido fundamental de lo firmado por las partes debe conducir a reformar la Carta Magna. El Presidente, con su discurso, admite justamente lo contrario de lo que pretende sostener: el gobierno no está dispuesto a cumplir los acuerdos, pues supone que éstos no ``salvaguardan'' la Constitución.
Y así sigue: el jefe del Estado admite que en su bando hay quienes tienen ``afán de violencia'', al afirmar que éstos se encuentran en ambos lados, pero no dice qué piensa hacer contra los ``intolerantes'' de su propio partido y mucho menos nos explica cómo es que éstos pueden operar con tanta libertad.
Zedillo continúa en la misma línea al afirmar que, cuando se inició el diálogo con el EZLN, su gobierno admitió a la Conai como intermediaria a sabiendas que ésta era parcial. ¿De qué manera un intermediario puede ser parcial? ¿Acaso la Conai se negó alguna vez a transmitir los mensajes del gobierno a los rebeldes? La Conai propició todas las reuniones de San Andrés, estuvo presente, fue emisaria de ambos bandos y promovió, incluso, la aproximación de posiciones. Cuando el gobierno desconoció los acuerdos firmados, era natural que el intermediario se sintiera también defraudado.
Hoy no existe la Conai, pero el Presidente quiere descalificarla y condenarla: Zedillo actúa con espíritu de ajustar cuentas; olvida que es Presidente.
En su condena a quienes, según él, propician la intervención de extranjeros en el conflicto, el Presidente confiesa su afán de ocultar lo que ocurre en Chiapas. Si alguno de los extranjeros hubiera cometido un delito, de seguro que estaría ya en la cárcel, pero no es eso lo que el gobierno ha castigado, sino la presencia de misiones de observación claramente solidarias con el EZLN. La xenofobia oficial es una expresión más de la lucha del gobierno contra los rebeldes, es decir, de la violación unilateral de la tregua.
Y es éste --el de la tregua-- el problema medular. Las acciones ofensivas, violatorias de la suspensión de hostilidades, han procedido invariablemente del gobierno de Zedillo. El Ejército ha sido utilizado para golpear a las bases de apoyo de los rebeldes y a otras organizaciones civiles de oposición, entre ellas al PRD, mediante incursiones a varias comunidades donde la policía ha detenido y asesinado a indígenas desarmados.
La matanza de Acteal fue también una criminal violación de la tregua, pues los asesinos son priístas organizados, integrantes de una banda paramilitar cuyo propósito es atemorizar y asesinar a rebeldes y opositores, bajo la apariencia de enfrentamientos ``intercomunitarios''.
Zedillo afirma que el Ejército debe permanecer en la región, aun cuando lo que se está demandando es que se retire de los poblados, pues eso genera un estado de ocupación y es violatorio del texto constitucional.
El Presidente no quiere reconocer la situación de Chiapas; no admite que existe una rebelión que no ha sido superada, que la tregua es cada vez más inestable debido a los actos gubernamentales y a las reacciones que éstos provocan; no acepta que hay un movimiento revolucionario, el cual no empieza ni termina en el EZLN sino que es amplio y muy viejo; no reconoce a las fuerzas políticas --armadas y civiles-- de la entidad, ni trata con ellas, ni promueve reformas, ni busca caminos que lleven a soluciones de conjunto.
El Presidente amenaza con los hechos gubernamentales; nos dice que seguirá haciendo lo mismo, que mantendrá su misma actitud ciega e irascible y que continuará contradiciéndose en su propio discurso. El debate sobre las medidas de distensión para Chiapas ha quedado, otra vez, en el vacío: el diálogo político se encuentra, así, con un portazo en el rostro. Chiapas: la amenaza de los hechos.