Las elecciones que hoy se desarrollan en Chihuahua, Durango y Zacatecas tienen una importancia que va mucho más allá de los procesos electorales de rutina. En Chihuahua y Zacatecas la contienda se espera particularmente reñida; en la primera entidad, gobernada por el PAN, el priísimo espera recuperar posiciones y medir su capacidad para rencontrarse con el electorado, mientras que el blanquiazul buscará mantenerse en el poder y probar que, no obstante las acusaciones de presuntas prácticas de corrupción formuladas contra el gobierno de Francisco Barrio, goza todavía de la confianza de la mayoría de los electores. Por su parte, la elección en Zacatecas podría convertirse para el PRD en un primer paso para consolidar su presencia en el norte del país y comprobar ante sus propios militantes la eficacia electoral de la postulación de candidatos salidos recientemente de las filas de otros partidos. Para el PRI, los comicios zacatecanos serán también una prueba de fuego, pues la obtención de un triunfo legítimo le permitiría superar las divisiones y los conflictos suscitados por la renuncia y posterior postulación de Ricardo Monreal como candidato del PRD.
Las elecciones son también importantes porque servirán de termómetro de la participación popular, de la maduración democrática y del nivel de aceptación o rechazo de los electores ante la forma en que se han conducido sus gobernantes, tanto en la esfera local como en la federal.
Sin embargo, debe señalarse, los resultados de los comicios de hoy, aunque tienen implicaciones nacionales, podrían no ser necesariamente un reflejo de las preferencias electorales a escala federal. La temperatura social y política del país tiene, en efecto, una línea general alimentada por múltiples factores -situación económica, corrupción, inseguridad, desempleo, crisis del sector rural, cartera vencida, Fobaproa, etcétera- , pero se expresa en las elecciones de cada entidad en grados diferentes, según el peso relativo de los problemas y los partidos tradicionales, y en función de las peculiaridades políticas y demográficas de cada uno de los estados. En Zacatecas, por ejemplo, dada la división acontecida en el PRI local y las personalidades de los candidatos, el sentido y la magnitud de la votación podrían ser diferentes a lo que ocurra en Durango o Chihuahua, y en el caso de esta última entidad, el resultado electoral podría definirse, antes que por las propuestas o el carisma de los contendientes, por la opinión que tengan los electores de los seis años de gobierno de Francisco Barrio.
Por ello, sería aventurado formular conclusiones de cara a los comicios del año 2000 con base en los resultados de las elecciones de hoy, aunque sin duda los procesos electorales de Chihuahua, Durango y Zacatecas aportarán datos relevantes sobre algunas grandes tendencias, como el nivel y la madurez de la protesta social, la vigencia o no de la normas democráticas, el grado de confianza en los partidos que tradicionalmente pesan en la región y la solidez de sus direcciones y estructuras.
Los dados están echados y sólo queda formular un exhorto para que las votaciones de hoy se lleven a cabo en forma concurrida, pacífica y transparente, a fin de que el mandato de la ciudadanía -cualquiera que sea su orientación- se respete cabalmente y el país dé un nuevo paso hacia la consolidación de un auténtico régimen democrático.