La Jornada Semanal, 5 de julio de 1998
El día que terminé de leer este libro, ocurrió algo extraordinario. Hacía dos días que no podía respirar bien debido a una hiperreactividad bronquial causada por alergia a la contaminación. Además de la dificultad respiratoria, tosía cada minuto o minuto y medio, así que, sin darme cuenta, durante aproximadamente 72 horas el volumen de El cuerpo humano y su tratamiento mortuorio estuvo sometido a un zarandeo intermitente, lo cual provocó que el contenido impreso del libro se desprendiera poco a poco, y fuera cayendo como migajas de pan en mi debilitado regazo. Cuando al fin me di cuenta era demasiado tarde; mi ``cobijita'', el sillón y hasta la alfombra eran un reguero de letras, palabras y frases sueltas. Entonces, me vi obligada -cual arqueóloga frustrada que soy- a reconstruir aquel desorden de vestigios mortuorios. De tal manera que el texto que leeré a continuación es el extraño resultado de un rompecabezas armado por una mujer mortificada, enferma y diletante en la materia de la muerte y su tratamiento científico. La primera frase, que fue recogida in situ aunque incompleta, es la que decidí usar como título de esta reconstrucción: ``El canibalismo histórico al sur de Estados Unidos.''
La muerte es quizás el tema que más ha interesado a los vivos. Será tal vez porque consideramos que la vida es efímera mientras que la muerte es eterna... quién sabe, el caso es que a la muerte como a la luna no le vemos la cara escondida.
A saber qué es eso que llamamos eternidad, y sostiene Pereira que, si se iba a encontrar de verdad con aquella gente del velero en un puerto impreciso de la eternidad, entonces la eternidad debía ser un lugar insoportable.
Los hallazgos de los que hablaremos a continuación provienen de una civilización en la que al parecer todos los habitantes eran seres humanos complejos, hasta el momento en que los atropellaba un microbús o un camión materialista; entonces se convertían en un simple saco de huesos abandonado en el pavimento y propiedad instantánea del Ministerio Público. Esto es y ha sido el pobre animal humano al sur de Estados Unidos.
Los nativos hacían la guerra para obtener proteínas animales una vez al año y, ya lo dijo el poeta húngaro Gyorgy Konrad, si cuando menos los soldados estuvieran obligados a comerse a cada una de sus víctimas, otro sería el saldo de las guerras.
La especulación con despojos humanos fue un negocio muy lucrativo, y lo ha seguido siendo, sostiene la Paca, sus socios y Pereira. Sin embargo, aún no conocemos la opinión del esqueleto muerto y vivo más conocido como Manuel Muñoz Rocha. Lo que sí sabemos hoy en día es que en esta ``civilización'', la exhibición de los restos mortuorios se fue superando caso tras caso, desde el asesinato de un chamán o sacerdote llamado Cardenal Posadas en posición decúbito lateral con el parietal ensangrentado. El anillo cardenalicio en el dedo medio de la mano izquierda, la narcosotana y un mechón de su cabello, fueron considerados tesoros eclesiásticos que daban indulgencias desde plenarias hasta por horas, trocando el perdón de los pecados por dinero. También se halló el infaltable Grand Marquis blanco al que se le asignaban usos mágicos y religiosos, todo ello, al parecer, producto de procesos conservadores tardíos.
Otro de los casos relevantes es el videoclip hallado en Lomas Taurinas, una plaza sacrificial al norte del corazón. Los restos mortuorios ahí encontrados dan señas de disyunción completa de la sínfisis pubiana; los huesos poscraneales muestran fracturas intencionales, aplastamiento del extremo del acromion, de la apófisis coracoides y la cavidad glenoidea; la caída de los coxales empuja las cabezas femorales enclavadas en las cavidades acetabulares, la presencia de organismos heterotróficos, el cierre progresivo de los ángulos intersegmentarios y las contenciones ligamentarias diferenciadas, particularmente en aspectos morfométricos junto con el giro de 180 grados; todas ellas, transformaciones de índole tafonómica*, explican las grandes dificultades para entender las causas de estos depósitos con huellas de antropofagia. Un suceso de exocanibalismo que conmovió a la nación y cuyos restos mortuorios provocaron tal espanto que aún podemos ver representaciones de pavorosas cabezas Colosiales en el Paseo de la Reforma y espeluznantes monumentos fúnebres del Colosio y Diana Laura encima del exiguo continente que los amortaja.
Otro de los casos que se tomaron en cuenta para sustentar la teoría de canibalismo histórico al sur de Estados Unidos fue la exposición de los restos humanos del Señor de los Cielos. Un hallazgo peculiar el de esta momia escrofulosa, un caso típico de entomofauna cadavérica con señas de liposucción reciente y sometida a ciertos tratamientos menores de índole cosmética. El esqueleto cefálico y la hipocromatosis dan por resultado un macabro espectáculo de descomposición y transformación en putrílago jamás imaginado pero infinitamente fotografiado. Difícil reconocer si el celeste individuo habría sido descarnado, escalpado, desmembrado, desollado, destazado o bordado en punto de cruz. Sin duda, el hallazgo es notable por el parecido al ritual donde el agua con que se bañó al muerto se utiliza para preparar caldo de gallina o knorr suiza que se le parezca. Hay quienes dicen (aunque creemos que son simples especulaciones) que la propia víctima después de llorar sobre su propia tumba se fue a Las Vegas, un paraíso también conocido como el Tamoanchán de la banalidad o el sitio adonde a ninguna parte se va. Como vemos en todos estos casos, a pesar de la parafernalia mortuoria, el estatus social del muerto no condiciona diferencia alguna en el destino del espíritu después de la muerte.
La resistencia política a estudiar el canibalismo inhibe la investigación y el debate abierto, incluso en círculos académicos; de ahí que resulte mucho más fácil identificar indicios tafonómicos de actos caníbales al sur de Estados Unidos, que explicarlos, proliferando así una forma tan primaria como inútil de organización llamada fiscalía especial.
Y he aquí que esta mal llamada civilización nos ofrece vestigios extremos de conductas salvajes, como por ejemplo la aparición de los restos mutilados de seis jóvenes de la colonia Buenos Aires, encontrados en las faldas del Ajusco, y el caso extremo por excelencia: el asesinato y mutilación de 40 indígenas en la localidad de Acteal en el estado de Chiapas, pertenecientes a grupos mal llamados extranjeros; chichimecas, sisimes, tarahumaras, chinampas, pimas, tepehuanes, tzeltales, tojolobales y tzotziles calificados erróneamente bajo esta categoría por la antropocéntrica Bolita de la Vega.
Conclusión: debo agradecer a los autores de este extraordinario libro el hacernos ver que el grado de refinamiento en el tratamiento de los restos mortuorios es el mas alto rasgo de civilización que presenta cualquier grupo humano. Basta con observar algunos ejemplos, como la desaparición de personas o la ablación de la lengua castellana tal y como se hacía en Tlatelolco hacia el año sesenta y ocho; todo parece indicar que primero se desató la violencia y luego se preparó a las víctimas para consumirlas, y finalmente desaparecerlas sin ninguna consideración o respeto mortuorio. Si es verdad, como afirma el maestro López Austin, que con la racionalidad de la gran isonomía cósmica, la especie humana -como la planta de maíz- perduraba gracias a la paulatina destrucción de sus individuos, tal parece que en la extraña ``civilización'' de la que hablamos, la especie política -como la chamba de planta- perduraba gracias a la paulatina destrucción de sus individuos, y esto sin racionalidad alguna.
La ausencia de signos de interés por los muertos en los conjuntos derivados de actos antropofágicos, el tratamiento mortuorio en la televisión en donde el verdadero psicópata es el guionista o el director de la serie, y el destino del cadáver, que no pasa de ser el cofre de un coche o el basurero de una calle solitaria, eso, y las agencias funerarias Gayosso, nos permite afirmar que los rituales mortuorios hoy en día son y siguen siendo el espejo de nuestra civilización.
*Tafonomía: Disciplina paleontológica que estudia los procesos de putrefacción y esqueletización cadavérica entre otras cosas.