La Jornada domingo 5 de julio de 1998

ALTERNANCIA

Los comicios realizados en Chihuahua, Durango y Zacatecas arrojaban, hasta el cierre de esta edición, un resultado ambiguo. Por una parte transcurrieron, en términos generales, en paz y tranquilidad, y las irregularidades de que se tuvo noticia resultaban mínimas --según los datos disponibles en las primeras horas de hoy-- con relación a los grandes fraudes electorales de un pasado no muy lejano; una buena parte de las prácticas irregulares denunciadas podrían ser ajenas al interés por distorsionar la voluntad ciudadana y atribuirse al burocratismo, la inexperiencia o la torpeza de los organismos electorales y de los propios partidos. En este sentido, y si en el transcurso de las próximas horas no se dan a conocer delitos electorales graves y sistemáticos, será preciso reconocer que la sociedad en su conjunto sigue avanzando hacia la normalización democrática y el pluralismo, en un trayecto que ha resultado mucho más largo de lo deseable y que tiene su antecedente inmediato más importante en los comicios federales y estatales celebrados hoy hace un año.

De confirmarse las tendencias extraoficiales dadas a conocer por los medios electrónicos, el PRI retendría la gubernatura de Durango y recuperaría la de Chihuahua, en tanto que en Zacatecas triunfaría el candidato postulado por el PRD. Ocurrirían, así, sendas alternancias partidarias en las dos últimas entidades, lo cual hablaría de una nueva movilidad del electorado y del ejercicio de un voto orientado --a pesar de las presiones ejercidas en uno y otro caso por autoridades estatales-- a enjuiciar el desempeño de los puestos de representación popular.

Si, como los datos disponibles parecen indicarlo, el PRI desplazó al PAN en Chihuahua, indicaría un voto de castigo contra la administración de Francisco Barrio, y marcaría un precedente de gran importancia en el lento recorrido de la sociedad hacia la plena normalización democrática: estaríamos ante la primera gran derrota de Acción Nacional en tanto que partido gobernante. En esta lógica, la derrota del aspirante panista al Ejecutivo estatal marcaría un precedente tan importante como lo fue, en 1989, la victoria en Baja California de Ernesto Ruffo, primer gobernador surgido de las filas opositoras.

Respecto a Zacatecas, las tendencias favorables a Ricardo Monreal no sólo representarían un juicio adverso de la ciudadanía al gobernador saliente, sino también una rebelión de los votantes priístas ante la imposición en la entidad, por parte de la dirigencia nacional del tricolor, de un candidato ``de unidad'', que no era tal.

Otro dato importante en la jornada de ayer es la saludable similitud entre las tendencias arrojadas por las encuestas previas a las elecciones y las que se efectuaron después de los comicios. En el caso de Durango, única de las tres entidades en las que las autoridades electorales dieron a conocer resultados parciales, eran contundentes las semejanzas entre las exit polls efectuadas por los medios y las cifras previas proporcionadas por el Instituto Estatal Electoral.

Finalmente, ha de constatarse que el escenario descrito reduce en forma significativa el margen de gestación de conflictos poselectorales e incrementa la certidumbre de la ciudadanía y su confianza en los mecanismos democráticos de renovación de autoridades.