Elecciones competidas, disputadas, ``cerradas'', las de ayer en Chihuahua, Zacatecas y Durango, tienen una relevancia inocultable. No sólo por el peso intrínseco --geográfico, histórico, económico, cultural-- de esas entidades sino, también, por su significación política en este momento definitorio.
Un común denominador de estos procesos con los del resto del país, es la presencia del PRI como principal contendiente o disputante. El bipartidismo que se aprecia en varias entidades federativas es PRI-PAN o PRI-PRD, pero siempre incluye al PRI, lo que tiene enorme importancia para las elecciones federales.
La competencia electoral que reclama este tiempo --de altura, de confrontación de propuestas e ideas-- ha estado, sin embargo, afectada por la presencia creciente de ataques, denuncias y acusaciones, que alcanzan mayor resonancia a través de los medios de comunicación. Con demasiada frecuencia, los pactos de civilidad han sido incumplido para dar paso a ``guerras sucias''. Incluso las encuestas han jugado su parte: las hay con resultados por encargo, al gusto del cliente.
Otro dato interesante del contexto electoral: el voto duro de los partidos ha venido reduciéndose. Cada vez más, es una amplia franja de indecisos sin militancia --un electorado volátil-- la que decide los resultados. ¿En base a qué?
Tal parece que los factores que inducen a votar en un sentido o en otro, son muchos. Es muy difícil anticipar en esa extraña mixtura de datos, cuál es el peso que tiene cada uno. Pero puede suponerse que el perfil de los candidatos es un dato crucial junto a otro que va de la mano: el uso en sus campañas de una comunicación política eficaz (no mercadotecnia), que entienda las nuevas condiciones que enmarcan la lucha política: el impacto de los medios electrónicos, significativamente.
Otro dato importante es la percepción del elector sobre su situación personal y familiar (cómo ha impactado la economía en su bolsillo y en su bienestar); también contará la evaluación que haga sobre la gestión del gobernador saliente. Pesará, asimismo, la imagen de los partidos y el grado de cohesión o fractura interna que haya producido en ellos el proceso de selección. Los candidatos a presidentes municipales y diputados locales ``arrastrarán'' o quitarán votos, según sea la visión de los ciudadanos sobre ellos...
Cuenta también --y cada vez más-- el desempeño de los actores claves en el entorno concreto (los medios de comunicación, líderes de opinión, sucesos que involucren a los candidatos, etcétera) e, incluso, el impacto de factores externos (la caída de los precios del petróleo, por ejemplo)...
Los resultados de las elecciones de ayer confirmarán o modificarán el mapa político, la correlación de fuerzas y generarán indicios sobre las próximas elecciones: las que siguen en este año, las de 1999 y las presidenciales del año 2000.
Toca a los partidos hacer una revisión crítica de estos comicios, leer políticamente lo que dicen y lo que no dicen las cifras (la geografía electoral), para responder a preguntas torales: qué hacer y cómo hacerlo. Replantear la estrategia y, en su caso, fortalecer o cambiar estructura, ideología, oferta, discurso y práctica política.
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