Eduardo R. Huchim
Lecciones y elecciones

Los comicios celebrados el domingo 5 de julio en Chihuahua, Durango y Zacatecas ofrecen diversas lecturas. Algunas son las siguientes:

Triunfo del PRD. En la abultada alforja de ganancias electorales que Andrés Manuel López Obrador ha acreditado durante su liderazgo en el Partido de la Revolución Democrática faltaba una gubernatura estatal, habida cuenta que el Distrito Federal no es propiamente un estado, sino un híbrido de estado y municipio. Ahora, con la victoria de Ricardo Monreal Avila en Zacatecas, esa alforja ya está completa.

El caso Zacatecas implica una dura lección para el Partido Revolucionario Institucional, porque si hubiera abierto el juego interno, seguramente habría postulado a Monreal y logrado una victoria sin problemas, como lo auguraba la hegemonía zacatecana del PRI. Es pertinente recordar que en los comicios inmediatos anteriores, los federales de 1997, el PRI se había alzado con las cinco diputaciones, con estas cifras: PAN, 107 mil 822 (25.79 por ciento); PRI, 210 mil 755 (50.41 por ciento), y PRD, 58 mil 550 (14 por ciento). Como se ve, la votación conjunta de PAN y PRD no alcanzaba a la priísta y el hoy victorioso PRD apenas tenía 14 por ciento del total.

Zacatecas prueba que, a contrapelo de su tradición, la democracia interna es el camino más firme que tiene el PRI para sobrevivir.

Recuperación del PRI. Chihuahua representa hoy una vigorosa recuperación del PRI, que perdió el poder estatal en 1992 a manos del PAN --partido que tiene mucho por estudiar en esta derrota--, y también una entrada a la normalización democrática que se expresa en la alternancia de los partidos en el poder, en el hecho de que nadie tiene escriturado el gobierno, sino que los sufragantes lo otorgan según sus preferencias frecuentemente derivadas de los resultados del ejercicio gubernamental. Esto, que es realidad cotidiana en muchos países, en México todavía es novedad.

Se dijo que la elección chihuahuense sería muy reñida entre PAN y PRI, pero no lo fue tanto si se considera que, según las cifras preliminares, los porcentajes fueron de 49.2 y 41.33, es decir una diferencia de casi ocho puntos porcentuales. Cuando sí hubo una diferencia cerrada y se pudo hablar de un ``empate técnico'' entre los dos partidos fue en la elección federal de 1997, cuando el PAN obtuvo cuatro distritos federales y el PRI cinco. La diferencia de sufragios totales entre los dos partidos fue entonces de sólo 8 mil votos y menos de un punto porcentual: PAN, 366 mil 732 (41.21 por ciento) y PRI, 374 mil 887 (42.12 por ciento).

Puede decirse, en cuanto a ganancias globales, que el PRI recuperó un estado y perdió otro, pero de cara al 2000 Chihuahua, el estado más grande del país, aporta un número sustantivamente mayor de votos que Zacatecas, pues tiene 1 millón 666 mil 825 empadronados (afluencia de 916 mil ciudadanos a las urnas en 1997), contra 754 mil 952 zacatecanos empadronados (428 mil votantes en 1997). En consecuencia, cuantitativamente, el PRI resulta ganancioso frente a los comicios presidenciales próximos.

El fin del ``gran elector''. Habida cuenta que el PRI triunfó sin grandes problemas en Durango, el gran perdedor de la jornada dominical fue el PAN, que, a diferencia de hace un año, cuando conquistó dos gubernaturas, esta vez no ganó nada. Mirando en conjunto los resultados, es obvio inferir que PRI y PRD avanzaron en estos comicios estatales y el PAN retrocedió, lo cual influirá seguramente en 2000.

Ahora bien, aun siendo relevantes los resultados y sus consecuencias, la mayor importancia de estas elecciones se halla en otra parte, en el hecho de que el Presidente de la República dejó de ser el ``gran elector'', con lo cual el presidencialismo todopoderoso y autoritario ha dado un paso atrás. Dicho de otro modo, quienes determinaron victorias y derrotas fueron realmente los votantes y con ellos la democracia dio un paso adelante. Y esto es lo que merece la mayor celebración.

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Las aguas preelectorales se han comenzado a mover en Quintana Roo. Después de la gubernatura, la posición más peleada será la alcaldía de Cancún, donde velan armas gente como Herbert Carrillo, Alejandro Góngora y Mario Ramírez, por el PRI, y Elba Capuchino y Antonio Rico por el PRD y el PAN, respectivamente. Una encuesta de la empresa Wilsa indica que las preferencias se inclinan por Capuchino (25 por ciento), Carrillo (16), Góngora (16) y Ramírez (14). Entre otros datos interesantes, la encuesta reveló también, sobre los candidatos priístas, que quienes dijeron simpatizar con el PRI prefieren a Ramírez (35 por ciento) y los simpatizantes de la oposición prefieren a Carrillo, los del PAN con 36 por ciento y los del PRD con 21.