De los dos escenarios donde se preveían los resultados electorales del fin de semana y que adelanté en mi último artículo (miércoles 1¼ de julio), se cumplió el de ``normalidad'' que preveía sólo la pérdida del estado de Zacatecas para el PRI. El segundo escenario, catalogado como de ``catástrofe'', preveía la eventualidad de que el PRI perdiera los tres estados bajo disputa o, al menos, los dos más importantes: Zacatecas y Chihuahua. Esto no se dio y, por tanto, se evitaron las consecuencias ahí exploradas que, se afirmaba, se creían imprevistas por la élite gobernante.
El panorama ahora, después de leer algo de lo que las urnas dicen, se presenta de tal manera distinto que exige un análisis de mayor profundidad. En primer lugar porque los comicios del domingo pasado reafirman la tendencia a celebrar contiendas por el poder apegadas a reglas bastante claras y donde los reclamos de irregularidades son menores o inexistentes. Esto debe de reconocerse como un logro de la sociedad y sus organizaciones y no tanto del talante democrático del gobierno federal, menos aún del que todavía prevalece en algunos de los ejecutivos estatales.
En Durango las cosas no fueron lo transparente que se hubieran deseado para redondear una afirmación de regularidad total. Aun en Zacatecas, antes un bastión del priísmo más atrasado, el proceso se desarrolló de una manera aceptable pero retuvo cierto ingrediente de intranquilidad. Claro está que la beligerancia del perredismo y la insurgencia local dejó poco margen para la maniobra oscura. En Chihuahua, ya acostumbrados a las contiendas vigiladas y competidas, todavía hoy se discuten las cifras precisas y sus íntimos significados, pero la voluntad de los electores se reconocerá sin cortapisas mayores.
Las enseñanzas principales de la contienda celebrada el fin de semana pueden enumerarse empezando con lo sucedido en Chihuahua, lo de mayor relevancia. Allí el PRI recupera una gubernatura antes perdida con el PAN. Se demuestra que el PRI, a pesar de participar en la lucha con iguales armas que sus adversarios, puede resultar victorioso. Las corrientes modernizantes del priísmo quedarán con ello reforzadas. Después resalta el hecho de que el PRI gana con apoyo de sus fuerzas locales. El auxilio nacional es factor de menor influencia en el triunfo. No es un triunfo que pueda ser utilizado como estandarte para reafirmar caminos seguidos ni modelos de gobierno vigentes. El priísmo nacional tiene que extender un reconocimiento a la militancia de base en ese estado y a la manera como su candidato fue electo. La figura del ganador final no resistió el examen de ciertas cualidades o defectos, sobre todo la de su inmensa fortuna que le hizo perder terreno hasta el punto de poder ser igualado. Los políticos ricos no son los mejores candidatos, menos aún aseguran buenos y honestos gobiernos posteriores.
El PAN recibe un durísimo golpe por más que intente disfrazarlo. De entrada porque le rechazan sus cercanías con el oficialismo. Al menos de las maneras como Barrio las mostró. Para su comportamiento nacional esto les debe poner sobre alerta. Se reforzarán también las sospechas sobre la eficiencia de gestión de sus correligionarios en otras entidades. En cambio, el camino para Fox y su candidatura hacia el 2000 se abre con la merma sufrida por Barrio.
Zacatecas es un firme repudio para la continuidad del dedazo y las decisiones cupulares. La victoria de Monreal y del PRD abre, de tajo, un reducto priísta que había quedado enquistado en el atraso político. Zacatecas ya no será la célebre tambora del monolitismo. El PRD pone un pie en la frontera norteña que tanto se le ha resistido. Pero, al mismo tiempo, la alianza con un priísta del empaque de Monreal pondrá a prueba lo oportuno de su frágil alianza. Los resultados le irán develando al PRD las modalidades amargas de una realidad no tan obsequiosa con las celebraciones.
Poco se puede predicar de Durango. Ahí todavía se impuso un priísmo y sus usanzas tradicionales. Aunque también es justo observar que el pluralismo llegó para no salir de ese estado tan golpeado por los gobernantes de desecho.