Sólo prejuicios, intereses confesionales, ceguera ideológica y desconocimiento pueden llevar a conclusiones erróneas sobre el enorme crecimiento del protestantismo en Chiapas, cuya población andaría, de acuerdo con proyecciones estadísticas, cercana a 30 por ciento.
Expongo aquí, en una apretada síntesis, los resultados de un trabajo extenso acerca de cómo se implantó el protestantismo evangélico en tierras chiapanecas. La realidad dista mucho de la imagen creada en distintos ámbitos, aquélla desmiente la consigna de que fueron misioneros estadunidenses los que llegaron a tomar ventaja de un pueblo ignorante y manipulable. Aunque hubo partes de Chiapas donde los agentes de transmisión del evangelicalismo fueron personas que llegaron de Estados Unidos, un estudio detenido de la cuestión revela la existencia de otras modalidades que se minimizan o de plano son borradas del mapa. En el origen y la implantación protestante detecto cuatro focos de irradiación: 1) misioneros del sur, 2) misioneros del norte, 3) misioneros nacionales, 4) misioneros locales.
La vertiente sur se da por la llegada de evangélicos guatemaltecos a poblados mexicanos cercanos con el país centroamericano. Ya fuera debido a razones comerciales, objetivos misioneros, exilio provocado por acosos político-militares y otras razones, protestantes de Guatemala se asentaron -temporal o permanentemente- en lugares como Mazapa, Tapachula y las fincas cafetaleras del Soconusco. En esas partes de inmediato comenzaron actividades de evangelización. Mazapa es un ejemplo acabado de esa afirmación. En la primera década del siglo arribaron a ella distribuidores de la Biblia (conocidos como colportores). Sobre esa acción construyeron otros y otras (las mujeres fueron muy activas) guatemaltecos. El pequeño grupo de creyentes mexicanos, entre 1919-1920, extendió una invitación a sus correligionarios de San Marcos, Guatemala, para que los visiten y capaciten en su nueva fe.
Los misioneros estadunidenses incursionaron, en las primeras tres décadas del siglo, en ciudades como Tuxtla Gutiérrez. Ya estando allí descubrieron el mundo indígena y establecieron algunos contactos con pocas comunidades. Luego comenzaron a darle más importancia a las regiones indígenas en la década de los 30. Cualquiera que se haya adentrado por los pueblos, parajes y caseríos indios de Chiapas sabe que para quedarse a vivir en ellos, como lo hicieron Mariana Slócum y Florencia Gardel en el paraje Yochib del municipio de Chenalhó en 1943, es necesario recibir la aprobación de las instancias de autoridad del lugar.
La permanencia de las misioneras en Yochib, y más tarde en Corralito, tuvo que llenar el requisito mencionado. Un desglose de información escrita y oral, proporcionada por creyentes que las conocieron, acerca de cómo trabajaron las misioneras muestra que se dedicaron mayormente a tareas de discipulado y médicas. La evangelización quedó en manos de conversos tzeltales, quienes fueron especialmente prolíficos en atraer a otro(a) a su nueva creencia.
En el renglón de misioneros nacionales destaca el pastor José Coffin, originario de Tabasco (de la región de la Chontalpa. Coffin Sánchez recibió la encomienda, por parte de la Iglesia Nacional Presbiteriana, de atender a las crecientes células chiapanecas. Desde Tapachula, ciudad donde pastoreaba al grupo presbiteriano, comenzaba largas giras que le tomaban varias semanas con el fin de educar en los contenidos del presbiterianismo a las más de 80 células que estaban bajo su responsabilidad en 1925. Incluso el primer misionero de la Iglesia reformada en América, John Kempers (llegó a Chiapas en 1926), escribió que Coffin fue su maestro en las particularidades de misionar dentro del mosaico cultural chiapaneco.
Finalmente, la modalidad de los misioneros locales consiste en tzeltales, choles, zoques, mames, tojolabales y tzotziles que se convirtieron al protestantismo estando en lugares como el Soconusco, donde emigraron para trabajar en la cosecha del café. La diseminación protestante en la zona de Comitán y Las Margaritas debe su origen a dos de esos trabajadores, que ya adscritos al cristianismo no católico regresaron a sus poblaciones para evangelizar y logran abrir un lugar de culto en Cajcam, a mediados de 1919. Dos años después llegó José Coffin para oficializar la afiliación del grupo al presbiterianismo. Hubo muchos casos de esta modalidad, los que el espacio de un artículo nos impide referir.
Como hemos visto, el protestantismo chiapaneco no empezó y creció por los trabajos de un grupo foráneo que llegó a engatusar a los inditos, incapaces de defenderse por sí mismos ante los embates de los desintegradores de su cultura. Fue una implantación de común acuerdo.