Luis González Souza
Adiós futbol

Si no lo confieso ahora que termina el Mundial de futbol en Francia, jamás lo haré. Nací futbolero, crecí futbolista y de existir Futbólicos Anónimos sería un cliente asiduo. Varias veces me he sacudido infructuosamente la futbolmanía, pero esta vez creo que sí será la definitiva. Y no por otra cosa, sino porque los problemas de México son tan graves que ahora sí exigen toda nuestra atención.

Claro que si tales problemas se resuelven, digamos de aquí al próximo Mundial (Corea-Japón, 2002), muy probablemente volveré a sumarme al ``¡Sí se puede!''. Pero ya sin sentimientos de culpa, porque entonces habríamos demostrado junto con el Matador Hernández, que sí se pudo matar la antidemocracia y su peor expresión: el militarismo. Y porque habríamos demostrado junto con el Cabrito Arellano que, transformando el encabritamiento en combatividad creativa, sí se pudo construir un México digno en el que todos y todas caminamos con la cabeza en alto, con el espíritu en expansión y, por supuesto, con la panza llena.

Fogueado en el departamento donde vivía y jugaba con mis hermanos, y luego en incontables cascaritas de barrio, la máxima fiebre de futbolmanía me pegó en la Liga Española, entonces semillero del futbol profesional (de hecho estuve por saltar al Atlante). Ahí jugué para el Llanes y experimenté tanto lo mejor como lo peor del balompié. Tras el tiempo reglamentario para definir el partido, fallé el último penal de la serie (entonces tres tiros a cargo del mismo pateador) en la final de Copa ante el Madrid y, lo peor, ante las cámaras de televisión (Canal 8, por cierto con la narración de Eduardo Andrade, hoy distinguido miembro del Senado). No fue mi retiro pero sí el traspaso a la Liga Interclubs, entonces consoladero de futbolistas profesionales retirados, pero de quienes se aprendía mucho (José Luis La Calaca González, Aarón El Gansito Padilla y Dante El Morocho Juárez, entre otros).

El adiós como futbolista y futbolero má bien llegó cuando se hizo irrefrenable el afán de militar, académica y políticamente, en favor de un México digno. Historia larga que aquí no viene al caso relatar. El hecho es que me creí curado de la futbolmanía, y eso que muchos de los problemas de nuestro país distaban de ser tan graves como ahora.

Hacia fines de los años 70, ya nos habíamos subido al tobogán de las crisis interminables, pero todavía eran creíbles las promesas de ``un último sacrificio para sentar las bases del desarrollo sostenido''. La pobreza era extensa pero no asfixiante y, además, había expectativas de mejoramiento. Las desigualdades sociales eran amplias pero no insultantes; las de orden regional daban para hablar de dos, mas no de veinte Méxicos. Ni la delincuencia ni el narcotráfico habían alcanzado tintes de infierno. Pervivían la corrupción, el saqueo contra la sociedad, la impunidad, las relaciones perversas entre altos funcionarios y grandes empresarios, pero nunca al grado de un escándalo como el Fobaproa. En fin, el país era gobernado con muchas deficiencias pero con algo de nacionalismo y de sensibilidad política. Por tanto, todavía tenían cierta credibilidad los discursos en defensa de la estabilidad y la soberanía.

En cambio hoy, tan sólo el conflicto en Chiapas así como el obstinado guerrerismo con que se pretende solucionarlo, anuncian -o corroboran- la virtual desintegración de México. Y ante eso, no hay futbol ni futbolmanía que valgan. Acaso sólo valdrían para extraer una que otra enseñanza útil para el país (que no para un gobierno oportunista).

Si en el Mundial de Francia nuestra selección cumplió el más digno papel de su historia, a final de cuentas obedeció a su trabajo de equipo. Por el contrario, en el México de hoy sólo unos cuantos (la élite económico-política y nacional-extranjera) conducen la pelota. Además, lo hacen violando la estrategia de juego acordada en los vestidores (proyecto de país plasmado en la Constitución). Y, para colmo, no saben mucho de futbol (o del buen gobierno).

Sólo aprendiendo a jugar (gobernar) bien; sólo compartiendo con todos la pelota (democracia); y sólo con apego a una estrategia acertada de juego (nuevo proyecto de nación), México saldrá adelante. Y sólo así, los futbólicos volveremos a gozar del futbol a plenitud. Ojalá sea pronto.

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