Luis Javier Valero Flores
No aprendieron a ser gobierno

El panismo chihuahuense ha recibido un sonoro castigo. Con una inesperada participación --rebasa el 60 por ciento--, más de la mitad del electorado votó contra el blanquiazul.

El PRI ganó la gubernatura, la mayoría del Congreso y poco más de los dos tercios de los ayuntamientos, pero perdió Juárez, Cuauhtémoc, Camargo, Jiménez y Parral, y sólo conserva Delicias y la capital. El PRD, con poco más de 70 mil votos (7.37 por ciento), obtiene dos diputados plurinominales y dos municipios, Namiquipa y Casas Grandes.

Bajo el gobierno de Francisco Barrio, el PAN perdió todas las elecciones. Las federales del 94 y 97, y las locales del 95 y 98.

Se enfrentaron dos partidos de estado. Usaron cantidades inmensas de los erarios a su disposición para favorecer a los candidatos de sus respectivos partidos y difundir corruptelas, tráfico de influencias y malos manejos de uno y otro.

El PRI sobrevivió y supo explotar adecuadamente las deficiencias del PAN en el gobierno. Lo hizo de la manera más simple: denunció lo que había callado durante tres años. La llamada ``guerra de lodo'', en la que se exhibieron corruptelas sin fin, no fue tal, pues el priísmo presentó denuncias públicas documentadas. Lo sucio fue no presentarlas en el momento adecuado para que se procediera legalmente. Prefirió guardarlas para la campaña electoral.

Pero la guerra sucia se inició meses atrás en el interior del panismo. Unos cuantos días antes de las elecciones internas, el líder estatal del PAN le solicitó al Congreso del Estado revisara las cuentas del municipio de Juárez, en un intento por exhibir los malos manejos de Ramón Galindo, candidato del blanquiazul, en el ayuntamiento juarense. La respuesta no se hizo esperar, los más connotados miembros del Comité de campaña de Galindo publicaron en la prensa local que se constituían en los promotores de la candidatura de Vicente Fox.

El mismo Galindo, ya candidato se declaró anticentralista, en clara alusión a la conducta asumida por Barrio ante la federación; se pronunció contrario a las formas ``gradualistas'' del gobernador y se proclamó candidato de los ``fregados'', para deslindarse de los poderosos grupos políticos y económicos que giraban alrededor del candidato de Barrio.

Luego cambiaron las actitudes. Barrio desplegó una intensa publicidad ensalzando los éxitos de su administración en apoyo de Galindo; y ante las declaraciones de Patricio de cambiar toda su fortuna ``por la riqueza acumulada por Federico Barrio en el sexenio de su hermano'', el gobernador se dedicó, en todos los medios de comunicación, a defender a su ``familia''. Y Galindo se convirtió en promotor de la candidatura presidencial del mandatario.

Reacios a las críticas, los panistas en el poder siempre arguyeron que se trataba de una campaña orquestada, o que se pretendía lucrar políticamente con los problemas de la entidad. Así aconteció con las manifestaciones de los propietarios de los ``carros chuecos'', con los maestros, con los asesinatos de Juárez, con la represión a los indios de Monterde, con las denuncias de corruptelas de la administración; con las críticas al bajo valor de los empleos creados, al clima de inseguridad pública, al incremento de la deuda pública, a la desatención al agro, a la crisis ganadera y a la cartera vencida.

Así, el PRI aplicó una estrategia que le permitirá enfrentar el 2000 en mejores condiciones: eligió un candidato con un perfil semejante al de los panistas; le invirtió decenas de millones de pesos, lo asesoró una muchedumbre de especialistas del CEN, obtuvo incontables recursos económicos, entre ellos los extraídos de una corrida privada de toros en la que la entrada costó mil dólares. Todo lo anterior, legitimado a través de un proceso electoral interno con la afluencia de más de 230 mil electores. Y ya está.

No se equivocaron. En los últimos días Patricio Martínez llamó a votar a los chihuahuenses ``para continuar con el cambio''.

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