Néstor de Buen
Política o políticos

Con Magú no se puede. Su cartón del jueves a propósito de que el PRI no alineó a Monreal pero que el error lo corrigió el PRD, me echó a perder la supuesta originalidad de lo que pensaba escribir aquí.

Ya me había fastidiado un poco la misma idea de una conversación entre Pepe Gutiérrez Vivó y Monreal en Monitor, al día siguiente de su elección. Pepe, con su maligna intención habitual, le preguntó si había ganado él o el PRD.

Y Ricardo Monreal Avila le dio la vuelta al tema, mencionando que el PRD le había prestado un gran apoyo y que él estaba comprometido con el proyecto social del partido. Pero insistiendo Pepe sobre el tema, Monreal puso de manifiesto el incremento impresionante de los votos al PRD, y se insinuó que difícilmente se podrían atribuir a ese partido.

Yo creo que nadie duda de que se trata de un triunfo personal. Pero también me pregunto si hubiera ocurrido algo parecido en Veracruz, si el PRD se hubiere comprometido con el licenciado Ignacio Morales Lechuga, en mi concepto un buen candidato que hoy vive las incomodidades sotaneras de las encuestas. No tengo la mínima duda de que las cosas serían muy diferentes. Ese es un buen espejo para que valore Monreal la verdadera medida de su éxito.

El tema enfrenta dos conceptos: el concepto de la política y el del político. Al parecer, hoy valen más los hombres que las ideas, y se dice que un buen candidato ayuda más que un programa político.

Se trata, sin duda, de un problema derivado de la ancestral desconfianza, más que justificada, que a los partidos políticos se les tiene en México. Quizá la excepción es a partir del 6 de julio y de la experiencia zacatecana, el PRD, pero debe cuidarse mucho de que esa imagen no se pierda en el pobre chismerío que ha inventado la oposición en contra del jefe de gobierno del Distrito Federal. Y, dicho sea de paso, mi doble felicitación a Cuauhtémoc Cárdenas y a Pablo Marentes por esa colaboración ya iniciada que habrá de producir frutos excelentes.

En el caso de Zacatecas, el tema se ha complicado con la declaración imprudente de Monreal de que buscaría un encuentro con el presidente Zedillo que, por cierto, ya se ha producido. Me temo que respondió más a su satisfacción por el desquite político: ganarle al PRI más que a la inteligencia. Pero se trató de un desliz que puso en dudas la vinculación real de Monreal con el PRD. Una especie de afirmación íntima de que su candidatura frente al PRI se debió a un error del tricolor y no a que él hubiere cambiado de camiseta que, por cierto, está más que decadente y dividida.

El tema es preocupante. Eso me recuerda al cuate que se casa con otra por puritito despecho, y que le habla a la primera desde el cuarto del hotel en Acapulco donde inicia con la segunda la luna de miel, para jurarle que no ha dejado de amarla. Eso, en términos de las viejas reglas del derecho civil, sería una injuria grave, susceptible de provocar un divorcio necesario. Y como algunos cafés, instantáneo. Además, parte de un supuesto que no es demasiado creíble: que Zedillo no tuvo nada que ver con que hubiere sido rechazada su candidatura y que toda la culpa habría sido de Mariano Palacios Alcocer.

Allí, en lugar de candidatura hay candidez. Porque independientemente de que avanzamos sin la menor duda en la democracia electoral --y no es poca cosa-- en el orden interno del PRI el dedazo, en mi concepto, ha recuperado toda su fuerza.

Es, a lo mejor, culpa del Himno Nacional, porque aún creemos que el dedo de Dios sigue escribiendo. No dudo de la importancia del candidato. Pero creo más en las ideologías.

Al menos son más consistentes que los hombres. Por ello, la síntesis de un partido político con un candidato razonable, un programa específico y una campaña eficaz deben preceder a un éxito electoral.

El candidato, en todo caso, habrá de obedecer la línea del partido y, de no hacerlo así, el partido deberá quitarle el apoyo legislativo y cualquier otro.

Le deseo a Ricardo Monreal un gran éxito. Zacatecas lo merece.