Entre los defensores oficiales y oficiosos de los recortes presupuestales que se han asestado este año a la economía del país, ha habido dos enfoques principales: el de que está muy bien, posición cada vez menos defendida, y el de que no había de otra. El secretario de Hacienda reconoce ahora que sí había de otra, cuando ofrece la posibilidad de enviar al Congreso un proyecto de reforma fiscal. Cuando el mismo funcionario reconoce la conveniencia de un régimen que dependa menos de ``factores externos que no podemos controlar, como el precio internacional del petróleo'', acepta implícitamente que se ha abusado fiscalmente del petróleo y de Pemex y que, entre otras cosas, se ha generado un factor de riesgo para la economía del país.
Si desde el principio de este asunto, en enero pasado, se hubiera reconocido esta necesidad, tal vez ahora ya las Cámaras hubieran aprobado esta reforma y no se seguiría frenando la economía congelando dinero por medio del Banco de México, a costa de encarecer los pagos de intereses y recortando el presupuesto, con el consiguiente castigo a la economía. Aunque no podemos asegurar cómo resulte esa reforma, el hecho de que tenga que discutirse -por haber cambios legales de por medio- en el Congreso y, en los hechos, también en otras tribunas públicas, el resultado siempre será más positivo que si sólo saliera de algún escritorio de un funcionario.
Por lo pronto, sabemos que casi la mitad del recorte va sobre Pemex y que de ahí la mayor tajada se le quitará a la exploración petrolera. Con razón nos dice el secretario de Energía que eso va a reducir las reservas probadas en los próximos años. Es importante mostrar el significado de ese hecho con las reservas en el estado en que ya están.
Existen, como en otros momentos hemos señalado, dos juegos de cifras de reservas probadas, ambos de Pemex. Pero sólo uno tiene que ver con la realidad actual. Para fines de comparación histórica con años anteriores, se habla de 60 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente de todos los hidrocarburos, y de 41 mil millones de barriles de petróleo crudo solamente. Pero se reconoce que estas cifras no son ciertas cuando se empiezan a publicar las nuevas, resultado de estudios más precisos, y de los que sólo faltan por conocerse las de la región norte, de donde procede sólo 3 por ciento de la producción de crudo. Las reservas probadas de las regiones productoras del otro 97 por ciento suman sólo 18 mil 200 millones de barriles de crudo, y el gas natural debe considerarse por separado.
Una de las razones de esta última necesidad es que el gas natural asociado al petróleo es el que lo impulsa desde la profundidad del yacimiento hacia la superficie del planeta, sea ésta terrestre o marítima. De ahí que, si bien es preocupante que se castigue la exploración cuando las reservas de crudo en la región marina suroeste equivalen a sólo seis años del nivel de producción de 1997, es todavía más delicado el que las reservas de gas natural en la misma zona sean equivalentes a sólo 3.8 años del nivel de producción del mismo año. El riesgo de una caída en la producción de gas y de crudo en esa región en un futuro no lejano es considerable, y de esta misma área provienen más de la quinta parte de la producción nacional de gas natural, y más de la cuarta parte de la producción nacional de crudo.
Todo esto pone en duda las afirmaciones en el sentido de que el sacrificio que ahora se impone se verá compensado con un futuro paraíso económico. Cuando se discuta la reforma fiscal, se deberá poner el acento en devolver a Pemex, urgentemente, su capacidad de inversión, y en suprimir subsidios financieros y exenciones fiscales al sector de las finanzas y en especial a actividades especulativas.