La crisis bancaria que padece el país no se cifra en los 552 mil 300 millones de pesos que, en forma de pasivos, acumula el Fobaproa. En realidad, los apoyos canalizados para superar las turbulencias bancarias equivalen prácticamente a 10 veces al capital contable de todos los bancos privados: este es el tamaño de la crisis.
Esta mayúscula cifra se explica porque para evaluar en su justa dimensión la crisis bancaria, hay que agregar los costos fiscales derivados de la restructuración de los diferentes tipos de crédito (hipotecarios, el ADE, agropecuarios y pesqueros, etcétera) que suman 200 millones, y la compra de la cartera para las autopistas concesionadas por 26 mil millones.
La cartera vencida creció porque los nuevos dueños permitieron que el crédito aumentara en proporciones exorbitantes (25 por ciento en 1992, 14 por ciento en 1993 y 54 en 1994), y lo otorgaron sin el rigor y la prudencia indispensables. Tales actitudes no tendrían que haber sido apoyadas con recursos fiscales.
En este sentido el diputado Alfonso Ramírez Cuéllar denunció que los empresarios ``se concedieron autopréstamos y no pagaron; simplemente se prestaban. No pagaban y pasaban la deuda al Fobaproa y al gobierno''.
Otro factor que tampoco debió haberse incluido en los pasivos de Fobaproa es la intervención de la Comisión Nacional Bancaria a Inverlat, Unión, Cremi, Bancentro, Banpaís, Oriente, Obrero y Confía, para mencionar sólo los bancos privatizados.
Antes de tal intervención debió de haberse considerado la pertinencia de vender la institución o solamente las sucursales, lo que significaba que el gobierno convirtiera en pérdidas la diferencia entre el monto de los apoyos y el precio al que fuese vendido, o quedarse con el banco hasta recuperar los recursos erogados.
Lo que sí era necesario incluir --en el Fobaproa-- eran los créditos que se deterioraron debido a los bruscos movimientos al alza en las tasas activas, con el fin de permitirles recuperar la solvencia.
Entonces, consolidar este pasivo como deuda pública, no resulta favorable, porque la crisis bancaria, temprano o tarde y en mayor o menor medida, la pagaremos todos; con ella hemos perdido de antemano.
Melée
Para solucionar el problema que representa el Fobaproa y que hoy por hoy parece irresoluble --se advierte que de no remediar el problema el monto del Fondo puede aumentar en 10 mil millones de dólares hacia finales de año, en tanto continúa pagando intereses-- se estudiaron diversas opciones. Una de ellas fue constituir Sociedades de Coinversión y Recuperación (Socores), en las que el Fobaproa fungiría como socio mayoritario... Las Socores --recuerdan en un análisis especialistas de la revista Expansión--adquirirían paquetes de crédito con descuento, que luego se colocarían entre inversionistas minoritarios.... el problema era que la cartera estaba calificada como incobrable y por eso no hubo quien estuvieran dispuesto a asumir el riesgo... Otra opción era que las instituciones financieras recompraran las carteras que vendieron al Fobaproa, pero éstas se mostraron reacias a ``cachar'' de nuevo una papa caliente, porque se estima que 70 por ciento de la cartera tiene el valor cero.
La última solución planteada, y que tantos chorros de tinta ha hecho correr, es la de desaparecer al Fobaproa y convertir sus pasivos en deuda pública con cargo al contribuyente. Esta es la costosísima alternativa que se consideró ``menos peor'' y que legítimamente nos resistimos a sufrir todos... Y es que además de los mencionados, hay otro factor ``sospechoso'': el Fobaproa adquirió 440 mil créditos, pero de todos, sólo 605 concentran cerca de la mitad de la deuda que el gobierno pretende adquirir, esto es, 33 mil millones de dólares... ¿malos manejos? ¿complicidad?