Iván Restrepo
Indeseables y persistentes

Diariamente se liberan al aire una enorme cantidad de sustancias altamente tóxicas que ocasionan serios daños a la salud humana y a otros seres vivos. Entre ellas figuran los contaminantes orgánicos persistentes, COP, productos y subproductos de la actividad industrial y agrícola con efectos nocivos en las personas expuestas y sus descendientes: cáncer, alergias, alteraciones en los sistemas nervioso central y periférico, el hormonal, reproductivo e inmunológico. Inciden también en el crecimiento del ser humano; por ser muy estables, duran largo tiempo sin descomponerse y circulan por doquier. La atmósfera los puede transportar desde la fuente en donde fueron emitidos hasta sitios muy distantes.

Los COP tienen otro inconveniente: acumularse en organismos vivos (el hombre, los peces, aves y mamíferos), que los llevan a lugares donde no se utilizan. O, a través de la placenta o la leche materna, pasar a los lactantes. Estos productos se transportan en las cadenas bióticas y se magnifican en los organismos situados en los niveles superiores de éstas, como los seres humanos. Algunos de ellos requieren atención urgente: los plaguicidas DDT, clordano, aldrín, endrín, dieldrín, toxafeno, heptacloro, mirex y hexaclorobenceno; los aislantes térmicos poli-cloro-bifenilos (PCB); agréguese las dioxinas y furanos clorados y otros muchos. Varios países han prohibido la elaboración y uso de algunos de ellos; otros los restringen y limitan su emisión.

Pero no es sencillo hacerlo por las condiciones climáticas, socioeconómicas y técnicas que privan en los países que los elaboran y aplican. Sin embargo, los gobiernos buscan un acuerdo internacional que permita eliminar y/o reducir al mínimo las descargas y emisiones de tan indeseables compuestos. Precisamente acaba de sesionar en Montreal el Comité Intergubernamental que busca un tratado al respecto. Representantes de 100 países iniciaron negociaciones que se espera duren, mínimo, dos años. Grupos ad hoc trabajarán sobre los criterios para añadir nuevas sustancias, los mecanismos de asistencia técnica y financiera a los países en desarrollo y el lenguaje legal del nuevo Convenio.

Uno de los contaminantes orgánicos persistentes que más polémica despierta es el DDT. Viejo conocido de los países pobres, se utiliza para combatir el paludismo. Sus residuos se han encontrado hasta en el Artico. Lo acompañan en la lista el clordano, un insecticida para controlar termitas, y los poli-cloro-bifenilos (PCB), para fabricar transformadores y condensadores eléctricos.

México tiene planes de manejo para estas sustancias, aunque con resultados desiguales. A iniciativa de la Red sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RPAM), más de 40 organizaciones no gubernamentales exigieron a nuestras autoridades ambientales y de salud tener una participación activa en Montreal y lograr una agenda más amplia que la vigente. Según la RPAM, el DDT debe eliminarse en el país, prohibiendo también producirlo para exportación, pues de lo contrario continuará su venta clandestina aquí y en otras partes. En cuanto a los PCBs, urge a las autoridades no seguir exportándolos para su incineración, pues originan nuevos contaminantes orgánicos persistentes. Respecto a las dioxinas y furanos, como primera medida preventiva les exige cancelar los permisos otorgados a las cementeras y a los incineradores industriales y hospitalarios que queman residuos clorados, pues inevitablemente producen dichos contaminantes. Esto, mientras se diseña una estrategia de reconversión industrial que los sustituya.

El dilema para el nuevo Convenio Internacional es claro: o cumplir con el mandato de eliminar los COP, a partir de la lista prioritaria, y aprobar un programa con medidas transitorias de reducción que lleven a prohibir su uso y produción. O arribar a un acuerdo parcial que apenas intente reducir y manejar los riesgos derivados de los COP, reglamentando sólo su comercio, bajando sus emisiones permisibles y posponiendo indefinidamente su eliminación. Pero cediendo así a los intereses industriales, sin promover cambios que lleven a una producción limpia en la industria y la agricultura. Es de esperarse que, finalmente, triunfen los intereses de la sociedad.