Con los medios televisivos a su servicio o con amplios espacios comprados, el gobierno de la República llama todos los días y en toda oportunidad a la lucha civil dentro de la legalidad, a la paz, al diálogo y a las urnas, pero la violencia armada, la violación a los derechos humanos y la delincuencia organizada, aparecen todos los días indefectiblemente ligadas a instancias gubernamentales. La voz del gobierno, que es con obviedad la voz del partido de Estado, habla de paz al tiempo que prepara una guerra abierta contra el pueblo.
En estos días ya toda la vida pública se ha politizado de manera perversa, pues mientras se invoca a la legalidad y a la paz constructiva, dándole un uso electoral directo a toda aplicación del gasto público, simultáneamente, detrás o debajo la lucha social así politizada, aparece la violencia organizada desde instancias de poder contra la disidencia.
La masacre de Aguas Blancas fue sólo un inicio. Allí se pretendió liquidar a la dirigencia de un movimiento eminentemente pacífico y legal del pueblo de Tepetixtla, que pedía la aplicación transparente de los presupuestos para el combate a la pobreza y que se había opuesto a la explotación de sus reservas boscosas por caciques priístas. Pero en Aguas Blancas se masacró indiscriminadamente a campesinos de la región y no a sus dirigentes. Cayó Figueroa pero el designio exterminador de la oposición popular se mantiene y después de esa masacre han sido asesinados 34 miembros de su agrupación, por grupos paramilitares, bajo la cobertura policiaca gubernamental, según denuncia la OCSS.
El día 9 cayó la última víctima, el dirigente Eusebio Vázquez Juárez en cumplimiento puntual de una amenaza policiaca paramilitar. Aquí en Tepetixtla, como en El Charco o en El Cucuyachi, es donde se ve la verdadera política del partido de Estado. Como se ve a las corporaciones poli- ciacas ligadas a las bandas de secuestradores y en la industria del robo organizado; como se ve a altos jefes militares y políticos implicados en el narcotráfico; de la misma manera como se vio en la masacre de Acteal y en los preparativos para la guerra de exterminio del zapatismo en Chiapas simultáneos a propuestas de paz, desechando los mediadores confiables y observadores internacionales.
¿Pueden el EPR o el ERPI creer en los llamados a la paz del gobierno, si son producto defensivo de los muchos Aguas Blancas y Tepetixtlas que existen por sierras, costas y montañas? Como producto defensivo contra las guardias blancas de coletos fue la formación silenciosa del EZLN varios años antes de 1994.
Ya no es tiempo de engañarnos. La información por todos los medios desborda ya las mentiras oficiales y la ciudadanía presencia ya el proceso de descomposición del actual Estado que supura por todos lados, aunque su discurso se llene de llamados a la paz y se depure el sistema electoral.
Aunque el ERPI es una agrupación que está en guerra declarada contra el gobierno -reconoce haber cometido el error en El Charco de permanecer después de una reunión con la población pacífica; declara que murieron cuatro de sus elementos, dos de ellos ajusticiados luego de ser capturados; pero que el ataque gubernamental fue cuidadosamente preparado, ejecutado con evidente saña, masacrando indiscriminadamente a siete indígenas no armados ni beligerantes-, su versión es más confiable que la entregada oficialmente a la prensa, diciendo que fue un encuentro casual y que el Ejército repelió un ataque. ¿Son confiables y veraces los llamados a la paz y al diálogo?
Después de Aguas Blancas, cuando la lucha electoral parece que supera el clima de violencia y une voces por el cambio pacífico que todos deseamos, ¿qué significado y qué lectura podemos hacer de este último asesinato de Eusebio Vázquez Juárez de la comunidad mártir de Tepetixtla, asolada por bandas caciquiles protegidas y amparadas por ejército y policía, y cuando ha sido un escaparate de la vida nacional ante la opinión pública internacional? La lectura obligada es que el partido de Estado ha perdido control de todo su aparato represivo o de que ha perdido todo sentido de las proporciones y de la realidad, que lo ciega su designio de conservar el poder a cualquier costo y que en muchos Tepetixtlas se entrenan ya sus falanges para un golpe de Estado militar diseñado desde los círculos financieros que trazan y diseñan las políticas neoliberales que cumple fielmente el actual gobierno.
* Historiador, autor de Los zapatistas en Guerrero.